El PP, por su parte, se enfrenta al dilema de culpabilizarse por votar a los socialistas o la vergüenza de rechazar el constitucionalismo.
Los indultos y la amnistía no han roto a España, al contrario. Han propiciado que los votantes catalanes se manifiesten en favor de la cultura del diálogo y de la urgencia de una gobernanza concentrada en los problemas reales de la gente.
La estrategia de Pedro Sánchez -indultos, amnistía y diálogo-, ha tenido como respuesta la mayoría del PSC en Cataluña; una sólida apuesta por la unidad de España, nada de separatismos.
Todo sentimiento de culpa a la hora de apoyar la candidatura de Illa no resiste la comparación con la gran vergüenza que sería impedir que el presidente de la Generalitat no sea esta vez un constitucionalista. La estrategia de Sánchez ha triunfado. La amnistía ha sido una de las llaves para abrir la puerta del constitucionalismo y para cerrar el portillo del independentismo.
La amenaza de Puigdemont sobre retirar su apoyo al gobierno de Sánchez si el PSC no le entroniza como presidente de la Generalitat, olvida que el pacto con Sánchez no fue otro que el de Amnistía por votos. La amnistía ha sido un precio muy caro para el gobierno socialista a lo largo y ancho del territorio español, pero sin duda ha sido un elemento definitivo a la hora de condenar las mayorías separatistas.
Puigdemont anunció que si no conseguía ser presidente de la Generalitat abandonaría la política. Los votos de sus conciudadanos catalanes le han mostrado el camino, la salida. Vergüenza sería ahora si los constitucionalistas del centro y la derecha se la cerrasen a Illa y la dejasen abierta para Puigdemont. . Esquerra, enredada en su derrota. ha anunciado que pasaría a la oposición sin que, por otro lado, se pronuncien en favor o en contra de una investidura del candidato socialista para la presidencia de la Generalitat. Esquerra pasará a la oposición cumpliendo la condena que le han impuesto los votantes de Cataluña.
En definitiva, la secuencia no puede ni debe ser otra que facilitar el nombramiento de Illa como presidente con o sin la constitución de un gobierno tripartito. El independentismo ha sido rechazado por los votos de la ciudadanía. Es la hora de un gobierno constitucionalista para gobernar Cataluña.
El desenlace de la votación para la alcaldía de Barcelona junto al mensaje de Vidal Cuadras es la flecha que marca el camino. No hay otro. Lo contrario sería defraudar el voto popular, rechazar el constitucionalismo y quedar sometidos a un nuevo brote independentista con todas las secuelas que tuvo en 2017, y que sin duda se repetirían ahora, sí no se acepta por los partidos políticos el triunfo de la constitucionalidad.