Sin embargo, después de dejar correr la noticia como la pólvora, hay quién dice que para hacerse publicidad, Cleese ha tuiteado que finalmente no lo hará. En cualquier caso la polémica suscitada vuelve a poner de actualidad la terrible irrupción de lo políticamente correcto en el mundo actual. Y, lamentablemente, también nos hace pensar que no es sólo en España donde esta filosofía del pensamiento único se ha instalado para quedarse y bloquearnos el cerebro.
La escena concreta que se ha estado publicando que se evitaría, para no herir la sensibilidad de la comunidad trans, era una en la que un personaje les decía a sus colegas revolucionarios de Judea que había decidido hacerse mujer y tener hijos, y les pedía que le llamasen Loretta, para el asombro y el rechazo de sus correligionarios, por supuesto todo en tono disparatado, pero muy blanco y de broma.
Hay que recordar que esta divertida película de 1979, lo que armó fue una gran polémica religiosa, e incluso se prohibió en algunos países al ser considerada profundamente irreverente con la religión cristiana.
Qué han hecho por nosotros los romanos?
No es por dar ideas, pero hay que pensar en el poco recorrido que le puede quedar a esta película en algunas regiones de España, si algún alto cargo de determinados gobiernos autonómicos hila fino y se pone a pensar en aquella otra escena hilarante de la película en la que los revolucionarios judÍos se preguntaban qué habían hecho por ellos los romanos.
Primero la respuesta era nada, nada de nada, pero luego los revolucionarios judíos tímidamente empezaban a recordar las cosas que habían hecho los romanos y resulta que era una larguísima lista de mejoras en su vida, acueductos, puertos, carreteras, templos, canales, etc., que, sin embargo, ellos seguían negando cada vez que añadían otra de ellas. Pues eso…, no hay que darle muchas vueltas.
La reciente polémica sobre el racismo en el fútbol español a raíz de los insultos al jugador del Real Madrid, Vinicius, en un partido contra el Valencia, puede ser otro ejemplo de lo políticamente correcto, pese a lo serio del asunto en cuestión.
España no es un país racista
España no es un país racista ni de coña. No hay más que comparar todas los estudios que se han hecho sobre ello. Todos dejan en bastante peor lugar a algunos países que ahora están piando contra España por lo sucedido en Valencia y, según algunas fuentes, este caso tendría mucho que ver con la candidatura conjunta de España, Portugal y Marruecos al Mundial de Fútbol de 2030. ¿Recuerdan la famosa preguntita del simpático Alberto de Mónaco sobre cómo podríamos garantizar la seguridad en Madrid que tanto contribuyó a dejarnos fuera de celebrar una competición?
Lo que sucede es que la pasión futbolística ha ido esta vez demasiado lejos, como en tantas ocasiones, pero si el jugador brasileño hubiera sido bajito le hubieran llamado enano y si hubiera sido tuerto le hubieran llamado cegato, así de claro. Lo que no es correcto y no debe justificarse en ningún caso y claro que exige tomar medidas. Pero de eso a liar un parda internacional y ponernos nosotros solos en la diana, hay un abismo.
Pero somos como somos y estamos liando una de órdago contra nosotros mismos, por cierto, como siempre. Ha tenido que intervenir hasta el presidente de Brasil, Lula da Silva, y se han juntado cientos de manifestantes en distintos consulados españoles en el extranjero para protestar contra el racismo en España, lo que es una prueba de que no aprendemos y seguimos alimentando nuestra propia leyenda negra, a diferencia del resto de naciones, que a lo que se dedican es a ocultarla. Pero nosotros, erre que erre, señalando posibles pistas a nuestros enemigos, aunque no sean verdaderas. En seguida nos sale la vena cainita y por lo que se ve, no aprendemos.
La estupidez se extiende
La estupidez y la estulticia se están instalando en nuestra sociedad y empiezan a abarcar todos sus espacios. Primero comenzó en la política, ya que los políticos son siempre maestros en aprovechar las debilidades de los ciudadanos para avasallarles y engañarles, pero luego se ha seguido extendiendo a otros ámbitos, como la cultura, pensemos en la luz de gas que se ha hecho a Woody Allen como cineasta. Pero hay muchos más ejemplos, el arte y, ahora, hasta el fútbol.
Recordemos que fue José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno quién empezó diciendo necedades de una forma solemne sin pestañear, lo que hubiera hecho enrojecer de vergüenza a cualquiera de los políticos de verdad de la "Transición española", a todos esos que supieron renunciar a dogmas que parecían intocables por la concordia y el bien común.
Pues se ve que ese estilo de Zapatero ha tenido un gran éxito y se ha extendido como un virus, al punto de que se ha convertido en una norma que todos se aplican sin pestañear. Veamos lo que está sucediendo en el proceso electoral en el que estamos inmersos, en el que están tratando a los ciudadanos como imbéciles, y les prometen todo lo establecido dentro de lo políticamente correcto sin despeinarse.
Las elecciones son una prueba
Con las elecciones han llegado las rebajas y el marketing por parte de todos los partidos en liza. El presidente Sánchez, al margen aprobar leyes como la de la vivienda, que llevaba años en un cajón, se dedica en cada mitin a prometer alguna regalía a algún sector de la sociedad. Generalmente a jóvenes o a viejos a los que debe considerar peor informados, que luego aprueba a los dos días en un Consejo de Ministros. Es terrible que la junta electoral central mire para otro lado y no haya hecho nada al respecto.
Así, por parte del PSOE vamos acumulando programas para jóvenes como un aval de hasta el 20% de la hipoteca para comprar una casa, rebajas del 50% para viajar en interrail por Europa, descuentos del 90% para trenes y autobuses para viajar por España y del 50% si es en AVE, además de un cheque de 400 euros para gastar en cultura si cumples los 18 años, entre otras muchas cosas. Y para mayores, al margen de la reciente revalorización del 8,5% de las pensiones, al parecer también habrá una rebaja para ir al cine los martes por 2 euros. Como en la ruleta, no va más, impresionante.
Y el PP, pues lo mismo. Se está centrando en prometer en cada lugar lo que esperan oír los electores y no se corta. Defiende el idioma español en Madrid pero no en Cataluña, País Vasco, Baleares o Valencia, que es donde hace falta, políticas de trasvases en Murcia pero no en Aragón, y la ilegalización de Bildu en Madrid pero no a nivel nacional. En fin, otra broma.
Ya lo hemos dicho desde estas páginas otras veces, Vox y Unidas Podemos, al margen de su demagogia habitual, al menos son más sinceros en sus propuestas y por ello más radicales, lo que les aleja algo de lo políticamente correcto y se agradece. Y a Ciudadanos, ni está ni se le espera.
Acatar sin cuestionar
El problema es el acatamiento de las doctrinas al pie de la letra, sin discutirlas ni entrar en un debate sobre las mismas, en renunciar a entender que el mundo se ordena mucho más por tonos grises que por colores blancos o negros perfectos. Da igual que todo este acatamiento provenga de las derechas o de las izquierdas, o de las nuevas e irrefutables doctrinas como el cambio climático, entre otras muchas. Y, por supuesto, toda esta ideología siempre bajo el paraguas de lo políticamente correcto, esa nueva doctrina que da directrices y no deja pensar con inteligencia, ya que oponerse es ser considerado un sacrílego, un rebelde que no tiene derecho a discrepar ni merece espacio para exponer sus ideas.
El poeta griego Teócrito definió la libertad de pensamiento de una forma maravillosa con la sencilla frase de que "los hombres libres tienen ideas, los sumisos tienen ideologías". Es una manera magistral de dejar claro que los frenos y las ataduras a la libertad de pensar suelen ser en muchas ocasiones las ideologías, que pueden hacer a quien se cree y se siente libre, esclavo voluntario de otros, que lo someten sin grilletes por medio de determinadas doctrinas que lo dirigen a distintas formas de pensamiento único, donde no hay espacio para los matices y los tonos, ni siquiera para el debate.
Creo que fue el mismo Teócrito, aunque no lo tengo comprobado al cien por cien, o quizás fue otro, quien nos dejó también la frase de que "mientras hay vida hay esperanza", lo que puede valer para despedir estos comentarios tan poco optimistas.