El PDG sus­ti­tuido, que lle­vaba ocho años en el cargo, lanza duras crí­ticas a Macron

Francia atraviesa su peor crisis energética con la mitad de sus nucleares paralizadas

El nuevo pre­si­dente de EDF afronta la re­na­cio­na­li­za­ción de la eléc­trica en un clima de ta­rifas dis­pa­radas

Luc Remont, PDG de EDP.
Luc Remont, PDG de EDP.

Llama mucho la aten­ción que la prin­cipal eléc­trica fran­cesa, EDP, a punto de pasar al Estado como único ac­cio­nista, tenga como nuevo Presidente Director General (PDG ) al di­rec­tivo que or­questó su pri­va­ti­za­ción y sa­lida a Bolsa en 2005. Pero su lle­gada no tiene nada que ver con la ope­ra­ción de re­pri­va­ti­za­ción. El reto lan­zado a Luc Rémont, ta­chado por la prensa gala de “tarea her­cúlea y hasta exis­ten­cia­l”m, va mucho más allá: la re­cu­pe­ra­ción fi­nan­ciera e in­dus­trial de una em­presa que en con­di­ciones nor­ma­les, sin el pa­ra­guas es­ta­tal, es­taría al borde del pre­ci­pi­cio, con una deuda de 60.000 mi­llones de eu­ros, y con la mitad de su parque nu­clear pa­ra­li­zado por cues­tiones de se­gu­ri­dad.

La elección del nuevo PDG, cuyo nombre no figuraba en ninguna de las habituales listas de favoritos, tiene mucho que ver con su formación de ingeniero y más aun por su trayectoria de alto funcionario público, iniciada a inicios de la década de 1990, en el Ministerio de la Defensa, y a partir de 1996 en otros departamentos (Economía, Tesoro, Transportes e Industria), hasta asumir en 2002 la dirección adjunta de Economía y Finanzas, de donde se pasó en 2007 al sector privado, primero en Merrill Lynch, y desde 2014 en Schneider Eléctric Internacional.

Sin embargo, más allá de su experiencia profesional, en estos momentos difíciles para EDF, lo que más se valora en Luc Rémont es su “sentido de responsabilidad”, o sea su capacidad para "tragarse sapos vivos". Su predecesor, Jean Bernard Levy, nombrado en 2014 por François Hollande, que tenía aun entonces al actual presidente Macron al frente de Economía, también supo que tragarse en silencio sendas decisiones del ejecutivo nada buenas para los intereses de EDP, pero acabó diciendo “basta”. Al margen de la renacionalización, considerada como inevitable, lo que hizo el PDG ya en desgracia, fue culpar a Macron parte de los graves problemas de la eléctrica.

Campaña discutible

De hecho, fue en la campaña para las presidenciales últimas cuando Macron anunció un gran cambio estratégico a favor de la energía nuclear, con la promesa de la construcción de hasta 14 reactores de última generación (EPR2) adicionales al mayor parque nuclear de Europa, y sin duda del mundo en términos relativos. Los seis primeros deberán ser operacionales en 2035, con una inversión estimada de 60.000 millones de euros, y los ocho restantes entrarán en servicio en 2050.

Lo llamativo de la decisión en su cambio estratégico. Desde la presidencia de François Hollande, con el actual presidente Macron en el Minisyerio de Economía, lo previsto no era la construcción de nuevas centrales nucleares, sino más bien todo lo contrario. Incluso se anunció el “cierre progresivo” de 14 de los 58 reactores en servicio, con que la gran prioridad, de cara al futuro, pasaría por el desarrollo de las energías renovables.

El presidente saliente de EDO, Jean-Bernard Levy, un fue cruel en sus críticas a Macron, al que atribuyó la responsabilidad principal de que EDF tuviera que incrementar su plantilla para aplicar la reducción progresiva de la infraestructura nuclear (Fessenheim fue la primera y aun la única central nuclear en cerrar sus puertas, en junio de 2020), con que ahora carece de la plantilla necesaria para construir los nuevos EPR previstos en los plazos fijados por el gobierno. La reacción del presidente galo no se hizo esperar: tachó de “inaceptables” y “falsas” las declaraciones del todavía PDG de EDF… y aceleró al máximo el cambio que ya tenía previsto al frente de la eléctrica estatal.

Querella contra el Estado

Lo que también hizo Jean Bernard Levy fue poner una querella al Estado, reclamando a EDF unos 8.000 millones de euros de indemnización, o sea la suma de pérdidas de explotación atribuidas a decisiones gubernamentales, algunas de carácter electoralista. Así, ante la brutal escalada general de los precios de la electricidad provocada por el conflicto ruso-ucraniano, lo que hizo Macron, durante la campaña de las presidenciales, fue fijar un “top” del 4% a la subida de la tarifa doméstica en 2022, y de un máximo del 11% el próximo año, en lugar de un 35% más.

Penalización eléctrica

EDF está igualmente muy penalizada por medidas relacionadas con la aplicación del llamado mecanismo europeo ARENH: siguiendo instrucciones del gobierno, tuvo que incrementar un 20% la parte de su generación nuclear destinada a la competencia, la cual pasó, así, de 100 a 120 TWh, y además a un precio de saldo (46 euros/MWh). El resultado fue una catástrofe. Para responder a la demanda de su clientela, EDF tuvo después que salir a comprar dicha electricidad al mercado, pero un precio diez veces más alto, sufriendo una pérdida de explotación de 7.000 millones.

Cabe subrayar, en todo o caso, la enorme fragilidad actual de EDF, considerada generalmente como el “gran enfermo” del sector, al tener paralizados la mitad de sus 58 reactores nucleares: 12 sufren problemas de corrosión en las tuberías del reactor y los demás pasan las llamadas “revisiones decenales” necesarias para que puedan tener 10 años más de vida útil. De hecho, en las circunstancias actuales, que generan enormes caudales de beneficios en sector, EDF es una “avis rara”: por su apuesta casi exclusiva en el nuclear, donde opera come líder, quedó desplegada en las energías renovables, frente a rivales como Enel o Iberdrola.

Pero según Macron, con un 100% del capital en manos del Estado, EDF ya no tendrá por qué preocuparse por su futuro: Francia exigirá a Bruselas un cambio drástico del ya mencionado mecanismo de mercado AREH a favor de la eléctrica nacional; los 11 nuevos EPR2 previstos reforzarán el liderazgo nuclear de EDF; y además, la eléctrica francesa tendrá también como objetivo estratégico alcanzar un ritmo anual de 1.000 MW en instalaciones de energía renovable, para tener de en un plazo máximo de 15 años 25 GW de capacidad instalada.

En todo o caso, para llevar Luc Remont a dejar la dirección de la operación internacional de Schneider Electric, donde llevaba desde 2014, para ocuparse de un gran enfermo como EDF, el accionista estatal habrá aceptado duplicar el salario anual del PDG, que con una parte variable, pasará de 450.000 para 900.000 euros. Aunque solo fuera para que el nuevo PDG, pueda digerir los previstos sapos que deberá tragarse vivos. Como la cólera de los accionistas privados: por su16,31%, el Estado solo pagará 11,91 euros por acción, frente a los 32 euros de la introducción en bolsa y al valor máximo de 87,25 euros alcanzado en 2005.

Según se comenta en el sector, con Luc Remont al mando, EDF deberá olvidarse de vez de su tradicional “arrogancia técnica”, que habrá tenido mucho que ver con los tristes resultados cosechados, hasta ahora, con la construcción de los primeros EPR. Empezando por el de Flamanville, en Francia, que según las previsiones más optimistas no estará operacional antes de 2023, o sea, con casi 15 años de retraso sobre el plazo previsto inicialmente, y tras una inversión de 20.000 millones, que multiplica por seis el precio de la adjudicación en 2006.

Cabe pensar, así, que EDF necesitará tiempo y mucha inversión pública para seguir a flote. Además de la pesadilla de Flamanville, el tener a la mitad de su parque nuclear paralizado, la capacidad de generación sufrirá una reducción drástica, situándose en torno a los 300 TWh, lo que representa un mínimo histórico desde 1990, frente al récord de 430 TWh alcanzado en 2005, con que la eléctrica pública francesa, pasará a tener ahora un saldo negativo entre exportaciones/importaciones netas de electricidad, a todas luces inimaginable hace poco.

Además, a final de año deberá contabilizar un resultado de explotación (EBITDA) negativo de unos 30.000 millones y la deuda podrá superar los 60.000 millones, lo que representa más de un 70% del volumen de negocio de 84.000 millones. Pero queda también una lectura positiva: como único accionista, el Estado no solo reclamará a Bruselas la liquidación del mecanismo europeo ARENH que beneficia a la competencia de EDF, sino que tendrá las manos libres para “reestructurar” la eléctrica: volverá el llamado “Plan Hércules” , ya fue planteado a Bruselas, y que pasará por una segregación de las operaciones: las rentables pasarán a manos privadas, para que EDF pueda concentrar todos sus esfuerzos en el nuclear y en las energías renovables.

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