OPINIÓN

España puede que necesite ya un modelo electoral francés

La en­dia­blada arit­mé­tica re­crea un es­ce­nario que im­pe­dirá las re­formas ne­ce­sa­rias y que cues­tiona la Transición

Goteras en el Congreso.
Goteras en el Congreso.

Puede que nunca haya te­nido más sen­tido en España que en estos mo­mentos un sis­tema elec­toral como el fran­cés, lla­mado de se­gunda vuelta y que con­siste en rea­lizar una se­gunda elec­ción li­mi­tada a los can­di­datos que más votos ob­tu­vieron en la pri­mera.

Realmente es una fórmula que permite a los ciudadanos repensar su voto visto el resultado de la primera vuelta y fundamentalmente aglutinar mayorías más sólidas para poder gobernar con ciertas garantías de estabilidad.

De existir esa posibilidad, que obviamente no es el caso, seguro que se hubieran podido abrir muchas puertas para la gobernabilidad de España, al dar a todos los ciudadanos la opción de afinar en la siguiente votación sin necesidad de tener que ir a una nueva cita electoral, que no parece probable, ya que lo lógico es que se terminarán conformando mayorías parlamentarias.

Eso sí, de una debilidad tan extrema que probablemente no puedan sobrevivir demasiado tiempo, lo que augura una legislatura tormentosa, sean del signo que sean los grupos que la conformen.

Todos los escenarios son malos

Da igual que sean los escenarios que ha estado intentado reclamar el PP de Alberto Núñez Feijóo con poco éxito, pidiéndole a VOX que no salga en la foto y buscando sobre todo a un PNV que nunca se ha casado con nadie más que con el dinero, o lo que probablemente termine logrando el presidente Pedro Sánchez con los nacionalistas, vendiéndonos la consecución de un Estado plurinacional con unos partidos cuyo único credo es que quieren irse de España y poniendo en riesgo el futuro del PSOE, un partido que solo se mantiene cosido por el ejercicio del poder pero que seguirá rompiéndose poco a poco cada día por las decisiones que se han de tomar.

La obtención de la presidencia de la Mesa del Congreso para la expresidenta balear, Francina Armengol, es el primer paso que confirmaría una nueva legislatura de Sánchez y sus aliados de Sumar con el respaldo de los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos. Todo lo contrario que le ha pasado a Feijóo, al que no ha apoyado ni VOX pese a sus acuerdos autonómicos y municipales. Así están las cosas, mientras el bloque duro nacionalista Bildu, PNV, Junts, ERC y BNG sigue diciendo que el apoyo para formar Gobierno es otra cosa y que habrá que seguir negociando con Sánchez y sus aliados, con objetivos entre otros como la amnistía para todos los golpistas del procés, incluido Carles Puigdemont, y un próximo referendum en Cataluña.

Da igual quien haya ganado las elecciones, que ha sido un PP que probablemente no podrá gobernar. Estamos otra vez ante una subasta cada vez más cerca de alterar el mapa constitucional de España.

Y eso que gana el bipartidismo

Los resultados electorales del pasado 23 de julio se han saldado con una aritmética diabólica para la mayor parte de partidos nacionales o constitucionalistas entre los que se encuentran el PP y el PSOE, aunque estas formaciones hayan recibido dos de cada tres votos que sumarían cerca del 70% de las papeletas. Si a ese porcentaje le añadimos los votos de Sumar a la izquierda y los de VOX a la derecha, ya que una gran mayoría de ellos estaban en manos del PP y del PSOE antes de la aparición de VOX y Podemos, pues hay una cosa bastante clara y es que los españoles han votado bipartidismo esta vez, aunque no se note ni se refleje en ninguna parte.

Y sin embargo, la gobernabilidad de España vuelve a depender más que nunca de los partidos independentistas, pese a que los resultados de estas formaciones han sido malos y han caído mucho en sus respectivas regiones.

Fuerte caída del independentismo

En el País Vasco los socialistas ganaron las elecciones aunque empataron en escaños con el PNV y Bildu, pero en Cataluña el independentismo ha tenido que encajar un golpe muy duro en su última cita con las urnas, al ser el peor resultado de las fuerzas soberanistas desde el comienzo del llamado procés. El independentismo catalán ha perdido 9 diputados en el Congreso, ha pasado de 23 a 14 diputados y de los cuatro grupos parlamentarios que tenía ha pasado a solo dos, tras la desaparición de la CUP y del PDeCAT.

Sin embargo, Junts, ERC y también Coalición Canaria, con un solo escaño, tienen la llave para abrir o cerrar la legislatura, una vez que otras fuerzas nacionalistas como el Bloque Gallego o Unión del Pueblo Navarro estén siendo menos avariciosas y tactistas con su voto que los otros y ya hayan anunciado a quien apoyarán antes de sacar su lista de peticiones.

La realidad es que pese a ese regreso al bipartidismo que han reflejado las urnas, la gobernabilidad de España recae ahora en los partidos que quieren destruir el Estado tal como lo conocemos. Un verdadero caso de estudio que fuera de nuestras fronteras sería difícil de entender.

Sin cambios en la ley electoral

Asunto éste que además lleva años produciéndose, tanto con gobiernos del PP como del PSOE, que han sido incapaces de ponerse de acuerdo en cambiar la ley electoral y siempre se han tenido que apoyar en los nacionalistas vascos o catalanes para gobernar, legislatura tras legislatura, siendo sometidos a verdaderos expolios por ello hasta llegar a la situación actual que empieza a ser un agravio comparativo con otras regiones de España.

Pero si a todo esto le añadimos además que ahora todo depende de Junts, un partido liderado por un tipo, Puigdemont, que dio un golpe de Estado y tuvo que huir de España en el maletero de un coche y que sigue reclamado por la Justicia, pues el escenario casi empieza a parecer cómico si no fuera por todos los retos que el país debe afrontar en los próximos meses y años.

La economía resiste de momento con el turismo en máximos otra vez, pero hay serias amenazas a la vista como la caída de la inversión y el aumento de los costes financieros, así como un debilitamiento de la producción industrial y de la agricultura por culpa de la climatología. Hay muchos desequilibrios que arreglar, como el hecho de que España tenga una renta per cápita inferior en un 17% a la UEM, una cifra 8 puntos superior a la registrada en el año 2005.

Retrasar las reformas otra vez

Todos los analistas económicos coinciden en la necesidad de abordar unas cuantas reformas urgentes cuanto antes, que probablemente volverán a retrasarse por la dificultad de encajarlas en el actual equilibrio de fuerzas políticas y en medio del chantaje permanente de los nacionalistas.

Obviamente su plan es seguir esquilmando a España y debilitarla para convertirla en otra cosa, lo del Estado plurinacional del que ya hablan el Gobierno de Sánchez y sus aliados poniéndose la venda antes de recibir el golpe, y olvidando los grandísimos éxitos del modelo diseñado en la Transición que tanto bienestar nos ha dado.

Una vez más las reformas, que necesitan grandes consensos para que puedan desarrollarse a través del tiempo, se retrasarán si estamos en otras cosas y se volverá a perder un tiempo precioso, como desgraciadamente ha pasado ya tantas veces.

Con la actual clase política parece muy claro que en el corto plazo no habrá el consenso necesario entre los dos grandes partidos para resolver los problemas que acechan. De hecho, es bastante probable que alguno de ellos tenga incluso que desaparecer o transformarse, para que las cosas puedan empezar a cambiar.

Una isla en Europa

Somos una isla en Europa dirigida en estos momentos por unos políticos que no pierden un segundo en analizar casos de países vecinos como la llamada ‘gran coalición’ en Alemania de gobiernos formados por democratacristianos y socialdemócratas, la famosa 'geringonça' portuguesa que llevó al poder al socialista António Costa en Portugal y hasta el gobierno del técnico Mario Draghi en Italia, y así nos luce el pelo.

Hay que intentar huir del pesimismo siempre que sea posible, pero la verdad es que la actual situación lo hace muy difícil. Tirando de refranero español, que casi todo lo puede y nunca defrauda, parece que cada vez estamos más cerca de ese refrán de “entre todos la mataron y ella sola se murió” que se emplea cuando nadie desea asumir la parte que le corresponde de responsabilidad de algún suceso infausto, al que se ha llegado por culpa de muchos. En este caso sería “pobre España, entre todos la mataron y ella sola se murió”. Qué pena.

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