Habrá tantos matices en la comparecencia del miércoles de Jerome Powell, que quien más quien menos ha optado por darse una tregua antes de decidir. No se trata sólo de elevar el precio del dinero, sino de empezar a reducir el tamaño del balance de la Reserva Federal. El reto es de enorme envergadura con una guerra cada vez más cruenta en Ucrania y los precios de la energía y del conjunto de las materias primas desbocados. Las prisas nunca han sido peores que ahora.
“Se puede comprender que la Reserva Federal tenga prisa por atajar la inflación, que ya alcanza el 7,9% al otro lado del Atlántico. No se veía una cosa igual desde hace 40 años. Pero esta realidad no encubre que hay un riesgo de gripar el motor de una recuperación económica que antes de la invasión de Ucrania ya estaba cogida con alfileres. ¿Y si la subida de tipos en Estados Unidos fuera, según a qué ritmo se produzca, un regalo envenenado para los inversores?”.
La reflexión es de un veterano analista que comparte la desazón de los bancos centrales, pero cree que quizá sea conveniente esperar un poco más antes completar el giro ‘hawkish’ de la Fed. Como él, otros observadores consideran que subir tipos es una medida que puede ser de alto riesgo si la guerra se prolonga en el tiempo y, sobre todo, si sale más allá del territorio de Ucrania. Algo que los mercados podrían estar pasando por alto en los últimos días.
Vaso medio lleno en Europa
En Europa, por ejemplo. Queda claro que los inversores prefieren ver el vaso medio lleno. Es decir, creer más en que las conversaciones entre Ucrania y Rusia fructificarán que en la posibilidad de que la tensión siga creciendo a la vista de que los combates se recrudecen. Mirar los índices bursátiles -el Ibex 35 ha vuelto con fuerza por encima de los 8.000 puntos- o el Euribor, que no para de subir, resulta de lo más esclarecedor.
El Euribor está en máximos de dos años. El rally del indicador que mide el precio al que están dispuesto a prestarse los bancos entre sí demuestra que el mercado está apostando porque, como en Estados Unidos, el BCE no tendrá más remedio que salir al quite de unas tasas de inflación insoportables. En un escenario de locura, se está apostando porque, finalmente sí, 2022 escenifique el final de la era de los tipos cero en la zona euro.
“El problema es que esa potencial subida de un cuarto de punto podría estrangular una economía con muchas dificultades como la europea. Podría ser que el remedio fuera peor que la enfermedad. Nosotros, de momento, nos ponemos en posición de máxima liquidez por si acaso. No creemos que sea el momento de asumir riesgos en una situación que no puede ser más incierta”, aseguran en una gestora nacional.
Hay una auténtica estampida en el mercado de fondos de bonos globales, donde las bajas alcanzan ya los 15.000 millones de dólares, mientras que las retiradas de fondos de renta variable europea se acercan ya al nivel de los 20.000 millones de euros. Por lo tanto, los inversores se están poniendo en posición de liquidez a toda velocidad dejando los mercados en manos de los agentes más especulativos.
La gran cuestión es si estos inversores están dejando pasar una oportunidad de oro o si, simplemente, se están alejando de la trampa perfecta de los bancos centrales. Es decir, del riesgo evidente de que finalmente Estados Unidos arrastre a demasiada velocidad a una zona euro más retrasada en todo hacia el gran giro en los estímulos y los tipos de interés. Porque cualquier gatillazo en este proceso puede provocar otra gran tormenta en los mercados a corto plazo.