OPINIÓN

Los vicios del poder (político, económico y mediático)

Las pri­va­ti­za­ciones de mo­no­po­lios pú­bli­cos, origen de la ac­tual es­truc­tura mo­no­lí­tica de España

Vicente Vallés.
Vicente Vallés.

No co­nozco a Pablo Iglesias ni co­mulgo con su credo po­lí­tico, pero le tengo por ser el ver­da­dero ideó­logo de la lle­gada al poder de Pedro Sánchez. Fue en aquella mo­ción de cen­sura pre­sen­tada por los so­cia­listas el 25 de mayo de 2018 contra el Gobierno de Rajoy, con­se­cuencia de la po­lé­mica re­dac­ción de una sen­tencia sobre el caso Gürtel, que con­si­de­raba pro­bado que el Partido Popular se había be­ne­fi­ciado a tí­tulo lu­cra­tivo de dicha trama de co­rrup­ción desde 1989.

Pero sobre todo creo que fue Iglesias quién hizo comprender al hoy presidente del Gobierno que era posible una mayoría parlamentaria contando con los partidos nacionalistas catalanes y vascos, cosa que parecía imposible entonces, pero que lleva siendo una realidad desde hace unos cuantos años para asombro de muchos veteranos socialistas.

Un reciente artículo del director adjunto de VozPópuli Alberto Pérez Giménez, titulado “Pablo Iglesias quiere ser Vicente Vallés (y terminar como Sánchez Galán)”, desarrollaba el creciente interés de Iglesias por los medios de comunicación, que podría remontarse a su casi olvidada irrupción en la vida política española. De hecho lleva desde entonces participando en ellos y tiene ambiciosos proyectos. También deriva su atención por las grandes empresas multinacionales, como espacios de auténtico poder en España, muy por encima de la capacidades de un Gobierno o de un Consejo de Ministros.

Pablo Iglesias lo tiene claro

En un coloquio para la presentación de un libro en el que participó hace no demasiado tiempo, Iglesias se hizo la pregunta de “¿quién tiene más poder, Feijóo o Vicente Vallés? ” y el mismo se la respondió, “¿Vallés, mil veces más”. Y también se preguntó “¿quién tiene más poder, un ministro del Partido Socialista o Antonio García Ferreras? ”. Y volvió a responderse sin ninguna duda: “Antonio García Ferreras tiene muchísimo más poder político”.

El artículo incluía también otras declaraciones de Iglesias en el mismo sentido pero en vez de enfocadas a los medios de comunicación, dirigidas a las grandes corporaciones empresariales, y lo que es más importante, efectuadas después de su paso por el Gobierno de coalición como vicepresidente primero.

Decía Iglesias que: “El poder que se puede ejercer cuando se llega a un Consejo de Ministros es enormemente limitado. Cuando Sánchez Galán dice, si me tocas las narices yo puedo dejar sin luz ni calefacción a los españoles, ahí está demostrando el verdadero poder”.

Toda esta extensa introducción viene al caso para decir que, salvando algunos matices, pero no demasiados, coincido mucho con Pablo Iglesias en que los medios de comunicación y las grandes empresas, sobre todo estas últimas, acumularon un gran poder en España, en muchos casos capaz de competir con el Ejecutivo de turno, aunque éste siempre tiene el BOE a mano como disuasión nuclear.

Vulnerabilidad de los medios de comunicación

Y me atrevería a decir que estas grandes compañías concentraron aún más poder desde que las cosas se torcieron definitivamente para los grupos de comunicación con el estallido del mundo digital en todas sus vertientes. La debilidad financiera de estas compañías periodísticas, que además estaban muy tocadas por sus muchos excesos en la anterior época de bonanza, las dejó a merced de las grandes corporaciones con intereses en numerosos sectores como la energía, las telecomunicaciones y la banca fundamentalmente, provenientes una gran mayoría de ellas de las privatizaciones de los antiguos monopolios públicos.

En la mayor parte de los casos, muchas de estas empresas primero fueron financiadoras de esos grupos mediáticos, luego prestamistas y al final terminaron hasta siendo accionistas a cara descubierta o de tapadillo, que hay para todos los gustos. En la mayoría de los casos tampoco hubo que acudir a conversiones de deuda en acciones o favores ni operaciones alambicadas, y, sencillamente, el poder se ejerció directamente a través de la publicidad.

Todo esto, y me refiero a la creación de esas grandes corporaciones que tantas veces han disputado el poder a los gobiernos de turno, comenzó cuando Felipe González primero y luego José María Aznar, realizaron una decidida política de privatizaciones del sector público estatal, los antiguos monopolios, fundamentalmente en los sectores de energía, electricidad y gas, también de banca y con ella seguros, incluso en autopistas, distribución y producción de tabaco, pero también de otros sectores como el del transporte aéreo o el textil.

Las otrora joyas de la corona

Realmente fueron dos décadas de euforia privatizadora por parte de socialistas y populares, necesitados de reducir el déficit y la deuda a toda costa para entrar de verdad en Europa, en las que paquetito a paquetito se fueron perdiendo las llamadas "joyas de la corona", cuyos nombres no hace falta mencionar al ser de sobra conocidos en el Ibex 35.

No hay que ser un lumbreras para poner nombres a los gestores que han pasado como presidentes o altos ejecutivos en la reciente historia económica de España por estas compañías, para reflexionar un poco sobre la concentración de poder que se puso en unas pocas manos, que en su mayoría supieron blindarse adecuadamente y con ello asegurarse el futuro al frente de las mismas. Y ser conscientes de que todos ellos fueron nombrados por el poder político.

Recordemos por ejemplo todo lo que se habló sobre el círculo de amigos del poderoso vicepresidente económico de Aznar y luego director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y presidente de Bankia, Rodrigo Rato, una gran mayoría de ellos expertos en Bolsa y mercados de capitales.

Pero hay que hablar también del resto de partidos políticos y de sus inverosímiles equilibrios para alcanzar acuerdos, incluídos por supuesto los nacionalistas, de otra manera habría que hacerse, por ejemplo, preguntas como está: ¿dónde está escrito que determinadas compañías deban estar presididas por ejecutivos catalanes o vascos? como sucede en la realidad, lo que no deja de resultar curioso a estas alturas del partido.

Para entender la historia

Hay recientes capítulos de la historia económica y empresarial de España, como fue la batalla por Endesa, que no pueden entenderse a menos que uno intente aproximarse a su comprensión mezclando en un cóctel casi imposible todas estas cosas de las que hablamos. Asuntos como la privatización de antiguos monopolios públicos, los equilibrios de poder entre el centro y la periferia de la península, apoyos de los grupos nacionalistas vacos y catalanes al PSOE o al PP y, cómo no, la propia personalidad de los líderes de las empresas en cuestión. ¿Una fórmula para dar cohesión el Estado a base de descentralizar lo heredado de la oprobiosa?

Aquellos gestores situados al frente de los monopolios privatizados, con una concentración de poder tan impresionante en esos años que les sirvió para blindarse en su cargos y reforzar sus posiciones aprovechándose de todo lo que disponían, desde la ilimitada capacidad económica de estas empresas para gastar y gastar hasta las amistades políticas e incluso las modas malamente importadas, como las empresariales y las de gestión.

Recordemos toda aquella corriente de la responsabilidad social corporativa y el “buen gobierno”, que quién sabe si alentaron ellos mismos. Ello les permitió fichar a consejeros independientes, un indudable timo de la estampita, ya que nunca han existido consejeros más leales que los asientos agradecidos.

Hasta el infinito y más allá

También dieron entrada a socios leales a ellos, generalmente fondos internacionales de su confianza, o diluyeron mucho el capital de las empresas entre accionistas pequeños, todo con el objetivo que siempre alcanzaron, seguir al frente de estos grupos “sine die”. Hasta el infinito y más allá como diría Buzz Lightyear, el entrañable personaje de Disney. Bueno, en los casos que hablamos, a una edad de jubilación generalmente muy, muy elevada, tanta que algunos no han llegado todavía a ella.

En la mayoría de los casos además han sido ellos los que a la hora de retirarse han designado a sus sucesores. Cuando ya no les quedaban argumentos para continuar por pura edad y por incumplir la mayoría de requisitos de esos fondos a los que hicieron accionistas, y sobre todo tras acumular unas pensiones multimillonarias, han sido ellos mismos los que han decidido quién les sustituiría. De hecho, ha habido algún supuesto financiero que hasta se ha equivocado en dos o tres ocasiones, para desgracia de la siempre delicada cotización bursátil y de la salud de la entidad.

Pocos cambios

Pero la suerte ha sido dispar, como siempre sucede, con cada uno de estos poderosos ejecutivos. No hay muchos en activo, otros ya retirados, en otras compañías, de todo. Lo mismo que el devenir de estas grandes corporaciones. La mayoría han crecido mucho, se han internacionalizado, algunas se han vendido, otras atraviesan problemas; en fin, también hay historias para todos los gustos, pero la verdad es que una gran mayoría siguen siendo la punta de lanza del mundo de los negocios en España.

Hubo un momento, hace no demasiado tiempo en España, en que siempre que algún político estaba dando una conferencia en cualquier de los imnumerables foros que existen para ello, generalmente grandes hoteles, si te fijabas en la letra pequeña, en quién patrocinaba el acto en cuestión, es decir, quién lo pagaba, lo normal es que fuera una de estas grandes corporaciones proveniente del sector público. Bueno, la verdad es que sigue pasando esto en la mayor parte de los casos, así que las cosas no han cambiado mucho.

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