El 17 febrero de 2022 -es decir, este jueves- era la fecha que puso en su agenda para realizar el traspaso de poderes, una fecha como cualquier otra para que su jubilación voluntaria coincidiera con la celebración del bicentenario de la creación del grupo familiar, del que se hizo cargo a los 30 años, cuando estaba al borde de la quiebra, y por el precio simbólico de solo 4 francos.
Sin embargo, nadie descarta la posibilidad de que el magnate francés decida “in extremis” aplazar su decisión, quizás hasta el próximo primero de abril, cuando cumplirá 70 años. Es que, aunque lleva años hablando de ello, Bolloré confesó hace poco, en el “diccionario amoroso de las empresas y de los empresarios”, que la idea de dejarlo todo, sin recibir nada a cambio, tiene una carga psicológica más pesada de lo que había previsto inicialmente. Es como si se sintiera despojado de su vida, viendo como las miradas se vuelven hacia el nuevo poder, y también lo cerca que queda la vejez, con todo lo que ello conlleva de soledad y de angustia, según reflexionaba en privado.
Actividad frenética
Bolloré ha estado particularmente activo en los últimos tiempos y dejará a sus hijos la culminación de un par de operaciones de gran calado. La primera, la adquisición del Grupo Lagardère, que controla varios importantes medios de comunicación, como la radio Europa1, el influyente magazín Paris Match y el Journal du Dimanche, además de todo el imperio editorial de Hachette. Una operación de 2.500 millones de euros, con la que Bolloré será la versión francesa del magnate austral-americano Robert Murdoch -que puso Fox News al servicio de Trump-, pero también como el número tres mundial del negocio editorial.
El ultraconservador empresario galo ya lo está haciendo con los activos mediáticos de Hachette, que ha puesto en sintonía ideológica con sus medios propios. Ha empezado con la cadena líder de la información 24 horas, la CNews, que ha servido de rampa de lanzamiento para la candidatura presidencial de Eric Zemmour, que con un discurso ultra populista y xenófobo constituye une amenaza para la reelección de Emmanuel Macron, al que Bolloré tiene un odio visceral.
La adquisición de Hachette y la perspectiva de una fusión con la hasta ahora rival Editis, en manos de Vivendi (uno de los grupos empresariales más importante de Francia y que controla), es sin duda lo que suscita mayores recelos, tanto por cuestiones ideológicas, como por la dimensión de la operación, que concentrará decenas de prestigiosas editoras y sus redes de distribución. Todo un negocio que según se comenta el sector, solo podrá salir adelante con el visto bueno de Bruselas, que impondrá ventas seleccionadas de activos para evitar concentraciones indeseadas.
Sin embargo, la parte más importante del negocio de Hachette escapa literalmente al control de Bruselas: dos terceras partes de los 2.400 millones de euros de volumen de ventas de Hachette corresponden a mercados internacionales, empezando por Reino Unido y Estados Unidos, donde ocupa la primera y la tercera posición, respectivamente. En todo o caso, con Hachette/Editis, Vivendi tendría un control del 74% del mercado de libros escolares; del 78% en los libros de bolsillo, etc., y, sobre todo aglutinaría la mayor parte de las editoras galas más emblemáticas.
Prisa en el centro del control
De momento todo son especulaciones, pero el nombre de Prisa está en la cabeza y opiniones de los analistas más respertados de Francia, en relación con una eventual venta de Editis al grupo que fundara Jesús de Polanco et all. Bolloré ya controla un 9,9% de Prisa que utilizó para reforzar el control del francés de origen armenio Josep Oughourlian (tiene un 29,84% del capital a través Amber Capital) y ahora está pendiente de “ok” del gobierno para igualarle, con lo que su conjunción evitaría tener que lanzar una OPA. Se habla en muchos medios galos de una cadena de favores, ya que antes de anunciar la OPA que realizó sobre el grupo Lagardère, Bolloré llegó a un acuerdo con el fondo de inversión de Oughourlian, Amber, al que pagó 610 millones de euros por su participación del 17,5%.
Los hijos preocupan
La preocupación de Vicente Bolloré durante los últimos tiempos, para facilitar la tarea de sus hijos al frente del negocio, fue clarificar la estrategia del grupo. Prueba de ello fue la urgencia que se dio para liquidar las operaciones logísticas y portuarias africanas, que, durante décadas, bajo su mando, fue la “vaca lechera” del grupo. De hecho acumuló toda una cifra: el operador italosuizo MSC pagará 5.700 millones de euros, deuda incluida, con que Bolloré sumará unos 1.000 millones de “cash flow”, y además, se ahorrará miles de millones que hubiera tenido que invertir para mantener el negocio a flote.
Con la venta de las operaciones africanas, Bolloré tiene garantizado, además, que la imagen del grupo familiar en manos de sus hijos no quedará dañada por su culpa: hace casi un año, el poderoso magnate pecó de ingenuidad, asumiendo explícitamente, ante un juez francés, el haber comprado favores mediante sobornos políticos en las antiguas colonias africanas francesas. Pensaba que lo tenia todo atado, que solo pagaría una multa, pero habiendo asumido su culpabilidad, deberá responder por ello, sentado en el banquillo de los acusados, ante un tribunal penal.
La vertiente de las telecos
Donde queda mucho por dilucidar es en todo lo relacionado con el futuro de Telecom Italia (TIM), donde Vivendi, como principal accionista, con una participación del 23,75%, tiene mucho que decir sobre la investida del fondo KKR:, que solo ofrece 0,505 euros por acción, o sea menos de la mitad del precio medio pagado por el accionista francés que rechaza, por lo tanto, la oferta norteamericana de 10.800 millones de euros por el100% de la operadora italiana, la cual ocupa la segunda posición, con un “share” del 25,7%, frente al 26,8% de Wind Tree.
Fue también bajo la presión de Bolloré que TIM tuvo que cambiar de CEO. Pietro Labriola dejó la operación de TIM Brasil para rediseñar toda la estrategia de la operadora italiana, con el objetivo prioritario de “maximalizar” la creación de valor para el accionista, utilizando los activos industriales. Lo que se juega ahora, al margen de KKR (según algunos analistas, podrá poner su oferta en los 0,80 euros acción), es una eventual reestructuración del negocio, con apoyo oficial. El Estado italiano controla un 9,8% y tiene derecho de veto en los sectores estratégicos.
Fragilidades
De lo que no cabe duda, en todo o caso, es que la sucesión de Bolloré no será solo una partida de placer. Pese a sus dos siglos de existencia y a su poderío, los analistas advierten que el grupo presenta alguna fragilidad, teniendo en cuenta que controla menos de una tercera parte del capital de Vivendi. Pero es posible que Bolloré tenga hablado con los hijos la solución que tendría ya delineada: una OPA, con financiación garantizada por el “rey del cash flow”, que habrá acumulado, en los últimos tiempos, unos 10.000 millones de euros.
De cara al exterior, tras la jubilación voluntaria de Vicente Bolloré, el grupo solo tendrá dos caras: no será la del hijo mayor, Sebastián, que según la versión oficial no tiene vocación para los negocios, ni la hija Marie, que se ocupa de una Fundación, sino el cadete Cyrille, que con 36 años ya operaba como PDG del grupo familiar y es el que más parecido tiene con el padre (en lo físico como en la mentalidad), y Yannik, con 42 años, que seguirá al frente del consejo de supervisión de Vivendi y tomará las riendas de la filial de publicidad Havas.
Sin embargo, lo que no ofrece la mínima duda es que aunque decida dejar el mando del grupo a Cyrill y a Yannik, Vicente Bolloré no ira refugiarse en la mansión familiar situada a proximidad de Quimper (Finisterre), para dedicarse a las pesca del cangrejo de río: solo cambiará la lujosa oficina en Paris, donde seguirá orquestando, con su influyente grupo mediático, y quizás con el apoyo del ex presiente de la República Nicolas Sarkozy (su vecino y amigo), por un supuesto retiro donde su única ocupación será impedir la reelección de Emmanuel Macron en las presidenciales del próximo mes de abril.