Y es todavía mucho más sorprendente que sus secuaces -perdón que se me ve el plumero-, que los compañeros de partido de Carles Puigdemont y él mismo ya hayan dejado meridianamente claro que solamente negociarán con Pedro Sánchez y sus socios bajo dos premisas inalterables. La primera, una amnistía para todos los que dieron el golpe contra la unidad de España en 2017, incluyendo al propio líder de la formación política que vive exiliado, y la segunda, el compromiso firme de que se les permitirá hacer un nuevo referéndum, atención, vinculante, sobre la posible segregación de Cataluña de España. Ahí es nada.
Falta algún tiempo para que todas estas incógnitas sobre pactos se vayan despejando y todavía pueden pasar muchas cosas, como no dejan nunca de pasar en España, entre ellas, que ninguno de los contendientes reúna los suficientes votos para alcanzar la presidencia, lo que obligaría a realizar unas nuevas elecciones generales el próximo mes de diciembre.
Sin embargo, es indudable que la actual aritmética parlamentaria beneficia en estos momentos mucho más al PSOE que al PP, y le acerca la posibilidad de seguir en Moncloa, tanto si ahora alcanza un acuerdo con el partido de Puigdemont, como si no lo logra y las elecciones tienen que repetirse antes de final de año.
En el primero de los casos este Gobierno ya tiene una experiencia más que sobrada en negociar con nacionalistas, que ahora le será muy útil. De hecho, alcanzó el poder por medio de una moción de censura que tumbó al Ejecutivo del PP de Mariano Rajoy y que contó con el apoyo de los partidos nacionalistas.
Además, luego, muchas de sus decisiones han estado guiadas por aquellos acuerdos no escritos, como los indultos a los líderes nacionalistas que fueron condenados a prisión, y posteriormente, la eliminación del delito de sedición y la reforma del de malversación de caudales públicos, para dar garantías jurídicas a todos esos pactos no escritos en ninguna parte.
Sin luz ni taquígrafos
De manera que es bastante probable que Sánchez lo vuelva a conseguir de nuevo, ya que una vez más no habrá ni luz ni taquígrafos para esas negociaciones y habrá que ir descubriendo lo pactado en el devenir de cada día, al margen de que a todos los nacionalistas, el decisivo Junts incluido, pese a la reciente sangría de votos a favor de bipartidismo, siempre les va a interesar más que Moncloa la ocupe Sánchez antes que Feijóo.
Todo esto referido al primer escenario, que sería que el PSOE sea ahora capaz de reeditar sus acuerdos con las fuerzas nacionalistas y mantenerse en el poder aunque no haya ganado las elecciones el 23-J. Pero hay mucho más.
Supongamos que esta vez Sánchez, por lo que sea, puede haber un millón de razones, no logra incorporar a los nacionalistas a su nuevo proyecto, y que Feijóo tampoco consigue formar Gobierno lo que se puede intuir bastante, de manera que habría que ir a nuevas elecciones en diciembre. Pues probablemente esta situación también sería muy beneficiosa para el partido que ahora lidera el Gobierno de coalición, ya que le permitiría a Sánchez dar un giro de timón a muchas de sus políticas y centrarse, y quizás con ello ampliar su suelo electoral.
Además ha sacado muy buena nota, y lo sabe, en eso de asustar a los votantes con la llegada de la extrema derecha o la derecha extrema, una argumentación que sigue siendo aprovechable.
Romper lo que penalizó
Es obvio que lo que más ha penalizado a Sánchez en las recientes elecciones, aunque al final haya sido capaz de movilizar al electorado de izquierdas, han sido dos asuntos. Primero, todos sus acuerdos con los nacionalistas y segundo, las numerosas decisiones que ha tenido que ir tomando para contentar a sus socios de Unidas Podemos, hoy integrados en Sumar, generalmente de corte social y económico.
Pues bien, si se malogran las negociaciones con Puigdemont y el resto de nacionalistas, lo que no parece muy probable ya que serían unos acuerdos ‘win to win’ que les beneficiarían a todos, esa ruptura le permitiría presentarse ante los españoles como el defensor de la unidad del país.
Algo así como: “Pretendían rebasar los límites de la Constitución y no he aceptado el chantaje que me proponían”. Eso reforzaría además su liderazgo dentro del PSOE, y eso que ya es casi incontestable después de los comicios. Sin duda muchos socialistas descontentos ahora para los que los acuerdos con nacionalistas son una línea roja volverían al redil.
También en esta misma línea argumental, si se entiende el último resultado electoral como una vuelta más o menos clara al bipartidismo, este previsible choque con el nacionalismo también podría permitir al PSOE intentar romper lastre con Sumar y desligarse de muchas iniciativas sociales y económicas que han liderado los morados y que le han penalizado durante la pasada legislatura.
Ambas cosas, la ruptura con los nacionalistas y el despegue de Sumar, podrían ayudar mucho al PSOE de Sánchez para intentar ir a por una mayoría absoluta en unas posibles generales en diciembre.
Apelar al voto útil
En el fondo sería intentar algo parecido a lo que ha querido hacer el PP de Feijóo con VOX, que por cierto no ha terminado de salirle, que no era otra cosa que remarcando sus diferencias intentar apelar al voto útil de la derecha. Pues bien, este posible escenario facilitaría al PSOE destacar diferencias con Sumar que quizás podrían beneficiarle mucho electoralmente.
A nadie se le escapa que antes, durante toda la legislatura, Podemos, y ahora Sumar, han sido mucho más proclives a posiciones nacionalistas y a un hipotético referéndum en Cataluña que el PSOE. Lo mismo que en asuntos sociales como fue la ley del ‘solo sí es sí’ o la ley trans que han llevado a rastras a los socialistas una buena parte de la pasada legislatura.
Y qué decir en política económica, más de lo mismo. Buena parte de las permanentes desavenencias entre la clase empresarial y financiera y el Gobierno de Sánchez han sido por iniciativas de Unidas Podemos, como los impuestos a la banca o las energéticas, las críticas a la distribución y sus líderes como Juan Roig y algo muy evidente, la polémica ley de vivienda.
Esta iniciativa parlamentaria, una promesa casi histórica de Unidas Podemos, no arrancó hasta los últimos meses de la legislatura y desde luego no es respaldada por el ala más liberal o menos intervencionista del Gobierno de Sánchez, que no se ha cortado en criticarla cuando ha podido.
Rectificaciones de Sánchez
Puede que a algunos se les antoje complicado entender a un Sánchez más centrado, pero no a la mayoría de los españoles que ya conocen bien al personaje. No hay más que repasar un poco la hemeroteca y ver la inmediatez con la que pasó de que los golpistas de Cataluña cumplieran íntegramente sus penas a un indulto o del “no podría dormir tranquilo con Pablo Iglesias en el Gobierno al acuerdo de coalición con Podemos”, y hay tantos ejemplos que resulta casi imposible enumerarlos todos.
Además, llegados a este punto habría que recordar el propio argumentario del actual presidente en funciones contra estos permanentes cambios de opinión, que más o menos es algo así como que no son mentiras sino rectificaciones, citando además a Adolfo Suárez que terminó legalizando al PCE o a Felipe Gónzalez que acabó aceptando la integración de España en la OTAN. Unas comparaciones con políticos muy reconocidos que, sin duda, le benefician mucho ante sus electores. Faltaría más, para eso están los argumentarios electorales.
Lamerse las heridas
Ahora mismo está todo en el aire y hay que lamerse las heridas para curarlas. El PP está noqueado y hasta con dudas en el liderazgo de Feijóo, viendo como se les ha escapado la oportunidad de un cambio por unos pocos votos, quizás por vender la piel del oso antes de cazarlo o por cerrar antes de tiempo los acuerdos autonómicos con VOX, cosa que inteligentemente no ha hecho el PSOE con Bildu en Navarra. Han ganado pero parece que al final perderán, a menos que socios tan poco fiables como históricamente ha sido siempre el PNV cambien de opinión presionados por el poder empresarial del Ibex 35.
VOX culpa a los populares del desastre y hasta les ofrece sus escaños, pero ahora mismo no valen para nada. Y Sumar sigue manteniendo que ha ganado en estas elecciones cuando resulta que no, que ha perdido muchos escaños de los que atesoraba Podemos, y que además tiene una gravísima infección dentro de su propio grupo parlamentario con hasta cinco escaños que no se sabe si al final obedecerán a la risueña Yolanda Díaz o a Pablo Iglesias.
Es casi una obligación antes de terminar hacer una apelación a esa idea de un Gobierno de coalición entre PSOE y PP, que tienen programas que coinciden mucho más entre ellos que con sus extremos de Sumar y VOX, siguiendo los modelos alemanes que se aplicaron con éxito en el pasado. Pero por estos lares esa idea es apenas una reflexión bienintencionada que se hacen en público unos cuantos socialistas veteranos que ya no mandan nada y a los que nadie hace ni caso.
Por intentar terminar con cierta coña, aunque desde luego no lo merece la endiablada situación política. Si Sánchez termina formando Gobierno es de suponer que no se atreverá a poner peajes en nuestras autovías, con la que se ha liado con este tema antes de las elecciones. Aunque, quién sabe. Puede ser que luego sea otro de esos asuntos en los que el líder socialista conviene que hay que rectificar la opinión. Al tiempo.