El asunto es peliagudo, porque Puig protagonizó en mayo una colocación valorada en 14.000 millones de euros que, hasta ese momento, era la mayor de Europa en 2024. Una operación que, por el exclusivo y elitista sector al que pertenece la compañía, fue recogida con enorme expectación por la comunidad financiera, ansiosa de nuevas compañías después de una larga travesía del desierto en el parque español.
Curiosamente, justo antes de que Puig emitiera sus primeros resultados como cotizada – con un descenso del 27% en su beneficio neto del primer semestre del año, hasta los 154 millones de euros-, la acción cotizaba en los 24,5 euros. Es decir, al mismo precio al que fue colocada en bolsa poco más de cuatro meses antes. Lo que quiere decir que quienes compraron en la OPV no tenían plusvalía latente alguna.
Ahora acumulan unas pérdidas del mencionado 20%, después de que la compañía atribuyera la fuerte caída del beneficio a los costes extraordinarios derivados de la salida a bolsa y otros ajustes. Se trata de una gran compañía, perfectamente capaz de remontar el vuelo, pero de cuyo desplome conviene extraer algunas lecciones de cara a las colocaciones en bolsa que vienen por el camino.
Precio demasiado exigente
Cuando iba a dar el salto al parqué, algunos analistas ya advirtieron de que el precio de colocación era exigente. Elevado porque todo el sector del lujo se encontraba en unos niveles de valoración muy altos después de un extraordinario rally en Bolsa de gigantes como LVMH o L’Oreal. Con una capitalización bursátil muy inferior, Puig se sumaba al carro de unos competidores imparables en bolsa.
Ahora, la compañía deberá demostrar que es capaz de levantar el vuelo y de crecer a doble dígito, como reclama el mercado. De su capacidad para reponerse a los resultados (la consejera María Dolores Dancausa, presidenta no ejecutiva de Bankinter, ha salido al rescate comprando acciones), dependerá la fuerza de las empresas que quieren dar el salto al parqué para defender determinadas valoraciones.
“Las empresas que quieran dar el salto a la bolsa tienen que asumir que quieren dar recorrido alcista a los inversores. Tendrán que ser generosas, porque como se está mostrando en un gran número de OPV en todo el mundo, los inversores son muy exigentes. No basta sólo con buenas proyecciones; hay que dejar que el último euro lo ganen los inversores”, señalan fuentes bursátiles.
Más allá de su potencial de recuperación en bolsa, Puig está ofreciendo una valiosa lección a las aspirantes a empresas cotizadas. Después de la rebaja de precios objetivos, los analistas creen que podría subir como mucho algo por encima de los 27,5 euros. Elevar un techo muy discreto para una compañía de sus dimensiones es el reto de Puig.