GEOPOLÍTICA

Europa se prepara para desembarcar en Libia

Se cons­ti­tuye un go­bierno legal y vuelven los em­ba­ja­dores a Trípoli

Importantes piezas del rom­pe­ca­bezas libio em­piezan a en­ca­jar. Si las cosas si­guen así, en pocos días o se­manas el no­ví­simo go­bierno que acaba de llegar a Trípoli, co­no­cido como Gobierno del Acuerdo Nacional (GAN), se verá aca­tado en todo el país por las prin­ci­pales fuerzas po­lí­ticas in­ter­nas, y podrá contar con las re­servas del Tesoro li­bio, que ya han que­dado li­be­radas del em­bargo im­puesto por las Naciones Unidas al ob­jeto de que no fueran con­tro­ladas por un go­bierno rival ile­gí­timo. El pe­tróleo podrá fluir le­gal­mente hacia los puer­tos, bajo la vi­gi­lancia de un cuerpo de se­gu­ridad de la propia in­dus­tria pero leal al nuevo go­bierno. Y todas las mi­siones di­plo­má­ticas ocu­parán de nuevo sus sedes en la ca­pital his­tó­rica, Trípoli.

De igual modo, puede ser el momento de que el gobierno español en funciones dé cuenta al parlamento de lo que se propone hacer en apoyo del nuevo gobierno libio y contra la expansión del llamado Estado Islámico y al-Qaida por el inmenso territorio de ese país. Ésa sería quizás ocasión para que el PSOE y sus potenciales aliados de Podemos clarifiquen la posición de esta última fuerza en relación con el llamado Pacto Antiyihadista, firmado por todas las fuerzas políticas menos por la formación ‘morada’.

En confluencia con estos cambios internos, el consejo de la Unión Europa del próximo día 18 aprobará probablemente el envío de una misión de seguridad, que asistirá al nuevo gobierno, con el apoyo de los Estados Unidos, en una inevitable confrontación con una multitud de milicias locales, más o menos violentas, que han mantenido al país semisecuestrado y dividido durante años.

Sólo cuando todas esas condiciones se junten, podrá comenzar en serio la guerra contra el llamado Estado Islámico, que tiene ocupados algunos centenares de km. de la costa libia, mientras que al sur del país se extienden los grupos armados de al-Qaida en el Magreb, que proyectan el terror sobre el África negra.

Si todo esto se consuma, Libia tendrá la oportunidad de no ser ya más la peligrosa anomalía a las puertas de Europa que es todavía hoy.

La normalidad tiene prisa por echar raíces. El miércoles 6 de abril los habitantes de Bengasi, en el Este del país, pudieron correr por primera vez en años un maratón en zonas de la ciudad hasta ahora ocupadas por milicias yihadistas. Pocos días antes, en la parte occidental del territorio, se inauguró la feria Internacional de Trípoli, el mayor acontecimiento comercial del país, que había caído en la insignificancia debido a los años de inestabilidad y violencia que la ciudad-capital ha vivido bajo un gobierno ilegal, protegido por milicias islamistas “moderadas”.

El pasado martes 5 el llamado Gobierno de Salvación Nacional (GSN), de Trípoli, anunció por escrito que cesaba en sus funciones, reconociendo implícitamente la legitimidad del gobierno formado bajo los auspicios de las Naciones Unidas, cuyos representantes habían desembarcado el 30 de marzo en una base naval de la capital, después de que su viaje por aire fuese impedido varias veces por el gobierno ilegal. Setenta representantes del órgano parlamentario de este último, el Consejo General Nacional (CGN), aprobaron el martes 5 una moción adhiriéndose a la fórmula de gobierno aprobada en diciembre bajo los auspicios de una misión mediadora de las NN.UU., en negociaciones con parlamentarios y representantes del órgano legislativo reconocido internacionalmente, instalado en Tobruk.

Como índice de los ‘arreglos’ que la misión de la ONU ha debido componer para obtener consensos está el hecho de que el CGN formará un Consejo de Estado con sus representantes, el cual pasará a ser un órgano constitucional. Es posible que la renuncia del gobierno ‘paralelo’ de Trípoli haya sido incentivada por las sanciones impuestas por la Unión Europea contra algunos de los recalcitrantes. Pero el factor decisivo ha sido el creciente abandono de su causa por parte de la mayoría de milicias que le daban apoyo en razón de los recursos que detraían de los bienes públicos. Tres poderosas milicias, localizadas en la ciudad de Misrata, abandonaron al gobierno de Trípoli en mayo del 2015, debilitando de forma irremediable su capacidad de resistencia.

##Tres espaldarazos al nuevo gobierno

Pero el consenso interno sigue siendo frágil. Una facción del órgano legislativo irregular de Trípoli se ha opuesto a acatar la decisión de renuncia, pero ha referido el asunto a los órganos de justicia. También el grupo de poder de Tobruk ha sufrido un cierto grado de división interna. Y uno de los acérrimos enemigos de las milicias islamistas, el general Hiftar, que ha operado por su cuenta durante años, se opone al arreglo conseguido por la comunidad internacional.

Pero el nuevo escenario político toma cuerpo. El poder ejecutivo del GAN queda en manos de un Consejo de la Presidencia, encabezado por Faiez Serraj. El gesto más significativo de acatamiento a este gobierno fue el del Banco Central de Libia, que con una circular del miércoles 6 de abril dio instrucciones de obedecer el decreto de ese mismo día, firmado por Serraj, congelando todas las cuentas del sector público. Ciertos informes aseguran que la autoridad bancaria del gobierno ‘paralelo’ ha presentado su dimisión. El nuevo gobierno podrá acceder a los activos del Tesoro, estimados en $67.000 millones, cuyas operaciones internacionales estaban bajo embargo de las NN.UU.

El segundo acto de acatamiento es el de la Corporación Libia de Petróleo (CLP, o NOC en su sigla en inglés), que anunció que ya estaba trabajando en coordinación con el gobierno de Serraj.

El tercero, resultado directo del segundo, es el anuncio de la Guardia de Instalaciones Petrolíferas (GIP) de que abrirá los puertos de exportación para que salga el petróleo. Un portavoz de esta fuerza anunció el pasado jueves que estaban preparados para abrir las terminales de Zuetina, Es Sider y Ras Lanuf. La GIP es una milicia semioficial que se ha encargado de la protección de instalaciones petrolíferas críticas frente a su explotación por milicias, y contra actos terroristas.

##Seguridad y migraciones

Pero restablecer un orden legal reconocido internacionalmente es quizás la parte más fácil de la tarea. La difícil es devolver la paz a Libia, que sólo se conoció (relativamente) mientras el dictador coronel Gadafi, muerto en 2011, la gobernó con puño de hierro. La extensión territorial de Libia es más de cinco veces la de España, y la mayor parte de su escasa población se identifica con tribus celosas del control del espacio en que se asientan, al que defienden con milicias armadas. El país está inundado de armas como resultado del saqueo de los arsenales acumulados por Gadafi. La caída del régimen laico de Gadafi dio lugar a un ‘renacimiento’ de milicias piadosas, muchas de ellas inclinadas a la violencia sistemática contra sectores laicos e intereses extranjeros.

Estados Unidos, Francia y Reino Unido ya disponen, según informes bien fundados, de fuerzas especiales operativas en el interior de Libia. El presidente Obama y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, discutieron el pasado día 4 la posible intervención de la alianza en Libia. “La OTAN está dispuesta a prestar su apoyo” al nuevo gobierno, declaró Stoltenberg a continuación.

La participación europea en la seguridad de Libia es de importancia crítica para controlar y estabilizar el flujo de migrantes clandestinos y refugiados. Existe el riesgo de que el pacto de la UE con Turquía para ‘procesar’ los millares de refugiados que quieren entrar en Europa tenga como consecuencia indeseada la desviación de las corrientes migratorias hacia el Mediterráneo central, como era el caso hasta hace año y medio, cuando se generó la ruta de los Balcanes a través de Grecia.

No hace falta enfatizar la importancia de que Europa ponga sus miras militares sobre el Estado Islámico, que hoy por hoy tiene en Libia un refugio estratégico de su actividad principal, en Siria e Iraq.

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