Pero más allá del resultado anual, que en términos netos se redujo en parte también por la revalorización de real frente al euro (la situación económica en Brasil no es nada buena y fue además un año electoral), lo que llama la atención es la evolución muy positiva del conjunto de la operación de Telefónica Brasil, que en términos absolutos es la segunda más importante de la operadora española, solo superada por la alemana y al mismo nivel de la británica.
En términos de facturación o volumen de negocio, Vivo creció un 9,1%, alcanzando los 48.000 millones de Reales (unos 8.600 millones de euros), dos puntos más que el Ebitda, que llegó a los 19.282 millones de Reales (unos 3.454 millones de euros).
Todo ello pese al incremento de los costes operativos, que se han disparado un 14,9%, hasta los 28.700 millones de Reales (unos 5.141 millones de euros), con lo que la máxima prioridad en 2023, será su reducción y la mejora de la calidad de los negocios “core”, empezando por la red móvil y la expansión de la fibra óptica desplegada en 409 ciudades.
Fibra óptica
En 2022, la red de fibra de Vivo llegó a 3,7 millones de nuevos hogares, con lo que la operadora suma ahora un total de 23 millones de clientes. Para ello, la operadora de Telefónica tiene previsto realizar este año un volumen de inversión de 9.000 millones de Reales, o sea unos 1.600 millones de euros, sapenas unos 100 millones menos que lo invertido el último año.
Los analistas, en todo o caso, solo contemplan un futuro risueño para la operación brasileña de Telefónica: recuperación del mercado en 2023; tasa de crecimiento del negocio superior a la tasa de inflación (de cara al 2025, los expertos de USB apuestan que superará la barrera de los 30%); creación de flujo de caja de dos dígitos; etc..
Lo que más llama la atención, al respecto, es la situación privilegiada de Vivo en el negocio móvil, con la mayor base de contratos postpago, situada además, en aquellos estados y capitales con mayor poder adquisitivo, empezando por San Paulo.
A final de año, leste negocio contabilizaba 252 millones de conexiones (un 2,5% menos), reflejando el impacto de la venta de Oi móvil a Tim, Claro y Vivo, que han efectuado una “limpieza” de los activos adquiridos. Un 78% del total son accesos 4G, frente a solo 10% de 3G, 10% 2G, mientras que el 5G solo representa todavía un 2%.
Vivo no es solo el actor más importante del mercado brasileño, sino que sigue ganando terreno, con un 37% de “share” en 4G, frente al 32% de Claro y al 28% de Tim. En total, las tres grandes operadoras suman 97% del mercado.
Un 95% de los 112 millones de clientes de Vivo corresponden al negocio móvil, lo que representa un “share” del 38,4%, frente al 33,6% de Claro (América Móviles) y los 24,8% de Tim (Telecom Italia). Y, sobre todo, un 56% del total corresponden al postpago, que es donde Vivo salió ganando con la adquisición de 10,5 millones de clientes de Oi móvil. De ellos, unos 3 millones fueron desactivados, de los cuales 2,2 millones en el segmento del prepago.
El reto del 5G
El gran reto ahora es el desarrollo del 5G, todavía en una fase embrionaria. Pero, pese al lento despliegue de la nueva tecnología (su desarrollo sigue condicionado por el ritmo de limpieza del espectro de 3,5GHz), a final de 2022 ya había alcanzado las capitales federales y a otras 26 ciudades con más de 500.000 habitantes. Y con buenas perspectivas de desarrollo: sumando ya casi 6 millones de accesos (43% Claro, 34% Vivo, 23% Tim), la nueva tecnología tiene una tasa de expansión media del 12,6%... que supera la registrada inicialmente por la 4G.
La operación brasileña de Telefónica también está muy empeñada en el despliegue de la banda ancha fija, otro negocio “core”, que a final de año solo sumaba todavía unos 44,4 millones de contratos (6,7% de crecimiento anual), pero cuyo despliegue bajó de ritmo en 2022, con solo 2,8 millones de nuevos contratos, frente a 5,3 millones en 2021.
De hecho, los principales actores en la banda ancha fija son las pequeñas operadores, que con 22,3 millones de contratos superan globalmente a Claro (9,7 millones), Vivo (6.4 millones) y Oi (5 millones).
El futuro, a la espera
De cara al futuro, lo que más preocupa los analistas, en relación con la operación de Vivo, es todo lo relacionado con la concesión del servicio de telefonía fija (STFC), que expira en 2025. Telefónica opera como concesionaria en el Estado de Sao Paulo, con un total de casi 7 millones de contratos, pero que representan casi un 70% su servicio fijo, frente a otros 30% bajo el régimen mas flexible de la “autorización”.
Los problemas que se plantean al respecto, están relacionados principalmente con el llamado “patrimonio reversible” de la concesión: su valoración financiera y su destino final. Según la autoridad reguladora del sector, Anatel, dicho patrimonio debería quedar en manos de las concesionarias, eventualmente a cambio de alguna compensación financiera, pero el Tribunal de Cuentas, llamado a dictar sentencia, está ostensiblemente más a favor de la titularidad pública… con que las concesionarias tendrían que rendir cuentas al Estado.
La operadora española también tiene algunos asuntos pendientes con las autoridades fiscales brasileñas. Un litigio situado entre 4.700 y 5.800 millones de euros : 3.000 millones corresponde a tributos estatales y otros 2.650 millones a tributos federales, por operaciones realizadas en 2011 y en 2017, relacionadas con la compra de Vivo y de GVT, respectivamente a Portugal Telecom y al grupo Vivendi de Vicente Bolloré. Nadie habla de ello, pero el litigio sigue ahí, pendiente de solución, como una losa, aunque los analistas consideran que forma parte de un simulacro para presionar a Telefónica.