Un bancario, el empleado normal del sector y sobre todo en la red de oficinas de cualquier entidad, no es comparable con un banquero, más asociado a la alta dirección o incluso a la propiedad de los grupos financieros. Sin embargo, esa diferenciación no cala entre la mayoría de la opinión pública.
El apuñalamiento de una subdirectora de Catalunya Caixa (Grupo BBVA) en Barcelona reabre el debate sobre las medidas de seguridad con las que se cuentan en las tradicionales sucursales y el malestar creciente de varios clientes contra los empleados que les vendieron determinados productos o les han gestionado sus ahorros.
Este caso reciente no es aislado y son muchos los empleados de banca que se han visto agredidos, insultados o presionados por unos clientes que ponen en su persona los errores que se han cometido por un buen número de entidades en los últimos años. En bastantes casos, la comercialización de determinados productos (preferentes, acciones, etc.) se intensificó por la presión de las cúpulas directivas sobre las plantillas.
Tampoco han faltado airadas protestas de algunos clientes ante los máximos responsables de sus bancos, pero éstas se han limitado a actos concretos (juntas de accionistas, por ejemplo) en los que los presidentes y consejeros delegados gozan de una protección suficiente que no tienen los empleados a pie de calle.
Los sindicatos mayoritarios del sector de banca denuncian desde hace más de cuatro años, pero con mayor insistencia desde 2012 cuando se aguzó la crisis y el posterior rescate de algunas entidades, el riesgo al que se asoman día a día los empleados de los bancos que trabajan en las oficinas cara a cara con clientes descontentos.
La nueva fisonomía de las sucursales, aunque esté bajo una nueva revisión, también ha dejado a sus empleados más indefensos, con la desaparición de cristales blindados en las cajas. Pero el riesgo ya no sólo radica ante un posible atraco, comentan trabajadores del sector, sino ante las aireadas protestas de algunos clientes que pueden tener consecuencias extremas, como ha ocurrido en varios casos.
UGT Banca cuenta con un informe de hace unos años en el que el 63,57% de los empleados en la red comercial considera que la actitud más negativa de los clientes influye en sus labores. Tan sólo un 27% consideraba que el efecto era mínimo y sólo un 7,72% afirmaba que no había afectado en absoluto. El resto no contestaba.
Más protestas Los trabajadores del BBVA ya estaban en pie de guerra contra la cúpula del grupo que preside Francisco González (FG) por su nueva política de relaciones laborales y los despidos que se habían producido en el grupo en tan sólo unos días. Justo un día después del asesinato de su compañera en una oficina en Barcelona, los sindicatos han convocado concentraciones de protesta en las más de 4.000 oficinas que el banco tiene en todo el territorio nacional.
"UGT llama la atención de que en el sector financiero las consecuencias de la crisis financiera han derivado en una animosidad contra las plantillas del sector, haciéndola responsable de decisiones que corresponden a otros ámbitos, por lo que continuaremos haciendo hincapíe en las medidas que garanticen la seguridad para los trabajadores", afirmaba este sindicato en el mismo día de las concentraciones mediante un comunicado.
Por el momento, los representantes sindicales se limitan a mostrar su dolor con las familias y compañeros de la trabajadora asesinada en Barcelona. Eso sí, en determinados círculos aseguran que durante estos días volverán a plantear al conjunto de los bancos una mejora de las condiciones de seguridad en las oficinas.
"Es inadmisible que los empleados en la red comercial se conviertan en la infantería, mientras que los que toman las decisiones, como los generales militares, se mantengan a resguardo en la retaguardia. La pérdida de reputación del sector afecta a todos los niveles", comentan dichas fuentes.