El coronavirus ha trastocado los hábitos y las prioridades de todos, desde los particulares hasta las empresas y todos los organismos. Los bancos no se han quedado al margen de este cambio de prioridades. Si la situación económica del país tan sólo alcanzaba una preocupación del 13% antes del coronavirus, con los rebrotes de otoño de 2020 se llegó a dispara hasta el 31%.
Dicho porcentaje es algo superior a la preocupación que el sector bancario tenía antes del estallido de la pandemia por la transformación digital (30%), un reto que se redujo al 23% durante la incidencia inicial aunque ha vuelto a repuntar hasta el 26% en los últimos meses.
Esta menor importancia por la digitalización, en cuyo proceso de transformación ya trabajaban la mayoría de los bancos antes del estallido de la pandemia, puede justificarse por el incremento exponencial de las operaciones en remoto que los clientes de los bancos hicieron durante los meses de confinamiento.
Según el análisis de Nuvix Consulting, los medios de pago digitales pasaron de suponer un 69% antes del estallido de la pandemia hasta el 91% en el periodo de la incidencia inicial de la crisis. El pago en efectivo recuperó algo de terreno en los meses posteriores, pero durante los rebrotes de otoño el pago digital se situó en el 84%.
Un viejo problema
La preocupación por la rentabilidad perdida, una asignatura pendiente de todo el sector bancario antes incluso de la actual crisis por el coronavirus, se ha mantenido más estable en todo este tiempo, aunque con un mayor peso (25%) durante la incidencia inicial en la que esta ratio se vio fuertemente impactada con unos ROE casi a cero y en algunos casos en negativo.
La rentabilidad se mantiene, por tanto, como una de la asignaturas pendientes de los bancos que deberían mejorar en un contexto de tipos de interés negativos que todos los responsables del sector presumen aún prolongado en el tiempo.
En contraposición, la entrada de nuevos competidores (las Big Tech, sobre todo) ha dejado de representar una preocupación del 20% a tan sólo del 11% en los últimos meses. El propio presidente de CaixaBank, José Ignacio Goirigolzarri, ya ha descartado que las grandes compañías tecnológicas y digitales entren en determinados negocios típicos de la banca tradicional, como la captación de depósitos.
Goirigolzarri argumenta esta apreciación en que las Big Tech evitarán determinadas actividades muy reguladas y se centren en otras en las que podrían tener menos presión por parte de los supervisores.
Precisamente, la preocupación por la sobrerregulación, una queja constante por parte de todo el sector bancario desde hace años, ha caído desde el 13% hasta tan sólo un 9%, algo comprensible ante la mayor relajación de las condiciones de los supervisores y reguladores ante la actual crisis derivada de la pandemia.