Sus noticias sobre resultados o sobre la evolución de las cosechas apenas tienen casi incidencia en su cotización dado su escaso “free float” y el estricto control de su accionariado pese a su atomización con una decena de accionistas de referencias con entre el 4 %, el que menos tiene, y el 11 % del capital.
Bajo esta circunstancia, en los mercados se lleva especulando hace tiempo con una posible opa de exclusión, pues en estas condiciones no merece la pena estar cotizando como ya ocurrió con Barón de Ley hace ahora un año.
Eso chocaría, sin embargo, con los intereses de algunos de sus principales inversores que prefieren seguir contando con la imagen de ser una cotizada de cara a sus clientes en el exterior, así como la de reservarse la posibilidad de poder vender sus participaciones en el mercado en caso de considerarlo necesario.
El mercado, además, perdería el último representante de un sector símbolo de tradición y referente en el mundo. No en balde, el sector vitivinícola juega un papel importante en la economía española por su contribución a la actividad, al empleo y las exportaciones. Conviene recordar que España es el segundo exportador de vino del mundo en volumen y tercero en valor.
Una buena razón para que los accionistas de Bodegas Riojanas quieran seguir contando con el paraguas del mercado como garantía de transparencia y solvencia, aunque sus marcas ya están más que reconocidas.
De puertas a dentro del mercado, sin embargo, resulta casi penoso ver cómo se puede mover la acción cerca de un 5 % con apenas 7 acciones con un valor de mercado de 24 euros. En lo que va de año, la acción sube algo más de un 15 % después de haber tocado casi fondo, por debajo de los 3 euros, en los peores momentos del ejercicio.