Efectivamente la inflación continúa siendo desproporcionadamente alta, pero también lo es la restricción del crédito, lo que no deja de ser el sustituto a una subida del tipo de interés. Además, algunos indicadores de la actividad económica, como el número de parados en marzo, habían alcanzado el máximo nivel en los últimos dos años en los EE.UU.
Asimismo, el número de oficinas vacías confirma la contracción de los créditos inmobiliarios, a la vez que se agudizan los riesgos en las empresas de menos de 250 trabajadores; las más vulnerables en la actual coyuntura.
También ha podido pesar en la prudente cautela de los responsables de la Reserva Federal y el recuerdo de cómo Paul Volcker -uno de los presidentes de la FED más carismáticos- corrigió el tiro a medidos de los años 80 para escapar a una fuerte recesión. ¿Otra modalidad de un intento de “soft landind”, la protagonizada ahora por la Reserva Federal?
Jeremy Powell y sus colaboradores han limitado la subida del tipo de interés a un cuarto de punto a la vez que no ha aparecido en el comunicado ninguna advertencia sobre próximas subidas. Christine Lagarde ha mantenido la misma tónica que el colega americano. La inflación sigue siendo alta en la UE,7% en abril, mientras el ritmo de avance de la economía de la UE no alcanza el 0,2 que si marcan las cifras del PIB en España en primer trimestre de 2.023.
Los críticos ante “la reacción tardía del BCE” a la hora de combatir la inflación no deberían olvidar que las proyecciones de los expertos de la institución de Frankfurt apuntaban a una inflación de baja intensidad. La presidenta del BCE debió confiar en sus expertos como demuestran sus primeras declaraciones ante la llegada de las subidas de precios.
Tipos de interés del 5-5.25 % en los EEUU y del 3.75% en la UE alejan la probabilidad de un Lehman Brothers sin renunciar a la contención de los precios. La actividad ralentizara su ya modesto ritmo de avance, encarecimiento del coste del dinero y en consecuencia menos créditos a empresas y consumidores, pero sin que asistamos a una cuasi paralización de los intercambios internacionales y una aguda recesión.
Los indicadores de la economía española, empleo y actividad, junto a la prudencia de nuestra banca no pueden sino tranquilizarnos, junto a la reciente actuación del BCE en la presente y difícil coyuntura actual. El partido, no obstante, deja de estar ganado.
Un esfuerzo de todos en las cuestiones del comer no le vendría mal a las ciudadanas y ciudadanos de estas tierras sedientas de agua y colaboración de la clase política. La economía española no va mal sino bastante bien. Negar la realidad no es propio de quienes sustenten credenciales patrióticas.