Quien más quien menos entre los europeos comunitarios ha sospechado que el reclamo británico de “recuperar la soberanía” podía entrañar el fortalecimiento de un paraíso fiscal más atractivo y desregulado que ya lo son. o han sido, Suiza o Luxemburgo.
Los papeles Pandora han sacado a la luz las redes de evasión fiscal y financiación ilícita de más de 600 sociedades que utilizan las Islas Vírgenes británicas. El Reino Unido puede ser el cerebro y el corazón de esa red de acogida de dinero negro.
La OCDE estima que los paraísos fiscales le cuestan a los países en vías de desarrollo más de 3 veces las cantidades que reciben en concepto de ayudas. Paraísos que permiten ocultar capitales de autócratas, dictadores y oligarcas. Un dinero que se escamotea a los países y se transforma en propiedades inmobiliarias o depósitos ocultos.
El Brexit como disculpa
La conversión del Brexit en un centro de acogida de capitales no parece compatible -según el artículo que el parlamentario británico ha publicado en el Financial Times- con la construcción de un desarrollo sostenible.” Nunca serán los cleptócratas y malhechores quienes construyan una sociedad solida y competitiva”. La National Crime Agency del Reino Unido estima que el lavado de dinero le cuesta su país la enorme cantidad de 100.000l millones de libras al año.
En 2015, David Cameron anunció el propósito de su gobierno de desenmascarar a los evasores fiscales. Sin embargo, el Parlamento sigue dando largas a la iniciativa de afrontar esta descarada situación.
Encuestas realizadas entre ciudadanos conservadores muestran que el 83% de los habitantes del Reino Unido reclaman una actuación más firme contra la evasión fiscal. El rechazo de los votantes laboristas sería seguramente más numeroso.
Parlamentarios conservadores que votan en contra de las propuestas sanitarias del primer ministro, Boris Johnson, y pérdida del escaño en una de las jurisdicciones de más solera conservadora, doscientos años, que ha caído del lado de los demócratas liberales. Vientos recios de cara para Johnson y sus martingalas.