Aunque antes habrá que resolver la constitución de la mesa del Congreso de los Diputados y la presidencia de las Cortes, se da por hecho que Sánchez ha vuelto a ganarle la mano a Feijóo, cuyo partido, pese a haber teñido de azul España en las autonómicas y locales, aparece ahora sin pulso. Está desaparecido.
Aunque nadie entiende muy bien por qué el PSOE se siente tan seguro, porque Junts, de cuyo voto depende la presidencia de las Cortes no ha hecho ningún gesto de lo que hará, primero este jueves para la elección de la presidencia del Congreso y si, posteriormente, permitirá la investidura de Sánchez, a quien Puigdemont calificó de “mentiroso e incumplidor” en una entrevista en el diario ARA durante la campaña electoral para las elecciones del 23J. Las condiciones anunciadas antes de ponerse a negociar en público por parte de Junts no son una cuestión baladí: un Brexit catalán, una amnistía para todos los implicados en la causa catalana y la celebración de un referéndum.
En lo que sí parece haber tomado la delantera Sánchez, ha sido en conseguirse el apoyo explícito de ERC, aunque en las últimas horas su secretaria general, Marta Rovira, desde Suiza donde permanece huida de la Justicia española, ha advertido de que el PSOE no puede dar por descontado los votos de Ezquerra a cambio de nada. Es cuestión de precio y de marcar un perfil propio ante los socialistas y ante Junts, cuyos votos han adquirido un precio de oro.
En todo caso, la diputada republicana Teresa Jordà anticipaba el pasado jueves con ocasión de asumir su acta de diputada, su voto favorable al PSOE para que este presida el Congreso porque “ante la posibilidad de que la mesa esté presidida por el PP o por el PSOE preferimos ponernos al lado del supuesto progresismo español”. Ahora las matizaciones de su secretaria general desde Suiza se interpretan más como una posición de cara a las próximas elecciones catalanas, donde Junts espera volver a recuperar el poder.
Junts se ha marcado como prioridad recuperar el poder de la Generalitat y quiere mostrarse ante su electorado independentista como el partido que bloqueó la investidura de Sánchez si no se hacen las concesiones que ha reclamado como recogíamos con anterioridad. Unas propuesta que ha planteado Antoni Castellà, diputado de Junts en el Parlament, y portavoz del Consell per la Republica que preside Carles Puigdemont.
Sin hablar de los dirigentes de Bildu que, en sus primeras declaraciones tras las elecciones, dejaban claro que su formación política, si hiciera falta incluso
votar a favor de Pedro Sánchez para que saliera elegido presidente del Gobierno lo harían y, eso, sin aún haber comenzado las negociaciones con PSOE y SUMAR.
Del lado del Gobierno en funciones, aunque nadie ha dudado de estos contactos a todos los niveles y con todos los partidos excepto con el PP y VOX, la más explícita a la hora de confirmar estas negociaciones ha sido la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos. Nadia Calviño aseguraba en Cádiz el pasado sábado, que es “evidente” que se están manteniendo contactos y que es el momento de tener esas conversaciones para que “cuanto antes” haya un Gobierno que refleje “el resultado de las urnas y la mayoría” que salió de las elecciones generales.
Resulta muy sorprendente que Nadia Calviño hable de la mayoría que salió de las urnas, cuando para llegar a la misma, hay que sumar el voto de nacionalistas, independentistas, herederos de ETA y del partido liderado por un prófugo de la Justicia como es el caso de Carles Puigdemont. Pero parece que, para los palabreros de la Moncloa, cualquier idea cabe en su proyecto, con tal de que Sánchez repita como presidente del Gobierno. Las voces preocupadas por las consecuencias de estos pactos dentro del PSOE son escasas. De nuevo solo ha aparecido una honrosa crítica a este proceso, la del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page para quien es lamentable que el gobierno de Sánchez dependa de un prófugo.
El Partido Popular ni está, ni se le espera
Pese a todo lo anterior y a que las apuestas sobre el futuro escenario político siguen tan abiertas, con la eventual ligera ventaja del PSOE sobre el PP, con una presidente del Gobierno en funciones que se verá obligado a ampliar las cesiones por los apoyos que obtenga de los socios de su Gobierno Frankenstein, Feijóo ni está ni se le espera.
Los más críticos en el Partido Popular consideran que el partido está sin liderazgo desde el 2016. Esto ha permitido que se destrozara la campaña con los acuerdos en Valencia y Extremadura con VOX, antes de que se abrieran las urnas el 23J.
Sin patrón de gestión con VOX y solicitando el voto útil sin propuestas políticas, lograron excitar la movilización de la izquierda ante el temor de un acuerdo PP-VOX de alcance nacional. Estos mismos críticos con la gestión de la campaña, reprochan que los equipos de contacto entre ambas fuerzas políticas del centro y la derecha solo hablaran del reparto de ministerios y de nombramientos en las empresas dependientes de la SEPI. Todo como consecuencia de haber conformado una dirección repleta de paracaidistas, sin conocimiento de la política del partido a nivel nacional y sin claves, a lo que hay que sumar que alguno de sus miembros en la vicesecretaría de organización, son el claro ejemplo del dirigente nacido para fracasar.
Estos críticos en el Partido Popular señalan que todavía nadie ha asumido la responsabilidad de tanto error de gestión, de comunicación y de organización durante la campaña. Y que ahora parecen obnubilados con el delirio de que se celebren unas nuevas elecciones, única opción que justificaría la inoperancia del partido durante estas semanas antes de la elección de la presidencia del Congreso, que asumirá una función tan decisiva en esta ocasión. Son la clara consecuencia de siete años sin liderazgo en el partido y, si no hay un revulsivo, parece que será para muchos años más.