A pesar de la caída de diez puntos de la deuda, en términos de dólares los compromisos siguieron aumentando hasta situarse para todos los países en los 235 billones de dólares. La caída de la deuda se produjo como consecuencia de un descenso de seis puntos porcentuales del endeudamiento de empresas y hogares, que se ha situado en el 153% del PIB. La deuda pública aportó los otros cuatro puntos en el descenso más importante en décadas, con lo que se sitúa en el 96% del PIB.
El repunte de las economías, así como el rápido crecimiento de la inflación han provocado fuertes oscilaciones en la deuda de los países, indica el informe del FMI. “La reducción de la deuda fue especialmente significativa en las economías avanzadas, donde tanto la deuda pública como la privada disminuyeron un 5% del PIB en 2021, revirtiendo así casi una tercera parte del incremento registrado en 2020.
En los mercados emergentes (excluida China), la caída de los coeficientes de endeudamiento en 2021 fue equivalente a casi el 60% del incremento de 2020, siendo la disminución de la deuda privada más pronunciada que la de la deuda pública”.
Movimientos
La contracción de las economías mundiales durante la pandemia tuvo el efecto de incrementar la deuda sobre PIB, al aumentar el denominador. Por su parte, la inflación se redujo de forma drástica y también se disparó con la salida de la pandemia, lo que produjo fuertes fluctuaciones de la deuda.
En cuanto a las recitas para controlar la deuda en tiempos como los actuales, el FMI recomienda prudencia y reducción del gasto público. “El debilitamiento de las perspectivas de crecimiento y el endurecimiento de la política monetaria exigen prudencia a la hora de gestionar la deuda y ejecutar la política fiscal.
La evolución reciente de los mercados de títulos de renta fija refleja la mayor sensibilidad de los inversionistas al deterioro de los fundamentos macroeconómicos y las limitaciones de las defensas fiscales”.
La lucha contra la inflación y frente a la elevación de la deuda a largo plazo, constituyen la hoja de ruta para los gobiernos. “Los gobiernos deben adoptar estrategias fiscales que ayuden a reducir las presiones inflacionarias ahora y las vulnerabilidades de la deuda en el medio plazo; por ejemplo, mediante la contención del crecimiento del gasto, protegiendo a la vez ámbitos prioritarios, como las ayudas a las personas más afectadas por la crisis del costo de vida.
De este modo, se facilitaría también la labor de los bancos centrales y se conseguiría que los incrementos de las tasas de interés fuesen menores de los que se producirían en caso contrario. En tiempos de turbulencias y perturbaciones, la confianza en la estabilidad a largo plazo es un activo valioso”.