Pero la mejora de las cifras de inflación y las expectativas de un ajuste mucho más suave en la economía mundial están poniendo en órbita a las compañías de tamaño más reducido.
Los números del arranque del año son espectaculares. El índice de los pequeños valores españoles sube cinco puntos porcentuales más que el Ibex 35 y ocho más que el de valores medianos. Todavía no ha recuperado toda la pérdida del año pasado, cuando se dejó por el camino el 12,8% de su valor, pero está muy, muy cerca. Detrás de la subida hay un fuerte componente especulativo y, por qué no decirlo, una buena dosis de autocomplacencia en los mercados.
“Los valores pequeños vienen de un duro castigo que en noviembre del año pasado los llevó hasta los niveles más bajos desde finales de 2020. Sin duda fue una caída exagerada, porque el mercado estaba cotizando el peor escenario macro posible. La cuestión es si ahora estamos viendo lo mismo, pero en sentido contrario. Es decir, un avance de grandes dimensiones sin demasiada justificación, al menos por la rapidez”, señalan en una de las mayores gestoras nacionales.
Estrecha liquidez
La muy baja capitalización de estas compañías -muchas de ellas se quedaron en los huesos tras las caídas de 2022- también contribuye a que los movimientos en los precios sean mucho más nerviosos. La baja liquidez garantiza grandes oscilaciones de las cotizaciones cada vez que hay una compra o una venta significativa. Y la vuelta de algunos inversores institucionales a algunas pequeñas compañías con valoraciones atractivas está moviendo los precios a una gran velocidad.
La realidad es que hay una intensa actividad especulativa en una clase de activo que en 2022 registró una caída media del 20% a nivel mundial, en un proceso correctivo que no se había visto desde el gran desplome de 2008. La cuestión es si, en clave española, estos valores han agotado ya una gran parte del potencial de rebote que se les suponía tras el descenso del año pasado o si, por el contrario, es sólo el comienzo de un movimiento al alza que aún está lejos del final.
“Las previsiones macro están cambiando para bien, pero conviene no olvidar que el conflicto bélico en Ucrania sigue vivo, que la inflación azota, que no ha terminado la subida de los tipos de interés y, sobre todo, que hay mucha más competencia en otros activos de renta fija. Con menos tamaño y diversificación que el resto de las empresas cotizadas, y también con menores retribuciones por dividendo, las pequeñas compañías estarán más expuestas si el escenario se complica”, señala un veterano bolsista.
Pero, de momento, la fiesta continúa porque muchas valoraciones siguen siendo atractivas y porque, en líneas generales, sigue bajando la aversión al riesgo. En pleno comienzo de la temporada de resultados, las próximas semanas se antojan claves para consolidar un rally sin apenas interrupciones en este comienzo de año que devuelve a las ‘small cap’ al trono bursátil, ya se verá por cuánto tiempo. De momento, toca recuperar terreno frente a los grandes valores, que ‘sólo’ bajaron un 5,5% el año pasado. Las tornas han cambiado.