¿Cómo se explica esta brusca caída? Hay muchas razones para justificar el descenso, desde la creciente competencia de la renta fija -el Banco Central Europeo subirá los tipos de interés al menos 25 puntos básicos en la reunión de mayo que se celebra hoy- hasta el miedo de los inversores a un recesión económica, pasando por las dudas que genera entre los grandes fondos internacionales la doble cita electoral de 2023 en España.
"Las cifras reflejan una enorme atonía. Sólo la gran caída provocada en marzo por Silicon Valley Bank y el rescate de Credit Suisse, que propició una gran oleada vendedora, han roto el encefalograma plano del negocio a lo largo del año. Ya en abril las aguas volvieron a la tónica habitual de pobres intercambios de acciones. De momento, los grandes fondos tienen el freno echado", señalan fuentes bursátiles.
Mientras, la bolsa española propiedad del grupo suizo Six sigue perdiendo componentes históricos. Mediaset España se acaba de despedir del parqué después de la fusión que provocará la absorción de la compañía por parte del MediaForEurope. Se va quien otrora fuera un valor importante y muy popular del mercado español, caracterizado entre otras cosas por una elevada rentabilidad por dividendo.
El turno de Gamesa
Antes, en febrero, fue el turno de Siemens Gamesa, ese proyecto de altos vuelos que finalmente se quedó en un gran fiasco. Que compañías emblemáticas como estas dos se vayan es un problema, pero al fin y al cabo forma parte de la vida normal de los mercados. Pero lo preocupante de verdad es que la tasa de reposición en la bolsa española es prácticamente inexistente en los últimos años.
El balance de 2023 es de cero salidas a bolsa. Hay que remontarse al verano del año pasado para encontrar la última oferta de acciones, la de Opdenergy. Pero el problema es de fondo, porque en los últimos cinco años sólo ocho compañías han aterrizado en bolsa. Una cifra totalmente insuficiente para cubrir el alto número de salidas que han abandonado la bolsa. Por ejemplo, sólo en 2021 hubo ocho bajas.
El futuro no se presenta precisamente halagüeño. La tormenta financiera de marzo ha secado todo el mercado europeo hasta niveles insospechados, no vistos desde 2019. Todo hace indicar que, en el momento actual de dudas sobre el crecimiento económico mundial y sobre la evolución del precio del dinero a uno y otro lado del Atlántico, el mercado va a seguir seco al menos hasta después del verano.