ANÁLISIS

Sánchez confía en que la presidencia de la UE impulse su deslavazada campaña

Los son­deos le son muy ad­versos a Sánchez pese a la es­tram­bó­tica ne­go­cia­ción entre PP y VOX

Pedro Sánchez, pte de Gobierno.
Pedro Sánchez, pte de Gobierno.

Es un grave error dar por hecho una vic­toria hasta que se con­si­gue. Todas las elec­ciones están abiertas hasta que se cie­rran los co­le­gios elec­to­ra­les. Lo mismo su­cede ahora, pese a que el con­senso de los son­deos da por hecha una clara vic­toria del Partido Popular. Entre ellos el rea­li­zado por GAD3 y pu­bli­cado por NIUS este do­mingo, según el cual se dis­paran las ex­pec­ta­tivas de una vic­toria del PP, que en el ám­bito del par­tido con­ser­va­dor, con­si­deran que va a ser ro­tunda.

Crece la idea entre una mayoría de españoles, incluidos los votantes del PSOE, de que habrá un cambio de Gobierno tras el 23J, según GAD3. Derrota que Pedro Sánchez trata de minimizar aprovechando la tribuna que le ofrece el semestre de presidencia española del consejo de ministros de la Unión Europea.

Así, cuando GAD3 pregunta a los encuestados quién cree que será el próximo presidente del Gobierno, un 50,3% declara que ve a Feijóo en La Moncloa frente a un 26,2% que cree que será Sánchez. Este porcentaje resulta todavía más favorable para los populares cuando se pregunta por qué partido va a ganar las elecciones. Una amplísima mayoría, un 64,6%, cree que las ganará el PP frente a tan solo un 18,9% que dice que triunfará el PSOE.

Pero las próximas elecciones que se celebran el día 23 han levantado alguna incógnita e incertidumbres, pese a que el consenso de empresas de sondeos había dado por hecho, sin duda alguna, la victoria de Núñez Feijóo tras el éxito de su partido en municipales y autonómicas que pintaron España de azul el pasado 28 de mayo.

Enredo con Vox

Estas dudas surgen por el enredo de los pactos regionales entre el PP y VOX, y a la dejadez de la que aparenta hacer gala el equipo de Génova al afrontar la precampaña, lo que ha abierto como posibles muchas alternativas. Entre otras, que el centro y la derecha no obtengan una mayoría suficiente para poder gobernar.

Pedro Sánchez, y su equipo, son conscientes de que los datos de los sondeos les son claramente adversos. Conocen que, en el Partido Popular, de acuerdo con los datos que le aporta GAD3, incluso manejan la posibilidad de llegar hasta los 167 escaños. Estas estimaciones las conocen en la Moncloa, por lo que están intentando utilizar en lo que resta de tiempo hasta el próximo día 23 de julio las que se consideran fortalezas del presidente del Gobierno.

Sobre todo, su desinhibido manejo en las relaciones internacionales, para las que la presidencia de la Unión Europea le ofrece una tribuna de excepción, aunque esta presidencia esté muy limitada en sus funciones tras el Tratado de Lisboa que entró en vigor a finales del 2009. Y por supuesto, sobreexponiendo al presidente del Gobierno en todos los medios, sean estos considerados amigos, adversarios o neutrales. La idea de la Moncloa es que Pedro puede con todo.

Exageradas expectativas de la Moncloa

Las expectativas que pretenden generar en Moncloa parecen exageradas. Las normas del Tratado de Lisboa que entraron en vigor el 1 de diciembre de 2009, limitan la relevancia de la presidencia rotatoria quedando esta circunscrita a la asunción que asume la presidencia semestral del Consejo de Ministros.

Hasta que entró en vigor el Tratado de Lisboa, el papel de la presidencia rotatoria de la Unión Europea lo incluía todo. El Consejo era el legislativo y el Ejecutivo. Así, el país en ejercicio de la presidencia rotatoria presidía los consejos de ministros a la vez que también lo hacía del Consejo Europeo.

Tras la reforma, como bien ha explicado en reiteradas ocasiones quien fuera el entonces eurodiputado y el exministro de Educación y portavoz del Gobierno de Mariano Rajoy, Íñigo Méndez de Vigo, los poderes del Consejo han quedado muy circunscritos y además se han visto muy restringidos. El Parlamento Europeo ha pasado a ser colegislador con el Consejo, funciones que no desempeñaba hasta entonces. También se ha visto limitado el poder ejecutivo del Consejo en la medida en que la Comisión Europea ejerce el poder en la aplicación de las medidas aprobadas por los dos legisladores europeos. Incluso fija confiere al Parlamento el derecho a nombrar al Presidente de la Comisión a propuesta del Consejo Europeo.

En cuanto al papel más llamativo de la presidencia de este Consejo Europeo, el mencionado Tratado de Lisboa establece la presidencia permanente, quien convoca las reuniones, fija el orden del día y organiza los debates. Es el Consejo quien elige a su presidente por mayoría cualificada para un mandato renovable de 30 meses. También asume la representación exterior de la Unión, razón por la que Pedro Sánchez no ha podido hablar en nombre de la UE en su viaje a Ucrania, con el que ha buscado dar vistosidad al inicio de la presidencia española del Consejo de Ministros. Todo lo que ha podido hacer es prometer más ayuda española.

Además, resulta pretencioso insistir en la idea de una agenda propia de España en el semestre. Pretenciosidad o ignorancia si se conoce el Tratado de Lisboa. La Comisión sigue manteniendo el poder de iniciativa legislativa casi en exclusiva. Es cierto que los Estados también pueden mantener la iniciativa en materia de asilo, inmigración, cooperación judicial y policial y en política exterior y de seguridad. Pero esta capacidad de iniciativa la tiene cualquier Estado miembro sin que haga falta que ejerza la presidencia del Consejo de ministros. En realidad, lo que España hace es continuar con la agenda pendiente consecuencia de las iniciativas de la Comisión y del diálogo entre el Consejo y el Parlamento.

Los países si tienen durante su presidencia la capacidad de organizar Consejos de Ministros informales en diversas capitales del país. Puede servir para acercar las cuestiones comunitarias a la ciudadanía, pero las enormes medidas de seguridad en el entorno de estos encuentros a veces logran el efecto contrario.

En estos consejos informales no se pueden tomar decisiones en el ámbito comunitario. Es cierto que en ocasiones se han alcanzado principios de acuerdo en cuestiones relevantes que se han ratificado con posterioridad en los consejos formales pertinentes celebrados en Bruselas o Luxemburgo, donde está la sede oficial de los mismos.

Con estos condicionantes, regulados por los tratados de la Unión, resulta ilusorio pensar que una intervención de Sánchez en el ámbito de la Unión pueda dar la vuelta a una previsible debacle electoral, como vaticinan los sondeos, en los escasos días que le quedan a España de presidencia del consejo hasta la celebración de las elecciones. Sin duda Europa tiene prioridades, y cuestiones urgentes que afrontar. Pero estas no las deciden los Estados de forma individual cuando presiden de forma rotatoria la Unión. Europa es el resultado de un trabajo colectivo que no está pensado para salvar al hoy candidato a perder las elecciones, Pedro Sánchez.

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