En primer lugar está la espiral inflacionaria provocada, entre otros motivos, por la guerra en el este, que no para de recrudecerse en una escalada de final incierto. El alza desbocada de precios ha llevado al Banco de Inglaterra, homónimo del BCE en las islas, a incrementar aún más los tipos de interés: la semana pasada sumó 0,50 al porcentaje, que ya alcanza el 2,25%.
EL objetivo, sin embargo, es bastante modesto y coincide con la meta en Europa: que la inflación regrese al 2%, algo todavía muy lejano.
Por su parte, la devastadora depreciación de la libra esterlina también ha jugado su parte. El pasado lunes, la moneda británica perdió más de un 2% de cotización frente al dólar y un 1,54% frente al euro, descendiendo a su nivel más bajo desde 1971. El detonante fue el anuncio de otro masivo recorte de impuestos que los mercados no se han tomado demasiado bien.
Un mercado hipotecario 'en barbecho'
Los bancos han tomado conciencia de lo extraordinario de la situación y han tomado unas medidas igualmente insólitas. Virgin Money y Skipton Building Society han cancelado la concesión de nuevas hipotecas, mientras que Halifax, propiedad de Lloyds, ha retirado los créditos con comisiones vinculados a tipos de intereses más bajos.
La filial británica del Banco Santander ha seguido esta misma corriente, paralizando las nuevas ofertas hipotecarias hasta que se esclarezca el panorama. Otro coloso, HSBC, ha tomado la misma decisión.
Lo cierto es que el futuro no está nada claro. Las acciones del Banco de Inglaterra son fruto de la urgencia: el máximo organismo financiero de las islas no sólo se enfrenta a una escalada de precios incontenible y una bajada espectacular de la divisa, sino que tiene que oxigenar un mercado de deuda caótico.
El bono británico ha llegado a alcanzar el 4,6% a diez años y a sobrepasar el 5% a 30 años, lo que obligará a la entidad a efectuar compras de deuda para evitar el contagio al mercado crediticio de familias y empresas.