Las cosas han cambiado mucho en cuestión de tres años. Ante la presión del mercado, en 2021 la Reserva Federal tuvo que dar parte en Jackson Hole de la subida de tipos que llegaría el año siguiente. Ahora todo hace indicar que esa misma presión obligará a la institución que preside Jerome Powell a anunciar el comienzo de las rebajas del precio del dinero. El mercado prevé que será en septiembre y de 50 puntos básicos.
La Reserva Federal tiene una auténtica patata caliente entre las manos. Primero, porque hay elecciones en Estados Unidos en noviembre, y el candidato Donald Trump ya se ha dejado oír con estruendo asegurando que no se deberían tocar los tipos de interés, actualmente en el 5,5%, hasta después de los comicios. Algo que, sobre el papel, parece impensable a la vista del escenario macro.
A Powell y a los suyos les ha caído una buena encima. Presionada por el expresidente republicano y, sobre todo, por los mercados, la Fed tiene que hacer malabarismos para dar un empujón a la economía sin dar alas a la inflación. Las bolsas ya le han dado un serio aviso y, a pesar de la tregua posterior, nadie se fía de que sea sólo el primer capítulo de una corrección más seria.
“La Fed tiene que ofrecer al mercado signos de máxima firmeza, de tener las cosas muy claras. No se puede permitir el lujo de dudar, porque si los inversores observan debilidad lo que ha pasado la semana pasada en las bolsas (2 billones de euros de pérdidas en un solo día) puede ser una broma en comparación con lo que puede venir. Los gestores siguen alerta y muy nerviosos”, señalan fuentes bursátiles.
Efectivamente, el objetivo número uno de la Fed es que los mercados no fijen el calendario de la bajada de tipos. El pasado lunes hubo rumores incluso de una intervención excepcional para bajarlos de urgencia 50 puntos básicos mientras el Nasdaq caía más de un 5%. La Fed salió a la palestra asegurando que no hay razones para pensar en una situación de recesión en la primera economía del mundo.
Además, un PMI de servicios mejor de lo esperado salió al rescate de los mercados y de Powell cuando más falta hacía, poniendo un parche a una escalada de tensión que, no obstante, se puede reproducir en cualquier momento. Por eso la Fed no se puede permitir ningún resbalón en su política de comunicación en un momento de máxima sensibilidad entre inversores, analistas y gestores de carteras.
A este lado del Atlántico las cosas están más tranquilas. El epicentro de la incertidumbre reside en Estados Unidos, pero al Banco Central Europeo (BCE) le sobran razones para estar alerta. Ya bajó los tipos 25 puntos básicos en la reunión de junio y, con otra rebaja del mismo nivel en septiembre, satisfaría las exigencias del mercado. Pero, por el camino, la inflación sigue todavía en niveles preocupantes.
“Lagarde también debería dar un mensaje contundente en septiembre a los mercados para evitar que episodios como en el de la primera semana de agosto obliguen al BCE a bajar tipos a mayor velocidad, poniendo en duda el control de la inflación”, señala un veterano gestor que apuesta por meses de volatilidad y nervios en unos mercados que tienen que adaptarse a máxima velocidad al nuevo escenario monetario.