ANÁLISIS

Trump se va de Europa enfadado con todos

En Helsinki tra­tará de ‘hacer mi­gas’ con el líder ruso Vladimir Putin

Donald Trump y Theresa May en su visita a Reino Unido
Sin títuloDonald Trump y Theresa May en su visita a Reino Unido

El ci­clón pasó. Ahora hay que eva­luar sus daños. El fe­nó­meno tem­pes­tuoso se di­rigió desde Bruselas y Escocia hacia la orilla oriental del Báltico, a Helsinki, pero antes de ate­rri­zar, el ven­toso me­teoro ya había per­dido gran parte de su des­truc­tiva fuerza. Es que la ca­pital fin­lan­desa está si­tuada justo al cos­tado de una vasta zona de an­ti­ci­clones con­ti­nen­ta­les, y allí solo el pre­si­dente Putin se per­mite arrojar rayos y cen­te­llas, aunque eso sí, siempre fuera de ese es­pacio geo­grá­fico tan es­ta­ble, sobre la in­mensa es­fera de unos in­tereses geo­po­lí­ticos de su país que se ex­tienden por otro es­pacio tan ex­tenso o mayor que el de la propia geo­grafía rusa.

Tanto alcance tienen los rayos del presidente Putin que en 2016 uno descargó sobre el sistema electoral de los Estados Unidos, con la aparente intención de condicionar el resultado de la carrera presidencial entre Trump y Hillary Clinton. A favor del primero probablemente…, o por lo menos contra Clinton. O quizás Putin solo quería dar una ayudita a un multimillonario norteamericano que en una reciente visita a Moscú había sido víctima de algún enredo malicioso en un hotel, que luego quedó en nada, como su amigo ruso le confirmaría discretamente.

Los truenos de aquel rayo washingtoniano llegaron dos años después. Justo en vísperas del desembarco del presidente Trump en Helsinki. El viernes pasado un gran jurado federal acusaba a doce agentes de inteligencia rusos de haber manipulado el software de los ordenadores de la campaña electoral de Clinton. Los jueces podrían pedir su extradición, y Trump se hallaría en el embarazoso trance de tener que pedirla a Putin.

Pero Trump, ante todo, quiere estar seguro. Preguntado el asesor de seguridad nacional John Bolton por la ABC, sobre si el presidente pediría a Putin que confirmase la verdad o la mentira de las alegaciones, aseguró que el presidente lo haría, y “escuchará la respuesta del presidente Putin y sacaremos conclusiones”. Es difícil creer que la confianza de Bolton se base en la sinceridad de un hombre, Putin, que alcanzó varias veces la jefatura del gobierno y la presidencia de la Federación, ayudado por las habilidades que había aprendido y practicado en sus largos años de servicio en el KGB, la agencia de seguridad de los tiempos soviéticos.

En todo caso, como aseguró Trump al partir para Helsinki, “llego con expectativas bajas, no altas”. La vaguedad sobre el objeto de la visita se acentúa con la declaración del embajador de Trump en Moscú, quien declaró a la NBC que la visita es “un intento de ver si podemos reducir y aplacar el drama y, francamente, también (despejar) cierto peligro para las relaciones”.

Nada de lo anterior quita importancia a lo que los líderes de las dos superpotencias (global una, solo militar la otra) puedan identificar como algo de interés común, como podrían ser la actualización de los acuerdos de control de armamentos, la imposición a Ucrania de una realidad geopolítica ineluctable, como es que Rusia no devolverá nunca la península de Crimea, y que lo más en que puede ceder es en pedir a los separatistas de la región llamada Donbas que se arreglen con Kiev ‘a buen precio’.

Trump necesita a Putin para forzar a Teherán a abandonar todo su programa nuclear, lo que si se intentase materializar causaría una conmoción interna que pondría el poder en manos de la Guardia Revolucionaria. También espera ayuda rusa en sus negociaciones con Corea del Norte para renunciar al arma nuclear y para que Pyonyang se mantenga todo lo neutral que pueda ante los intentos de Trump de frenar el expansionismo chino que él, de momento, ve solo en términos comerciales, aunque en pocos años también revestirá los rasgos de una carrera hacia la primacía militar y tecnológica en el mundo.

¿Será esa la razón de que haya tratado tan mal a los aliados europeos, como queriendo decir que con sus suspicacias hacia Rusia y su poca preparación militar le están entorpeciendo su gran designio de mantener a Estados Unidos, con la ayuda de Rusia si fuera posible, como la potencia que no tiene y no tendrá rival alguno en este siglo? Este domingo, desde Escocia, Trump declaró a Europa su ‘enemiga’ (‘foe’) comercial. Y aunque Rusia y China son también enemigos comerciales, lo de Europa es peor porque en ‘materia de comercio juegan con ventaja y muchos de esos países están en la OTAN sin pagar sus facturas, y ya conocen ustedes el gran problema que tengo con Alemania”.

Aparte de los automóviles, lo que tiene encorajinado a Trump es que Alemania vaya a recibir gas ruso a través del gasoducto Nord Stream 2, con el que Alemania “está pagando a Rusia miles de millones de dólares”. Ya ha puesto de vuelta y media a la canciller Merkel por causa del gas ruso, pero ¿también reñirá a Putin por lo mismo?

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