Los economistas llaman a esa estrategia: “teoría de la oferta” o, en términos más conocidos, la aplicación teórica de la curva de Laffer, por el economista que la popularizó. El concepto básico no era nuevo; el propio Arthur Laffer encuentra antecedentes en los escritos del filósofo Ibn Jaldún, que se remontan al siglo XIV.
Inicialmente, el inventorde ese mecanismo fue el francés Jean Baptiste Say, que ya en 1803, afirmaba: “toda oferta crea su propia demanda”. Maltus, otro economista, esta vez inglés, no estaba de acuerdo : “Say está equivocado”. En efecto, en cualquier crisis baja la demanda de bienes y por el contrario aumenta la demanda de dinero, de liquidez. Motivo, la precaución. No se compran bienes y las empresas no los venden.
¿No ha ocurrido precisamente eso cuando a consecuencia del covid en la ciudadanía de aquí y de Europa ha apostado por el ahorro. !Y de que manera!. En España, la congelación del turismo, mientras nacionales y extranjeros atesoraban dinero, y el consumo descendía.
Empresas en la picota y ciudadanos confinados en sus hogares. Había que encontrar una salida económica y sanitaria. Reacción radical de los partidos de la oposición al confinamiento y a las mascarillas mientras la actividad caía hasta un 10% del PIB nacional. Las empresas con los cierres bajados en espera de que lo que el mercado me ha quitado, el mercado me lo devuelva. No todo el mundo había entendido a Say.
En la gran depresión de los EEUU, el presidente Roosvelt, que no era un economista, apostó por romper las cadenas de la austeridad predicada e impuesta por los economistas y banqueros ortodoxos de la época, cuyo sermón consistía en que a medida que bajaban los precios los salarios reales mejoraban y solo era cuestión de tiempo de que se reanudase el crecimiento económico. Pero ocurrió que ese crecimiento no llegaba. Se atesoraba dinero y aumentaba el paro y el cierre de empresas financieras y no financieras.
Keynes afirmaba por aquel entonces que “un capitalismo exitoso necesita del soporte de un gobierno activo, de lo contrario solo algunos afortunados innovadores sobrevivirán”. Fascistas y comunistas decretaron el fin del capitalismo. Solo los socialdemócratas, que habían repudiado las apocalípticas profecías del comunismo y del nazismo, dirección central de la economía, abandonaron la ortodoxia fiscal y aceptaron déficits presupuestarios para enderezar la demanda.
La aplicación en España
ERTEs, créditos ICO, subidas del salario mínimo, y un largo etcétera de ayudas. Las empresas españolas han sobrevivido y los ciudadanos abandonado el fervor por el atesoramiento. Se ha recuperado la demanda, han regresado los turistas, España está creciendo más deprisa que sus socios europeos, pero eso sí, sujeta a los votos de vascos y catalanes para aprobar los presupuestos. a la vez que el gobierno pretende cerrar nucleares obsoletas (descomunal coste de reposición) y cerrar térmicas de carbón.
Pero se quiera o no reconocer, la economía ha despegado. Los indicadores objetivos confirmados por los organismos internacionales y por cualquier economista desprovisto de prejuicios, ahí están. España avanza y tendrá quizá otro gobierno del que seguimos desconociendo cual es su programa económico y social. Naturalmente no será el FIN de la Historia porque por fortuna hay muchísima vitalidad acumulada.