La entidad cerró la primera mitad del año con un crecimiento del beneficio superior al 18% tras ganar 309 millones de euros entre enero y junio. Todo ello con una morosidad de tan solo el 2,71%, muy por debajo del 3,25% registrado un año antes, con una cobertura (la protección de la entidad ante los impagos de sus clientes) del 51,1%, superior a la del mismo semestre del ejercicio pasado.
Tampoco le ha servido de mucho la reciente revisión al alza de su calificación por parte de la agencia de medición de riegos Moody´s. La firma ha fijado su deuda en Baa1 con perspectiva estable, algo que debería haber animado a sus accionistas.
En el mercado se ha puesto así las tesis más pesimistas de algunas grandes casas de análisis como Jefferies, recortando en bloque las expectativas del sector financiero español. En concreto, la firma rebajó en julio su estimación de precio objetivo sobre Bankinter de 7 a 6,5 euros por acción. Un recorte que al final se ha quedado demasiado corto.
Las acciones de la entidad han cerrado el mes de agosto en 5,3 euros, después de perder cerca de un 10% en el mes. Y eso que Bankinter ha logrado pasar prácticamente de puntillas en estos últimos trimestres, sin arañarse en exceso, por debajo de la Espada de Damocles que suponía el escándalo de las hipotecas multidivisas.
Su perfil técnico, en cualquier caso, sigue siendo muy complicado con una clara tendencia bajista que le puede llevar a poner en peligro el soporte de los 5 euros por acción. Si este nivel aguanta, podría experimentar un pequeño rebote hasta los 6 euros. Pero, si lo pierde, se abriría un importante hueco bajista hasta las inmediaciones de los 4,5 euros por acción.