La única excepción al adelanto electoral, que Moncloa tenía ya preparado desde hace tiempo, habría sido una suerte de empate entre los bloques enfrentados, lo que le hubiera permitido a Sánchez mantener la agenda de la presidencia europea y sacarle todo el rédito posible hasta la siguiente cita en las urnas, que se hubiera celebrado el próximo mes de diciembre.
Así, el adelanto electoral estaba prácticamente decidido, tanto en el caso de un razonable resultado, como por el que se ha producido finalmente, la fuerte caída del PSOE y de sus aliados de izquierda, que era la opción más esperada, aunque en menor grado. Estos eran los escenarios que contemplaban desde Moncloa el presidente y sus más íntimos asesores, el jefe de su gabinete, Oscar López, y su adjunto, Antonio Hernando.
Ambos son colaboradores y compañeros de Sánchez de toda la vida con largos encuentros y desencuentros, pero muy próximos, casi podría decirse que amigos si no estuviéramos hablando de Sánchez. Cada día que pasa va quedando más claro que la mayor parte del Gobierno y el PSOE de Ferraz estaban a por uvas.
En riguroso secreto
No hay que darle muchas vueltas. La decisión es buena para Sánchez, con toda seguridad la mejor posible, por eso ha sido mantenida en el más estricto secreto al punto de dejar en ridículo a mucha gente, incluida la propia portavoz de la ejecutiva del PSOE. Además de saltarse por la cara el artículo 115 de la Constitución que establece que el Consejo de Ministros debe deliberar sobre esta decisión antes de comunicarla y anunciar el cierre de las Cortes, lo que no se ha hecho.
Al PP el anuncio le ha pillado con el paso cambiado, aunque tendrá tiempo de retrasar hasta después del 23 de julio sus posibles pactos con Vox, para no enseñar a lo que quiere jugar de verdad. Pero desde el mismo momento del anuncio electoral ya está sufriendo el castigo de la cantinela de la ola de extrema derecha que ha asolado a Europa y que ahora llegará a España, a menos que se logre movilizar la izquierda.
Argumentario muy preparado
Se trata de un argumentario que curiosamente repiten desde el minuto uno el Gobierno y todos sus aliados parlamentarios. Son los mismos razonamientos que ponen de manifiesto que se ha elaborado y repartido desde Moncloa y que podría estar preparado con mucha antelación. Todo ese marketing de –deberán elegir entre Biden, que soy yo, o Trump que son Núñez Feijóo y Abascal– que ha escenificado Sánchez ante sus diputados en el Congreso, en su primera intervención tras el anuncio de elecciones, desde luego que no es improvisado.
En este adelanto electoral, y sobre todo en la elección de la fecha de los próximos comicios, está todo tan medido y puede ser tan eficaz para Sánchez y sus aliados, que es imposible que se haya decidido en unas horas, pese a otra de las rimbombantes frases del presidente, en la que afirma que, tras asumir la derrota, la iniciativa la ha tomado él solo con su conciencia. Sin ninguna duda, ha entrado en campaña en el mismo momento de anunciar el adelanto electoral.
La audacia es marca de la casa
Por supuesto, la decisión lleva la audacia que es marca de la casa desde los comienzos de Sánchez en política, ya que es un golpe de mano en toda regla, casi magistral, contra sus enemigos, sean internos o externos, que los tiene por todas partes a estas alturas de la legislatura.
Corta de raíz cualquier posibilidad de rebelión interna en su partido, que estaba a punto de comenzar a tomar forma. No hay más que oír hablar a García Page, el único barón que ha resistido en su feudo, o ver el cambio de actitud del extremeño Férnandez Vara, que ha pasado en menos de 24 horas de retirarse a dejar claro que venderá cara su piel.
Deja al PP con las ganas de la celebración electoral de los resultados del pasado domingo y le obligará a tomar más distancia con Vox de la que hubiera deseado, a ser mucho más cauto en todos los sentidos con el partido de Abascal, además de forzarle a ponerse las pilas en apenas 54 días que son los que faltan para la nueva cita electoral.
También obliga a la izquierda de Unidas Podemos y Sumar, que llevan meses en Babia, a ponerse de acuerdo o no en un tiempo récord lo que es buenísimo para Sánchez tanto si lo consiguen como si no. Si lo logran serán capaces de frenar algo la debacle que se intuye y si no, le garantizan al presidente que podrá apelar al voto útil de la izquierda y rebañar muchos votos que no eran suyos. Detalle importante, ya están surgiendo las habituales voces en el mundo del artisteo para pedir la unidad de la izquierda y evitar un vuelco de la derecha. Rozalén, Carlos Berlanga, Juan Diego Botto, entre otros muchos, ya están promoviendo un manifiesto por la unidad de la izquierda.
Diferencias entre Cataluña y País Vasco
Respecto a los nacionalistas, está pasando algo parecido a lo dicho con el artisteo. El propio presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, miembro de ERC, partido que por cierto ha recibido un varapalo electoral muy grande, asustado porque puede acabarse el chollo de tener a Sánchez de presidente, ha salido en tromba defendiendo la necesidad del nacionalismo de unirse, incluso con listas conjuntas, para intentar evitar la llegada del PP y Vox. Parece que están en ello.
Curiosamente sucede igual por otras latitudes, a la altura del País Vasco, donde consciente el Gobierno de la sangría de votos que ha podido recibir en toda España por su relación con Bildu, así como el fuerte crecimiento de los herederos de ETA en detrimento del PNV, ahora parece escorarse e intenta dejar atrás estas amistades peligrosas en la formación de mayorías municipales. Igual que la audacia, el pragmatismo es otra de las marcas de la casa Sánchez. El propio líder de Bildu, Arnaldo Otegui, acaba de hacer unas declaraciones casi en tono de broma ante la negativa del PSOE de pactar ahora con ellos. Ha dicho que no se le puede decir a la gente –llevo cuatro años aprobando los Presupuestos con Bildu, pero ahora no me gusta Bildu, la gente no es tonta–.
Y finalmente, lo que es más importante y ya están repitiendo machaconamente todos los aliados mediáticos de Sánchez, que son muchos no lo olvidemos y están muy bien engrasados, los resultados de municipales y autonómicas es evidente que no han sido buenos, pero su traslación a unas generales no deja en tan mal lugar al PSOE. Otro detalle sobre la inexistente improvisación. El Consejo de ministros del día siguiente de la debacle electoral, el mismo que se reunió tras el anuncio de convocatoria hecho por Sánchez, autorizó la puesta en marcha de un contrato de publicidad institucional de 440 millones de euros, cuatro veces el presupuesto habitual, ahí es nada.
Diferencias para medir los votos
Sigamos con las tesis de los aliados mediáticos del Gobierno. El PP ha sacado al PSOE 760.000 votos de diferencia y los populares suman 1,9 millones más que hace cuatro años, pero el PSOE sólo se deja 388.000 sufragios menos que en la última convocatoria electoral, una cifra que creen que puede remontarse en unas generales, donde, además, votan más ciudadanos. Pero como también se busca desmovilizar a la derecha, se elige una fecha insólita hasta hora en los calendarios electorales en España. El 23 de julio, en plenas vacaciones de verano y con un puente en cuatro comunidades autónomas, Castilla–León, Galicia, Navarra y País Vasco, por la festividad del apóstol Santiago el 25 de julio.
El escenario es apasionante y lo bueno para los ansiosos porque habrá resultados muy pronto. De momento, Ciudadanos ha dado una prueba de madurez o de cordura quitándose de en medio, tras decidir que no se presentará a los próximos comicios. Asegura que ahora tiene que recomponer filas y reinventarse. No parece complicado anticipar ciertos movimientos.
Extrema derecha, derecha extrema
El PP, aunque ha salido muy bien en las elecciones municipales y autonómicas, sabe que no lo tiene ganado y que deberá estar más pendiente de no meter la pata que de acertar en estos pocos días que faltan para la votación. Y así lo hará dado el carácter y la fría impronta de su propio líder, Alberto Núñez Feijóo. Vox, que menos en Madrid por Díaz Ayuso ha subido en toda España, también va a tener que hilar muy fino y modular mucho su discurso.
Respecto al PSOE y sus aliados, ya conocemos la estrategia marcada por el propio adelanto electoral. Tratarán por todos los medios de reeditar un gobierno de coalición como el actual con los apoyos nacionalistas que puedan, y no dejaran de repetir lo de la extrema derecha por Vox y la derecha extrema por el PP, algo así como –nosotros o la mancha llegará también a España–. Y pondrán un poco de economía en sus ofertas, ahora que estamos creciendo algo. Apelarán además a la necesidad de terminar un montón de leyes que tienen a medias.