POLÍTICA NACIONAL

El debate termina con un alza del prestigio de Ciudadanos

La ac­titud de Sánchez y la emer­gencia de Podemos ponen en crisis el ac­tual sis­tema par­la­men­tario

Albert Rivera
Albert Rivera

El fra­caso del de­bate de in­ves­ti­dura ce­le­brado el día 31 pro­fun­diza la crisis por la que está pa­sando el sis­tema par­la­men­tario es­pañol. El no del par­tido so­cia­lista a la in­ves­ti­dura del pre­si­dente en fun­cio­nes, Mariano Rajoy, re­tó­ri­ca­mente en­fa­ti­zada a lo largo de casi un año por el se­cre­tario ge­neral del PSOE, Pedro Sánchez, em­puja a España a las ter­ceras elec­ciones ge­ne­rales en un año, lo que con­tri­buirá a la pér­dida de con­fianza del elec­to­rado y de la opi­nión pú­blica en la va­lidez del prin­cipio de al­ter­nancia en el po­der…, de estas fuerzas po­lí­ti­cas. La crisis no es del sis­tema; es el sis­tema el que sufre la crisis por la que están pa­sando las fuerzas po­lí­ticas que lo sus­ten­tan.

Esa crisis afecta tanto al PSOE como al Partido Popular, aunque en diferentes grados. Cada uno de esos dos partidos habrá de acostumbrarse a coexistir o cohabitar con su ‘némesis’ particular: el PSOE con Podemos y el PP con Ciudadanos. De estas dos coexistencias, la del PP con Ciudadanos es la más identificada con el sistema, y posiblemente llegue a constituir rasgo fundamental del sistema político post-crisis. El complejo sociopolítico PSOE-Podemos

La crisis por razón de Podemos descoloca al PSOE de la posición central que ha ocupado históricamente en el sistema político-social español. Esto quedó evidenciado en la pujante irrupción, hace dos años en las elecciones europeas, de una fuerza antisistema, Podemos, que entró en escena descalificando a las dos fuerzas que protagonizaron toda la vida política bajo la democracia. Podemos quedó confirmado como nuevo e importante agente de un sistema que ya no sería ni funcionaría igual. Aunque eso sí, siempre dejando en claro que Podemos no es parte del consenso sobre el que el sistema se ha venido basando.

La crisis tomó cuerpo con las tratativas entre el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y Pedro Sánchez, en el intento de éste de formar gobierno a raíz de las elecciones del 20 de diciembre del 2015, y que dieron a Podemos “derecho de residencia” dentro del sistema, pero que a Sánchez le restó apoyo popular, como quedó demostrado en las elecciones generales del 20 de junio pasado, cuando el PSOE perdió tanto votos como escaños: los peores resultados de su historia moderna, en las dos magnitudes.

El debate de la investidura de Mariano Rajoy, de los dos últimos días, pone en evidencia que el PSOE de Sánchez ha renunciado a influir en el sistema político, como líder que es de uno de sus agentes fundamentales, el PSOE. La ofensiva contra Rajoy conducida por él con una percutiente batería de descalificaciones morales (“Vd. no es decente”, “Vd. no es de fiar”, “no le daremos un injustificable perdón”, etc, etc....), que dura desde diciembre del pasado año, no le ha beneficiado en absoluto, puesto que el partido de Rajoy sobrevive a la crisis mucho mejor que el partido socialista. Así, en junio pasado el PP mejoró sus resultados, de tal forma que éstos sirvieron de base razonable para el reciente intento de formar gobierno, con el apoyo de Ciudadano y el de una formación canaria, quedando sólo a seis escaños de la mayoría necesaria.

Al no querer facilitar a Rajoy la mayoría, con la abstención de su partido, Sánchez ha procedido en contra de las prácticas y usos que hasta ahora han caracterizado a los sistemas parlamentarios español y europeo, y que tiene como uno de sus principios éste que dice: “si no puedes gobernar, por lo menos deja gobernar”. Contra su reiterada voluntad de desconocer este principio le advirtieron seis exministros del PSOE, protagonistas de la historia contemporánea del partido socialista. Pero no siguió su consejo, y se ha atrincherado en el ‘no a Rajoy’, colocando a España ante sus terceras elecciones generales.

Sánchez como moderno Savonarola

De ahí la sensación de incredulidad con que la opinión, tanto cualificada como popular, asiste al papel de Savonarola moderno que Sánchez ha asumido después de las segundas elecciones generales. Arda el corrupto en la hoguera, aunque caiga la República. Pero la política no se hace en torno a la moralidad, sino sobre la necesidad.

La necesidad de mantener el ritmo de la recuperación económica, la de no agravar el déficit por una sanción de la Unión Europea, prácticamente inevitable por no poder contar con un presupuestos a su debido tiempo, y la de asegurar la financiación de las comunidades autónomas y de los servicios públicos y sociales, causan una ansiedad en la opinión, que produce desapego respecto de las batallas personales de Sánchez, pretendidamente justificadas mediante la cruzada ética que se ha impuesto, y que Ciudadanos ha demostrado que se puede conducir por otros medios menos perturbadores.

Es lo que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, dijo en su intervención en la mañana del miércoles: “No quiero que España tenga un tapón ni dos”, para añadir a continuación, “trabajemos con lo que hay, con lo que tenemos”. Lo que quiere decir: tenemos una candidatura que está a dos pasos de la mayoría, que posibilitará abordar la solución de los problemas políticos, sociales y económicos del país, bajo el control de las condiciones que he impuesto al PP.

La posibilidad de que ese modelo de acuerdo se materialice y dure, produce en el ánimo de Sánchez tanto pánico o más como e su día la emergencia arrolladora de Podemos. Esta fuerza seguirá mordiéndole los flancos por el lado izquierdo, mientras por el lado derecho se refuerza la imagen y el lugar de Ciudadanos, dentro del sistema político español.

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