En cinco meses habrá elecciones municipales, autonómicas y europeas, tres ámbitos distintos en los que el PSOE extiende sus redes nacionales. La incógnita de cuándo convocará Sánchez las elecciones generales se resuelve entre la mayoría de los comentaristas con la teoría de la botella: para unos está medio vacía, medio llena para los otros.
Los primeros auguran elecciones ya para evitar males mayores; los otros, aguantar a ver si escampa. Si Sánchez fue elegido por la coalición Frankstein para ayudar a escapar al independentismo catalán de su callejón sin salida, su situación ha empeorado considerablemente.
El juicio a los políticos rebeldes se acerca, la actitud del Gobierno catalán se mantiene en un desafío permanente a la Constitución, y su principal muleta --Podemos-- vuelve al lenguaje mitinero.
Tal vez el independentismo catalán acuda en socorro de Sánchez y cambie su posición sobre los presupuestos para darle un balón de oxigeno y mantenerle en el poder con respiración asistida en vistas a un posible indulto. Pero el remedio puede ser peor que la enfermedad, si el síndrome catalán, decisivo en Andalucía, ya se ha extendido por España.