Esta incertidumbre suele estar directamente relacionada con la inseguridad jurídica, algo de la que desgraciadamente sabemos bastante por estas latitudes, pero no necesariamente siempre. Hay otra cosa que va muy mal con la economía, según todos los expertos: la política y concretamente los procesos electorales, sobre todo largos procesos electorales, como el que tenemos en ciernes.
Esto es así desde que el mundo es mundo y no solo sucede en España, lamentablemente está generalizado en todos los partidos políticos, tanto si están en el Gobierno como si no. Pierden la cordura en periodos preelectorales y a sabiendas de que lo que hacen es perverso o haciéndolo con la mejor intención, realizan propuestas y promesas a sus electores, que por supuesto, ellos mismos saben que son incapaces de cumplir.
Promesas para no cumplir
En el fondo es un juego perverso en el que todos participan de una manera u otra, ya que existe hasta una especie de refrán que dice que las promesas electorales están para no cumplirlas.
Sin embargo, el problema es que estos periodos preelectorales cuestan dinero, a veces mucho dinero que se gasta sin demasiados escrúpulos desde los gobiernos para perpetuarse en el poder, pero también las disparatadas promesas electorales de la oposición atacando siempre donde más duele. En ambos casos, aunque por supuesto mucho más desde el Ejecutivo, que tiene el BOE a su disposición, todas estas promesas imposibles de cumplir o ayudas y subsidios innecesarios pueden terminar comprometiendo presupuestos necesarios para el más óptimo desarrollo económico del país, el deseable por todos.
Y el calendario electoral que tenemos a la vista en España en algo menos ya de un año y medio es realmente pavoroso. Si el Gobierno de coalición entre PSOE y Podemos no adelanta las elecciones generales y decide agotar la legislatura, cosa que probablemente haga tal como le van las encuestas, estas deberían ser como muy tarde en noviembre de 2023. Pero es que las municipales tocan también en mayo del año que viene, igual que las autonómicas de las regiones llamadas no históricas, es decir, todas menos Cataluña, País Vasco, Galicia y Andalucía. Menos mal, es un alivio que por lo menos las europeas no sean hasta mayo de 2024.
Recesión a la vista
Todo este calendario electoral con la economía saneada y marchando a toda vela, pues tiene un pase y las alegrías presupuestarias tampoco serían tan graves. Pero es que la situación económica ahora mismo está francamente comprometida. La guerra de Ucrania y el encarecimiento de los precios de la energía han terminado por provocar un escenario inflacionista que teníamos olvidado en Europa y en España. Contra esto la única receta es frenar la economía, ralentizar el crecimiento, lo que hace que muchos analistas intuyan ya una recesión a la vista.
Vamos por un 10,6% de inflación en agosto y tras los dramas para llenar el depósito del coche o de pagar el recibo de la luz y del gas, ahora le toca el turno a la cesta de la compra, que también empieza a ser inasumible para muchos españoles, con unos precios disparados de los alimentos de primera necesidad. Si a esto le añadimos las hipotecas subiendo a un buen ritmo, tras las decisiones del BCE de subir el precio del dinero para frenar la inflación, pues el escenario se torna muy peligroso y hostil.
El Gobierno, aunque beneficiado por la espiral de precios -ha ingresado 7.900 millones más por el IVA hasta julio-, ha puesto en marcha distintas iniciativas anticrisis que a unos convencen y a otros no. Pero son medidas que están costando o van a costar mucho dinero y desgraciadamente algunas tienen un claro componente electoral. Y la oposición, basicamente el Partido Popular, también está proponiendo al Ejecutivo planes para atajar o al menos aliviar la crisis y algunos se los compra Pedro Sánchez y otros no. Pero los populares también empiezan a hablar de derogar leyes si alcanzan el poder o combatir la acción gubernamental desde sus espacios de poder autonómico. Y todo esto de unos y otros suena francamente mal y puede ser terrible para España en la situación actual. Algún medio de comunicación hizo las cuentas hace poco y calculó que el Gobierno del PSOE y Podemos tiene actualmente en sus manos decisiones económicas inminentes que pueden beneficiar directamente a casi 18 millones de ciudadanos, como autónomos, funcionarios, pensionistas, menores y perceptores del Ingreso Mínimo Vital o del Salario Mínimo Interprofesional, más o menos la mitad de las personas que tendrán que votar en las generales del año proximo.
Un auténtico cañón Berta
Se trata de un auténtico cañón Berta en el que Pedro Sánchez no debería apoyarse demasiado en estos momentos. Y me estoy refiriendo básicamente a tomar la mejor y más justa medida posible para la revalorización de las pensiones, no la más electoral. Y también sobre la subida salarial de los funcionarios. Esto evitaría que el siguiente que gobierne no tenga que buscarse la vida de la única forma posible que hay cuando encuentras los cajones vacíos o con pagares, con ajustes y más ajustes. Solo es pedir un poco de solvencia y patriotismo, tampoco es nada más. Sería como exigirle que no haga un uso torticero de los fondos provenientes de Bruselas para intentar ganar las próximas elecciones, los más de 70.000 millones de la Unión Europea que nos tocan en el reparto de fondos contra el covid.
Está muy bien que el Gobierno recupere la iniciativa política como le venga en gana y tiene todo el derecho a ello, nada que objetar, pero por favor, mucho cuidado para tomar la mejor decisión sobre la revalorizacion de las pensiones este año, cuidado con las subvenciones encubiertas, con programas del estilo de los cheques culturales a jóvenes y cosas así. Que ponga encima de la mesa proyectos de calado capaces de ilusionar a los votantes y que siga hablando todo lo que considere necesario de la clase media trabajadora.
Y respecto al PP, pues Alberto Núñez Feijóo, sin duda, también tiene que poner de su parte y ayudar al Gobierno a que tome las mejores decisiones posibles, siendo consciente de la grave crisis que atravesamos. Hacer propuestas de verdad sin trampas ni trucos y por supuesto no arrinconar al enemigo, eso es lo más básico y de fondo. Siempre hay que dejar una salida a la persona con la que te estás peleando para evitar una masacre. Y de eso se trata, de evitar una masacre económica en los meses que faltan hasta las elecciones por el bien de España y para ayudar a quién las gane y tenga que seguir remangándose para solucionar los problemas de los españoles.
No todo vale
No todo vale en la confrontación política y a la oposición se la debe exigir también patriotismo, altura de miras y hasta pragmatismo, ya que cabe la posibilidad de que sean los próximos en gobernar.
Claro que estaría bien un pacto inmediato entre el Gobierno y la oposición sobre el Poder Judicial o sobre soberanía energética y alimentaria, política industrial o de agua, y sobre otros muchos más asuntos de vital importancia que hay que abordar cuanto antes. Pero ahora, en este momento del partido, creo el acuerdo más necesario entre ambas partes sería que no vamos a condicionar el futuro de esta nación porque haya unas elecciones a la vista, así que nos comprometemos a no tomar decisiones ni hacer promesas que puedan condicionar ese futuro.
Sería necesario y probablemente abonaría el terreno para los acuerdos anteriormente descritos, que son absolutamente necesarios para el futuro de España y que no pueden esperar más. Pero mucho me temo que es imposible un pacto de estas características, aunque es nuestra obligación seguir remando para que suceda.
Ahora que por fin estamos revisando en serio la gran mentira de la leyenda negra y descubriendo emocionados que la historia de España es excepcional y debe llenarnos de orgullo, hay algo que se repite en el comportamiento de los españoles a traves de los siglos que no está en la mayor parte de nuestros vecinos, ingleses, franceses o alemanes. Y es que puestos a jugárnosla nos la jugamos hasta con las cosas de comer, cosa que ellos evitan hacer siempre. Hay ejemplos para llenar varias vidas. Pues eso, así nos luce el pelo.