Monitor de Latinoamérica

España es se­gundo in­versor en el país, con un acu­mu­lado de 48.000 mi­llones

Las empresas españolas, divididas entre Lula y Bolsonaro

Brasil, mer­cado clave en Latam para las ‘grandes’ en fac­tu­ra­ción y en in­gresos

Telefónica/Vivo en Brasil.
Telefónica/Vivo en Brasil.

Las em­presas es­pañolas se­guirán el do­mingo con es­pe­cial in­te­rés, pero sin gran alarma, el reñido e in­cierto duelo elec­toral en se­gunda vuelta entre el pre­si­dente sa­liente de Brasil, el de­re­chista Jair Bolsonaro, y el ex man­da­tario y líder de la iz­quierda Lula da Silva. Es mucho lo que las firmas tienen en juego en la gran eco­nomía re­gio­nal, donde España es, con un acu­mu­lado de 48.000 mi­llones de eu­ros, se­gundo in­versor fo­rá­neo.

Y un mercado que es el cuarto destino global de la inversión española. Las presidenciales marcarán continuidad o cambio económico. Lula llega con ventaja, pero su distancia se ha reducido y el resultado es imprevisible.

La marcha de la economía brasileña es muy importante para España, presente en todos los sectores, notablemente en telecos, finanzas, infraestructura, industria, energía, comercio y turismo en Brasil, destino estratégico donde están instaladas más de 500 empresas, entre ellas gran parte de las compañías del Ibex-35.

El brasileño es mercado muy relevante en facturación e ingresos para Santander, Iberdrola, Naturgy, Telefónica y Mapfre, y también clave para Repsol, Acciona (a cargo de la línea 6 del metro de Sao Paulo), Ferrovial, Dia, ACS, Aena (que se ha hecho con nuevas concesiones en el mandato Bolsonaro), Sacyr, Redeia y Globalia. Las relaciones inversoras y comerciales han crecido en las últimas décadas.

Aunque la mayoría de empresas españolas ya ha operado allí sin problemas con la izquierda en el poder (el Partido de los Trabajadores de Lula gobernó de 2003 a mediados de 2016, con Da Silva de presidente ocho años y Dilma Rousseff desde 2011) y su presencia tiene voluntad de largo plazo, parecen a priori más cómodas con la estabilidad que supondría mantener el actual marco económico.

Un marco en el que sus inversiones han crecido y en el que han optado a nuevos contratos en el contexto de la política de privatizaciones y concesiones de la Administración saliente. No obstante, fuentes empresariales destacan que, diferencias aparte, las relaciones han sido buenas tanto con los gobiernos del PT como con, desde 2019, Jair Bolsonaro.

Estrecho margen

Por ello, no contemplan cambios drásticos o radicales en las relaciones con Brasil si gana Lula, un viejo conocido con historial de políticas económicas moderadas, que tiene apoyo de parte del empresariado y que en el pasado mostró diálogo. Además, la gran polarización del país aventura que ninguno logrará hegemonía suficiente como para disponer de un poder incontestable, lo que juega a favor de un comedimiento del ganador para sacar adelante su programa. En el caso de Lula, además, toparía con una Cámara de Diputados mayoritariamente en manos de partidarios de Bolsonaro.

En unas presidenciales que se anuncian como las más complicadas desde el retorno a la democracia en los 80, los sondeos siguen otorgando la victoria a Lula, aunque los últimos publicados dan cuenta de un avance de Bolsonaro y de un empate técnico: entre el 52%-49% del voto para el aspirante izquierdista y un 48%-45% para el candidato de la derecha. La participación y el voto indeciso serán clave en el resultado. En la primera vuelta, que Lula ganó con un 48,4% del voto, frente al 43,2% de Bolsonaro, la abstención fue del 21%.

Lo cierto es que ambos candidatos encabezan programas económicos en gran medida antagónicos en un país cada vez más polarizado y en el que la marcha de la economía y la inflación tendrán peso importante. Bolsonaro defiende un modelo liberal y aboga por continuar la privatización de empresas estatales para “reordenar” el rol empresarial en la economía; el impulso y consolidación de políticas de empleo y generación de ingresos; la consolidación del ajuste fiscal; la desregulación y desgravación fiscal; el apoyo a la inversión privada y el mantenimiento de ayudas a los más desfavorecidos.

Bolsonaro ya ha indicado que mantendrá su equipo ministerial si gana y tiene previsto continuar su programa de privatización como el hólding eléctrico Eletrobras, el servicio Correios y Petrobras y Pré-Sal Petróleo, así como asegurar la estabilidad económica y la sostenibilidad de la trayectoria de la deuda. En resumen: más privatizaciones y captación de inversión exterior y profundizar el eje de ajuste. En su haber al frente del Gobierno, los expertos destacan la difícil reforma de las pensiones que ha puesto en marcha; la política privatizadora; la gestión flexible de Petrobras y un aumento récord de inversiones extranjeras en los últimos años. En su debe, la lentitud en adoptar medidas económicas rápidas para reducir el impacto de una pandemia que subestimó.

Lenta recuperación económica

Lula, que gobernó hasta 2010 respaldado por un boom económico, defiende por su parte un mayor rol de Estado en la economía, sin oponerse a incentivar la participación privada, particularmente en infraestructuras. Se marca como prioridades acabar con hambre y desigualdad; revocar la ley de techo de gasto y eliminar los topes (sobre todo en infraestructura) y revisar el marco tributario con una reforma que traiga progresividad fiscal y un “régimen solidario, justo y sostenible”, aumentando impuestos a los más ricos. Y quiere ‘recrear’ la industria nacional con compras gubernamentales y la promoción de sectores prioritarios como agroindustria y nuevas tecnologías.

Muy crítico con la enajenación de las joyas empresariales públicas del país, lidera la defensa de compañías estatales como Petrobras, a la que quiere fortalecer, dotándola de un plan estratégico e inversiones orientado a la seguridad energética y el autoabastecimiento nacional, y la renacionalización de Eletrobras, cuya privatización Bolsonaro juzga “irreversible”. Busca fortalecer la banca pública (Banco do Brasil, CEF, BNB, Finep) para impulsar el desarrollo y un mayor rol al banco estatal de desarrollo BNDES como herramienta central para la inversión de la industria. A corto plantea coordinar la política económica para combatir la inflación, recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores y reanudar inversiones en infraestructura y vivienda.

Brasil está inmerso en un proceso de recuperación económica, aunque lento, tras los efectos de la pandemia de Covid-19 y los daños colaterales surgidos a nivel global por la invasión de Rusia a Ucrania. El desempleo ha bajado en los últimos meses y la inflación, en dos dígitos, también ha reducido su marcha, pero el crecimiento camina de forma pausada. Según las nuevas previsiones del FMI y de Cepal, Brasil crecería entre el 2,6% y el 2,8% este 2022 y reduciría el paso el 1% 2023, tras rebotar un 4,6% en 2021, el mayor avance en 11 años, luego de una recesión del 3,9% por el Covid en 2020. El banco central prevé para 2022 y 2003 tasas del 2,7% (un punto más que meses atrás) y del 1%. Antes del Covid, Brasil ya sumaba años de avance mediocre. El PIB cayó el 3,8% en 2015 y el 3,6% en 2016. Y creció el 1,3% en 2017 y 2018 y el 1,1% en 2019.

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