Se trata de la tercera quiebra bancaria estadounidense en apenas dos meses después de Silicon Valley Bank y Signature Bank en medio de una preocupante fuga de dinero de las cuentas, lo que está demostrando los pies de barro del sistema financiero norteamericano que amenaza con extenderse si no se adoptan medidas urgentes para acotarlo.
Pero lo cierto, es que eso algo para lo que ningún banco, por mucha liquidez y solvencia que tenga está preparado para aguantar. Y que el problema se lo quede un grande casi asusta hasta más.
JPMorgan se ha impuesto a otras entidades interesadas, entre ellos PNC Financial Services Group y Citizens Financial Group, que también han presentado ofertas el pasado en la subasta realizada por los reguladores estadounidenses para frenar la crisis. El coste rondará los 13.000 millones de dólares, aunque el precio final se determinará cuando la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) ponga fin a la administración judicial.
First Republic contaba unos activos totales de 229.100 millones de dólares a 13 de abril y depósitos por valor de 103.900 millones de dólares, según la FDIC. Las 84 oficinas del banco en quiebra en ocho estados reabrirán como sucursales de JPMorgan Chase Bank a partir del lunes, según el comunicado.
De momento, la decisión de compra por parte del principal banco de Wall Street para quedarse con la mayor parte de los activos de First Republic y con todos los depósitos, incluidos los no asegurados, ha supuesto un parche para taponar la sangría en el sector, pero algunos operadores temen que no sea suficiente.
De hecho, los bancos españoles han sufrido fuertes desplomes en las últimas sesiones en medio de crecientes especulaciones, lo peor que le puede ocurrir al mercado, sobre su capacidad de resiliencia, a pesar de la fortaleza mostrada en las cuentas del primer trimestre solo contenidas por el efecto negativo que ha tenido en los beneficios el “impuestazo” temporal a los denominados beneficios caídos del cielo.