La coalición entre Cinque Stelle y La Lega, que está llamada a gobernar Italia cuando Conte reciba el refrendo, quiere arreglar cuentas con Europa. La visión que tienen sobre el principal instrumento de la construcción europea, el euro, se resume en que la moneda única “es una jaula alemana”. La expresión se atribuye a Paolo Savona, probable nuevo ministro de Economía.
A Paolo Savona no le cuadra el calificativo de eurófobo: es solo el adversario de una Europa que, según él, no es más que “una Alemania rodeada de párvulos”. “Si ha de hacerse una unión política – piensa Savona -, debe ser también democrática, donde todos tengan voz y donde Alemania quede inevitablemente en minoría” (declaraciones de Savona al diario Libero, del 18 de marzo 2017).
Savona no es un bocazas: fue ministro de Industria en el gobierno de Carlo Azzeglio Ciampi en los noventa. Entonces era un europeísta de fe acendrada .Si siguen las cosas como ahora, piensa Savona, Italia sufrirá unos recortes salariales masivos. La visión de la canciller Merkel sobre el actual papel de Alemania en Europa – sigue argumentando Savona - no se diferencia, por el hecho de ser pacífico, de la que tuvieron Hitler y el Kaiser, como dice en un libro de pronta aparición (“Como un íncubo, como un sueño”).
El documento común del programa de gobierno de las dos formaciones afirma la voluntad de hacer que Italia vuelva al espíritu del tratado de Maastricht, de 1992, y pasa por alto cualquier referencia a los tratados posteriores. Es bien conocido el compromiso de las dos formaciones con la revisión a fondo de los principios sobre los que se lanzó el euro y su ‘pacto fiscal’.
La susceptibilidad alemana no tardó en saltar: Markus Ferber, un eurodiputado cuyas posiciones reflejan fielmente las del gabinete de Merkel, acaba de pedir a la Comisión que vaya de frente contra las propuestas de un gobierno Lega-Cinque Stelle.
Independientemente de las reticencias europeas (Comisión, Banco Central Europeo, bastantes gobiernos, etc.) sobre los factores político-sociales que condicionan la posición de Italia en la eurozona, es un hecho indiscutible que su ‘performance’ es insatisfactoria para sí propia y para el resto de los socios. Al comienzo del euro Italia era un país con una población de alto nivel adquisitivo, pero ha ido perdiendo puestos más o menos al ritmo de Grecia, mientras otros países del Sur (España, Portugal, etc.) han logrado convergir con el Norte en términos de PIB y renta per capita. Aunque la economía ha crecido desde 2014, a ese ritmo Italia sólo recuperará la tasa de 2017 dentro de cinco o seis años, se estima en medios de Bruselas.
La Comisión Europea mostró su preocupación el pasado miércoles. En su reciente ‘paquete’ de recomendaciones anuales a los miembros de la Unión, advierte: “Dada su importancia sistémica, Italia es una fuente de consecuencias para el resto de la zona euro”. Y señala expresamente que “los riesgos para la sostenibilidad a plazo medio son altos, dado que el superávit primario es insuficiente para producir un rápido descenso de la deuda pública”, así como que “una revisión de las reformas de las pensiones, produciría un aumento de la deuda”.
Las reticencias con que el nombre de Conte ha sido recibido por la prensa ‘establecida’, centradas en algunos detalles de su curriculum vitae, han provocado la indignación del líder del movimiento Cinque Estelle, Beppe Grillo, quien atribuye esa desconfianza a “la casta que decae y se agita por puro instinto de supervivencia”. El mismo tono contestatario muestran las palabras del líder de Cinque Stelle, Luigi di Maio: “Ahora comienza la Tercera República, y (Conte) será el primer ministro más político que hayamos tenido”, y contará con “la representación popular más amplia de los últimos 31 años”.
Conte es un candidato de compromiso entre los líderes de los dos movimientos que sostendrán su gobierno: di Maio y Matteo Salvini, de la Lega, ya que ninguno de los dos ha dado su consentimiento a que el otro lidere el ejecutivo.