Luis María Linde ha tenido que lidiar en los últimos seis años con el peor periodo para la banca española y para la institución que gobierna, el Banco de España, cuestionada por la crisis, caída de entidades y reconversión de todo un sector justo en el ojo del huracán de la tormenta económica y financiera más fuerte que se ha sufrido.
Tal vez por ello, el gobernador del Banco de España se desmarca de cierta complacencia de los directivos de la banca sobre cómo se han podido reponer a todas las dificultades, aunque con una conciencia plena de que aún asumen un gran número de retos en el futuro, como algunas exigencias de regulación o la entrada de nuevos competidores como son las fintech.
El último informe anual del Banco de España, el de 2017, pone en entredicho que el esfuerzo, aunque sea ingente, realizado por los bancos españoles en los últimos años no es suficiente y que quedan importantes flecos que deben cortar de raíz las distintas entidades financieras en su conjunto.
El más prioritario para el organismo gobernado por Linde, y también para el Banco Central Europeo (BCE), es que se acelere la reducción de activos no productivos, sobre todo los procedentes del sector inmobiliario, y la reducción profunda de la morosidad, a pesar de que ya se haya situado en unos terrenos más soportables que en años anteriores. Además, el crecimiento de la financiación al consumo ya se divisa como un nuevo problema para los bancos.
El Banco de España cifra en 58.000 millones de euros los adjudicados que quedan en las entrañas de los bancos y en unos 100.000 millones los préstamos dudosos. Pese a la continua reducción de los mismos, el supervisor calcula que, al ritmo actual, los bancos soportarán una morosidad superior a los 50.000 millones de euros en 2020.
Gastos e ingresos
El último informe anual bajo el mandato de Luis María Linde, que participa este miércoles en el vigésimo quinto encuentro financiero organizado por Deloitte junto a ABC y Sociedad de Tasación, también mantiene encendidas algunas otras alertas para los bancos españoles.
Una de ellas es la mejora de la eficiencia y la rentabilidad, muy por debajo de los niveles que las entidades alcanzaron en los años previos a la crisis. El Banco de España reconoce que los gastos de explotación se han reducido en un 15%, pero parece insuficiente ante una caída del 30% de los ingresos.
Para el organismo de Luis María Linde, los bancos no pueden fiar la mejora de la eficiencia y de la rentabilidad ante una anunciada subida de los tipos oficiales de interés que, cada día que pasa, parece que está mucho más lejos de lo que los distintos directivos de la banca han previsto en los últimos tiempos.
La receta más repetida tanto por el Banco de España como del Banco Central Europeo (BCE), en el que ahora el número dos es el exministro de Economía Luis de Guindos, es que los bancos tiendan a una mayor concentración para ganar tamaño y evitar la existencia de pequeñas entidades apenas eficientes.
Sin embargo, el último informe anual el Banco de España también destaca el grado de concentración que se ha producido en el sector bancario español. Las cinco mayores entidades controlaban casi la mitad (49%) del activo total del negocio, mientras que al cierre de 2017 dicho control se eleva hasta el 70%. Si se tuviera en cuenta el negocio internacional de la banca española, la concentración se dispara hasta el 81,5%.
La mayoría de los máximos directivos de los bancos y sus respectivas patronales descartan con ahínco que el sector bancario español se haya convertido en un oligopolio o vaya camino de ello. En cambio, algunos presidentes de entidades de menor tamaño, como es el caso de José Luis Aguirre (Ibercaja), sí consideran que la consolidación sufrida en todo el sector se aproxima a una situación de oligopolio.