Núñez Feijoo, líder de la oposición, afea al Gobierno de Pedro Sánchez por su incapacidad para mejorar la situación de la economía. Esgrime, por ejemplo, que el PIB no ha recuperado todavía los niveles de 2019 a diferencia de lo conseguido por otros socios europeos. Una afirmación engañosa. El PIB español cayó un 11,3% en 2020. El turismo prácticamente desapareció. Hoteles cerrados y Canarias y Baleares en cuarentena. Una caída pronunciada que posteriormente se recupera.
Vacunas y mascarillas y las ganas de tirar hacia adelante revirtieron la situación. La economía recuperó fuerzas. Las exportaciones marcaron récord y el PIB en 2021 creció un 5,5% en tasa interanual. En 2022, el crecimiento se estima que será de un 4,5%. El desplome se ha corregido y superado. En la actualidad, la economía española sitúa su ritmo de avance a la cabeza de la UE. No obstante, el presidente del Partido Popular responsabiliza a la política del gobierno de Sánchez de un fracaso en la conducción de la economía española.
Como quiera que la inflación es la epidemia del momento, el mensaje de decadencia puede calar en muchas esferas. En las encuestas de opinión por ejemplo se encuentra la siguiente respuesta: “España va mal, pero a mí no me va tan mal, incluso bien”. No hay más que salir a la calle para comprobar que no todo es trágico y gris.
A vueltas con el desempleo
En el periodo 2014-2019, el desempleo alcanzaba el 18,8% de la población activa y en 2022 al 12,4%. La deuda pública llegó en aquel año 2020 al 120,4% del PIB. En 2022 ha bajado al 113%. El Banco de España y la AIREF plantean serias dudas sobre las previsiones de los ingresos presupuestarios lo que podía generan una nueva subida del déficit presupuestario.
El futuro encapsulado en el presente no es prometedor. Bajo crecimiento de la economía de la UE con una repercusión negativa en nuestras ventas a los principales clientes, Francia y Alemania. No sabemos tampoco lo que ocurrirá con el turismo. ¿Vendrán los europeos a calentarse en Canarias o la costa del sol, o se decidirán por la estufa casera? Son circunstancias ajenas a la política económica del gobierno, pero no por eso dejan de ser un serio factor de incertidumbre.
El presidente Sánchez compromete su presupuesto a ayudar a los más desfavorecidos. Bravo, si los impuestos lo permiten. La inflación en este caso le ayudará un poco. Sin embargo, no sería imprudente administrar las ayudas por si los cálculos de Hacienda no salen como está previsto en sus cuentas. Respetable la idea de seguir manteniéndose fiel a los Pactos de Toledo sobre las pensiones, pero no sería ninguna traición poner un tope a las pensiones más altas. También, aunque sea el chocolate del loro, no estaría de más algún gesto para recortar los gastos de la administración federal del Estado reduciendo por ejemplo el número de ministerios y de asesores políticos.
Los cuerpos de funcionarios pueden cumplir los cometidos sin olvidar que fue con el gobierno de Aznar cuando floreció la llegada de los asesores. En el ministerio de Economía y Hacienda del ministro Solchaga solo había dos asesores externos: prensa y relaciones con las Cortes. Los funcionarios atendían todas las necesidades.
Feijóo alerta sobre el endeudamiento, pero ahora calla sobre su proyecto de recortar los impuestos. El susto británico ha hecho mella.