OPINIÓN

La inflación modifica los hábitos de ocio de los españoles

La sen­sa­ción es de que la si­tua­ción eco­nó­mica es buena, aunque se con­suma menos que antes

tickets restaurante
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El Banco Central Europeo (BCE) ha de­ci­dido ra­len­tizar las subidas de tipos de in­te­rés, y en su úl­timo mo­vi­miento el in­cre­mento del precio del di­nero ha sido de solo un cuarto de punto, en lugar del medio punto al que nos tenía acos­tum­brados du­rante las úl­timas siete alzas con­se­cu­ti­vas. Probablemente se debe, dicen los eco­no­mistas más ave­za­dos, a que nos en­fren­tamos a un pe­riodo de in­fla­ción que va a ser más largo del es­pe­rado ini­cial­mente.

Es por ello que el BCE ha modificado ligeramente su receta y ahora apuesta por elevar el precio del dinero un poco menos, pero más veces de las que ellos mismos habían calculado al comienzo de esta tormenta económica y financiera que estamos viviendo.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha dicho que no están pausando el actual ciclo de subidas de tipos, a pesar de haber frenado el incremento del precio del dinero a 25 puntos básicos, la menor de las siete subidas consecutivas de la tasa adoptadas por la institución desde el pasado mes de julio. Dicho más claramente, que esto todavía va para rato y que el ciclo de inflación será más largo del previsto inicialmente.

La guerra y sus riesgos siguen

Desgraciadamente la guerra sigue en Ucrania y el riesgo de que el conflicto se enquiste o provoque una crisis mayor no desaparece. Hay muchos que ven en el medido acercamiento de China con Rusia una coartada para que el gigante asiático intente hacer con Taiwán lo mismo que Putin con Ucrania y eso sí que serían palabras mayores para Estados Unidos y un riesgo de guerra total.

Y con este alargamiento de la crisis bélica, que tantas veces se nos antoja demasiado deliberado, se mantiene la incertidumbre. Aunque los precios energéticos hayan dado un leve respiro, la realidad es que la mayoría de las materias primas siguen por las nubes, igual que los fletes internacionales. No parece que a nadie le interese demasiado parar la guerra por ahora. Solo se ha visto al mandatario brasileño Lula da Silva haciendo una gira por diversas cancillerías europeas para promover un plan de paz que nadie le ha comprado. El resto de políticos, incluidos los nuestros, lamentablemente solo hablan de armas.

Los precios del gas siguen dando grandes alegrías a EEUU, hasta el punto de que ya se están dando nuevas licencias para ‘fracking’, los Estados europeos siguen inflando sus recaudaciones y llegando sus arcas como nunca, y las economías más emergentes como China e India, entre otras, tienen previstas unas elevadísimas tasas de crecimiento para los próximos años a las que no están dispuestas a renunciar.

Quien más, quien menos, aprovecha la particular situación en su beneficio. Hasta los bancos españoles, todavía cargados de liquidez por las políticas del BCE durante los últimos años, se están resistiendo a remunerar el ahorro de los españoles y aguantarán hasta que no puedan más. Eso sí, es justo reconocerlo, también presionados por un Gobierno que les ha subido considerablemente los impuestos y que no para de meterles presiones con las hipotecas.

El problema son los salarios

El grave problema de esta inflación prolongada, ya lo hemos dicho en estas páginas alguna vez, son los salarios, ya que los sueldos de los españoles, a diferencia de las pensiones, no están subiendo como el coste de la vida. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el salario de los trabajadores de grandes empresas, básicamente los mejor pagados, creció un 3,7% en 2022, muy por debajo de la inflación media del año, que el organismo confirmó en el 8,4%. Y este 2023, según la consultora Ceinsa, las subidas salariales estarán en torno al 3,16%, un porcentaje muy alejado del 8,5% de subida que los pensionistas han visto en su prestación.

Sin duda, el reciente acuerdo entre la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) y los sindicatos después de meses de reuniones, acordando subidas salariales para los próximos tres años del 4% en 2023 y de un 3% para 2024 y 2025, ayudará algo, pero todo indica que los sueldos seguirán por debajo de la inflación, incluso aunque se active la cláusula de revisión anual pactada que puede suponer una subida adicional de hasta otro 1%.

La situación inflacionaria va para largo, por lo que las familias están teniendo que tomar las medidas que tienen a su alcance para aplacar el brutal impacto de la subida de precios. Sin duda, lo primero que han hecho es empezar a gastarse los ahorros, pero también están modificando sus principales hábitos de consumo. Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) se está reduciendo el consumo de productos frescos, como la carne y el pescado (32%), pero también las frutas y verduras (18%).

Hasta un 90% de los consumidores españoles, añade la OCU en un informe presentado el pasado enero, ha cambiado sus hábitos alimentarios por la inflación, priorizando la mayor parte de ellos los productos en oferta, las marcas blancas o los súper 'low cost' y, en menor medida, reduciendo el consumo de alimentos frescos. El informe destaca que los hogares que atraviesan dificultades económicas en España han pasado del 23% al 35% en los últimos ocho meses y que los que se ven obligados a recurrir a sus ahorros para llegar a final de mes ya son un 60%, igual que los que tienen que pedir dinero a familiares y amigos (32%) o solicitar un préstamo al banco (18%).

Ahorrar como sea

Además, añade la OCU, la inflación también está promoviendo nuevos hábitos de ahorro para reducir el gasto en ocio y hostelería (87%), en ropa y complementos (84%), en viajes (84%), en actividades culturales (80%) y hasta en el uso del coche (74%). Sin embargo, estas cifras contrastan con el reciente éxodo de vacaciones de Semana Santa que acabamos de ver en España, como si no existiera ninguna crisis, con aeropuertos saturados, hoteles llenos, carreteras colapsadas o bares y restaurantes sin una mesa disponible. Lo mismo que en el puente de mayo, todo a reventar.

Es indudable que tras el coronavirus teníamos ganas de salir, ver mundo y relacionarnos con nuestros amigos y nuestra familia, pero hace ya tiempo de eso y no explica que no haya billetes para el teatro o el cine y el todo lleno de los bares y restaurantes.

Quizás para explicar esto habría que recurrir a lo que el economista Santiago Niño Becerra llama "la ilusión del restaurante", que no es otra cosa que intentar explicar por qué los problemas económicos derivados de la inflación puedan ser compatibles con estos establecimientos llenos a rebosar, lo que puede dar la sensación de que la situación económica es mejor de lo que realmente es. Y que además sería extrapolable a otras actividades económicas relacionadas con el turismo.

Centro de nuestra vida social

El asunto, según Niño Becerra, tiene una explicación, que no es otra que aunque los españoles están haciendo malabarismos para poder pagar sus facturas y llegar a fin de mes, no renuncian a visitar bares y restaurantes, lugares donde se concentra una gran parte de su vida social, por lo que estos establecimientos siempre están llenos.

Pero la cosa tiene truco, según el economista, y hay que fijarse en la facturación que se tiene al final del día, que desgraciadamente para los hosteleros, es notablemente más baja que la de hace unos meses o años, aunque haya más gente en el local y menos mesas vacías. A su juicio, antes se bebían tres botellas de vino por mesa y se consumían cuatro raciones y ahora solo se bebe una botella y se come una ración. Eso es lo que ha cambiado para nuestra desgracia y así están las cosas por el momento.

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