El hoy y el ahora: una Ucrania atacada sin miramientos ni piedad por el ejército ruso, constituye la preocupación prioritaria de los gobiernos occidentales. ¿Dónde está el origen de este despropósito?
Según recuerda ahora la profesora de la Johns Hopkins University, Mary E. Sarotte, en 1991 la URSS estaba en plena descomposición. Los asesores del presidente Bush le aconsejaron acelerar la caída del imperio soviético mientras su secretario de Estado James Baker se oponía vehementemente, argumentando que el arsenal de 35.000 cabezas nucleares no podía estar en varias manos. Debía continuar bajo el control de Rusia; un enemigo bien conocido.
En diciembre de 199, Ucrania imponía un referéndum de independencia. Con una participación del 84 %, el voto por la independencia ascendió al 90% e incluso en las zonas del Donest y Crimea el independentismo era mayoritario.
En 199, un país independiente de la URSS almacenaba el 30% del arsenal atómico del planeta mientras los antiguos aliados soviéticos del Pacto de Varsovia solicitaban urgentemente el ingreso en la OTAN.
La URSS, desprotegida y solitaria, reclamaba la desnuclearización de Ucrania. Los EEUU aceptaron que el arsenal atómico ucraniano debía ser destruido o trasladado a la Unión Soviética. Ucrania dejaba de ser una potencia nuclear sin tener ninguna garantía de integrarse en el bloque occidental: la OTAN o la Unión Europea.
Paralelamente, Putin se abría camino entre la vieja nomenclatura de la Unión Soviética. Sus credenciales: fidelidad absoluta a sus mentores ya fuese el alcalde de Leningrado (San Petersburgo) o el propio presidente Yelsin. El fiscal General, Yuri Skuratov, acusaba a ambas personalidades y a sus familias de corrupción. Putin consiguió un vídeo en el que el fiscal general aparería desnudo acompañado con dos mujeres, ninguna la propia, que se difundió a los medios de comunicación fieles al régimen. Yelsin propuso a Putin como su sucesor.
Como presidente, Putin sueña ahora con rescatar la hegemonía de la vieja Rusia y de la joven República Soviética. Entona una jaculatoria:“Tendríamos menos problemas si el poder soviético no hubiese tolerado la precipitada salida de sus aliados europeos del Pacto de Varsovia… hay 25 millones de rusos étnicos que viven fuera de nuestras fronteras” .
Una Ucrania desguarnecida de su potencial disuasorio nuclear, candidata a la OTAN y a la Unión Europea y además embarcada en un proyecto democrático de economía de mercado, constituye un malísimo ejemplo para las nuevas generaciones rusas. La propia presidencia de Putin se ve comprometida por un enemigo demasiado próximo y al mismo tiempo grande para encarcelarlo. No habría celdas bastantes en las prisiones ex soviéticas. Sólo podía atajarse el mal convirtiendo a Ucrania nuevamente en un país satélite de la Unión Soviética, ahora Federación Rusa.