Las fusiones bancarias son una vía para mejorar en eficiencia y rentabilidad, dos variables claves en estos momentos de crisis. Eso sí, no son las únicas. Así se ha argumentado por parte de los supervisores a lo largo del último año, aunque las peticiones casi obligatorias a una mayor consolidación eran muy reiteradas a mediados del pasado ejercicio.
Tanto el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, como el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, han sido insistentes en sus invitaciones al conjunto del sector bancario español a una nueva vuelta de tuerca en un proceso de consolidación que ya ha sido especialmente intenso en la última década.
CaixaBank y Bankia, que ya son un único grupo bancario desde finales del pasado mes de marzo, tomaron nota de las recetas de los supervisores y el pasado mes de septiembre anunciaron su integración para crear el mayor banco por activos totales en el mercado español.
Salvo aquellos (o aquellas, como gusta tanto decir a ministros y ministras) que prefirieran mirar hacia otro lado, una integración de dicha envergadura conllevaría un plan de reducción de plantilla que aún se negocia con algunas dificultades. El tiempo apura, pero desde el grupo ahora presidido por José Ignacio Goirigolzarri se confía en poder llegar a un acuerdo con los sindicatos.
La otra fusión aprobada, aunque a la espera del visto bueno de las autoridades de competencia, es la de Unicaja Y Liberbank. Hasta el momento, los máximos responsables del grupo resultante no han cuantificado el ajuste laboral que deberán acometer, aunque tanto por dimensión como menor solapamiento será muy inferior al que se negocia en CaixaBank.
A finales del pasado ejercicio, BBVA y Sabadell negociaron su fusión sin llegar, al final, a acuerdo alguno por las diferencias de valoración del banco presidido por José Oliu. El grupo de Carlos Torres también negocia ahora su ERE de unos 3.000 empleados en solitario y el banco de origen catalán ya aplicó a finales de 2020 un plan de mejora de eficiencia que podría complementarse con la nueva hoja estratégica del actual consejero delegado, César González-Bueno.
A lo suyo
Tras la ruptura de las negociaciones entre el BBVA y el Sabadell, el resto de los bancos no han dado un paso al frente para cumplir con las peticiones de más consolidación por parte de los supervisores. De hecho, la mayoría de ellos se han mostrado abiertamente en contra a entrar en esos movimientos.
Bankinter, que ha realizado sus compras puntuales tanto en España como en algunos otros países, ha defendido su soltería bancaria a lo largo de sus más de cincuenta años de historia. El mensaje es claro: a sus años no tiene el cuerpo para ruidos y sus hijos, como la aseguradora Línea Directa, ya se han emancipado con la salida a Bolsa.
El Santander de Ana Botín, tras deglutir el Banco Popular, tampoco está dispuesto a entrar en nuevas aventuras en el mercado doméstico. Su visión es más global, en todo caso, cuando sean posibles operaciones transfronterizas.
Kutxabank, casi en la línea canterana del Athletic de Bilbao, está para pocas aventuras más allá del País Vasco, tras la integración en su momento de Caja Vital, BBK y la Kutxa que conformó el actual grupo. Y sus ratios le dan la razón para seguir en solitario.
Ibercaja ha presentado recientemente su nuevo plan estratégico con el objetivo de mantenerse en solitario y con la vista puesta en sus salida a Bolsa, más impuesta que deseada por sus máximos directivos. El grupo presidido por José Luis Aguirre ya ha acometido en los últimos meses su ajuste de plantilla para mejorar en eficiencia y rentabilidad.
El verso suelto entre las principales entidades es Abanca. Eso sí, su presidente, Juan Carlos Escotet, es muy activo en adquisiciones, como las que ha realizado en los últimos tiempos en España y Portugal, pero en cualquier fusión prefiere ser el sujeto activo para defender sus intereses.