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El mercado de bonos se estabilizó en la eurozona con rendimientos equivalentes a los del mes de octubre de 2021.
En los Estados Unidos el IPC estructural, alimentos y productos energéticos excluidos, marcaba en agosto un nivel del 3,9%, inferior ya al 4,3% de julio. En la eurozona la evolución del índice de precios refuerza la creencia de que la subida de tipos de interés ha llegado a su fin.
Algunos expertos se atreven, incluso, a afirmar que lo peor de la inflación ha quedado atrás. Los mercados financieros mundiales la pasada semana mostraban la euforia que se vivía en los mercados de renta fija variable. El rendimiento de los bonos en Alemania e Italia caía, en el caso de Italia, 17 puntos básicos, hasta un 4,75% y en Alemania el descenso era de 14 puntos básicos a una cota del 2,8%. Wall Street y el Nasdaq ganaban posiciones mientras el barril de petróleo bajaba hasta los 90 dólares.
Naturalmente, con deudas públicas tan elevadas como la de EEUU y algunos países de la eurozona, no es nada sorprendente que se produzcan pequeños dientes de sierra en las cotizaciones de los bonos y en las compras y ventas de acciones.
En el Extremo Oriente el nuevo y académico presidente del Banco de Japón, Kazuo Ueda, no acaba de decidirse a rectificar su alegre política monetaria con tipos próximos a cero. Una subida del coste del dinero provocaría un serio descalabro en el mercado de bonos japonés refugio de los ahorradores nipones y sin descartar una caída en la evolución de la economía y las consiguientes repercusiones en los mercados financieros.
La economía japonesa ha escapado de la deflación por primera vez en décadas y no parece que sea tiempo para rectificar una política monetaria que ha mantenido la actividad y contenido los precios aunque haya supuesto una devaluación del yen hasta una cota de 149,5 yenes por dólar.
No existe un consenso sobre como articular las políticas monetarias mientras la inflación sigue por encima del 2%. La pregunta es si ese objetivo del 2% sigue siendo una referencia indiscutible. Influyentes economistas han apostado por un objetivo más elevado ante el temor de que una política monetaria más restrictiva causara grandes heridas a la economía.
Martin Wolf reconoce que este tipo de afirmaciones llevaría a concluir que en el largo plazo las políticas monetarias serían asimétricas. En efecto, en las recesiones los bancos centrales apostarían por una rápida intervención para aflojar las riendas.
Sin embargo, cuando sean los brotes inflacionistas los que causen alarmas, los bancos centrales serían más reacios a responder con contundencia. En el largo plazo, afirma Wolf, la inflación media es muy posible que supere el objetivo del 2% sin que se produzca una contundente reacción por parte de las autoridades monetarias.