Una realidad complicada que comparten la mayoría de los agentes económicos mundiales, como manifestó la directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Ngozi Okonjo-Iweala, que recordaba que la “incertidumbre y la inestabilidad están omnipresentes”.
Y un ejemplo de ello es el comercio internacional que en un 10% de los casos se ha visto frenado por restricciones de carácter nacional (sobre todo las que atañen a importaciones de bienes y servicios). Un presente grave para especialmente países como India, EE UU, Brasil, Argentina, Rusia y China que encabezan esta lista de países.
¿A qué se debe? En palabras del presidente del Club de Exportadores e Inversores Españoles, Antonio Bonet, son constantes las interferencias de la política en el comercio internacional y esto se agrava especialmente en países donde tienen un comercio de Estado y no se rigen por criterios de libre competencia, advierte Bonet.
La solución pasaría por llevar a cabo una reforma en profundidad en el aparato interno (por ejemplo, en el órgano encargado de la resolución de conflictos), de la Organización Mundial del Comercio.
El significativo ejemplo de la Unión Europea
Si en el pasado año esas transacciones comerciales internacionales descendieron un 1,2% (en lo que respecta al volumen ya que, si nos fijamos en el valor, las exportaciones de mercancías bajaron un 5%), en el caso de la UE duplicaron esa caída de una forma más que llamativa (-2,6%) sobre todo a los altos precios de la energía y de los alimentos que todavía coleaban y debido, como explican también desde la Comisión Europea, a una fragmentación del comercio.
Para los más críticos, Bruselas es en parte responsable de esta situación ya que se encuentra, a juicio de estos, embarcada en una nueva política industrial nacional que puede penalizar su comercio exterior. Además, mientras se trabaja en reamar de nuevo su mercado único para evitar deslocalizaciones de empresas, la CE busca controlar más las inversiones que proceden de países importantes en el comercio internacional como es el caso de Arabia Saudí, Rusia y la propia China.
¿Qué ocurre con España?
Solo el 9% de las empresas españolas vende en el exterior (incluso el 31% de las compañías de España solo operan en territorio nacional). Un exterior que resulta muy distinto si el prisma elegido es el de los profesionales o el del Gobierno. Para los primeros de ellos, el motor económico de las ventas a otros países empieza a complicarse un poco tras la pérdida de volumen (en unidades de producto y valor económico) en 2023 de un 1,4% menos en comparación con 2022.
Una pérdida de dinamismo que, para Antonio Bonet, está en varias razones como la subida de los precios y el peligro de que “seamos menos competitivos en mercados importantes”, la “excesiva concentración” de la exportación en pocas empresas, el “desmedido“ peso de sus operaciones en Europa (el 62% en la UE y el 75% en países vecinos) y que las exportaciones con alto contenido tecnológico apenas suponen el 8%, menos de la mitad que la media europea (17%).
Como contrapunto, y así lo reflejan desde el ejecutivo central, “la parte positiva de la sustancial reducción del déficit comercial -40.560 millones en 2023, un 43% menos- y este se mantuvo sin cambios en el primer trimestre del presente ejercicio ante las incertidumbres y tensiones geopolíticas”.