La reducción de los gastos de amortización tras la revisión al alza de la vida útil de sus activos de energías renovables ha impulsado su beneficio en el primer trimestre cerca de un 7%, hasta los 78 millones de euros, con una evolución del Ebitda estable.
Sus ingresos, sin embargo, se han reducido a 1.622 millones de euros, un 5,1% por debajo del mismo período del año anterior, debido en parte al impacto moderado de la crisis vírica en sus cuentas. No obstante, la compañía prevé que el efecto pernicioso de la pandemia se dejará notar con especial virulencia en este segundo trimestre.
Para hacerle frente, el equipo directivo ya ha puesto manos a la obra con el fin de reforzar su liquidez primero con una financiación de 900 millones de euros y ahora con el lanzamiento de un programa de pagarés por un total de 1.000 millones de euros registrados en la Bolsa de Dublin. Al tiempo, ha recortado a la mitad el dividendo para este año y ha puesto en marcha un fuerte ajuste de costes.
Entre tanto, en estos días acaba de anunciar un nuevo gran contrato para la construcción de una autopista de 23 kilómetros en Noruega por un importe de 390 millones de euros que espera iniciar en las próximas semanas.
Aparentemente todo son buenas noticias, sin embargo, la cotización del grupo de ingeniería está luchando en la actualidad para no perder la cota de los 80 euros por acción, nivel que ya puso en peligro en marzo en pleno embate del virus en Europa. Aunque la caída en el año apenas es del 14%, lo cierto es que su perfil técnico presenta grandes dudas a corto y medio plazo de no conseguir asentar un soporte en los niveles actuales.
Tampoco le viene nada bien la decisión de la CNMV de levantar las posiciones cortas. Cerca del 3,2% del capital de Acciona se encuentra en manos de los bajistas, lo cual es una presión añadida al valor que puede condicionar su evolución en las próximas semanas.