OPINIÓN

Pedro Sánchez pica como una abeja

Campaña de Rubalcaba
Campaña de Rubalcaba

Hay una má­xima bo­xís­tica que dice que, cuando se tiene fuerza, hay que fingir de­bi­li­dad, y cuando se sufre de­bi­li­dad, hay que mos­trar fuerza. Pedro Sánchez, un di­ri­gente al borde del K.O., ha tras­la­dado este adagio a la po­lí­tica con una de­mos­tra­ción de au­to­ridad dra­co­niana e inusual: de un plu­mazo ha des­ar­ti­cu­lado el rui­noso PSM, lle­ván­dose por de­lante a su mán­da­más, Tomás Gomez, el ex-­Ca­lifa de Parla.

No vamos a decir que ha sido un gancho 'de izquierda' porque eso nos haría candidatos al 'razzie' a la peor metáfora del año. Pero sí que ha sido un 'crochet' de los que asustan, de los que dicen 'aquí estoy yo y voy a por el cinturón de campeón'. El discutidísimo Sánchez, que dentro de su propio partido tiene cien puñales apuntándole a la espalda, ha dado un buen puñetazo, y no en la mesa, sino en el mentón de sus detractores. Porque es difícil encontrar argumentos para refutar su decisión.

Tomás Gómez es un cabeza de turco, sí. Pero es el cabeza de turco más fácilmente sacrificable que quepa imaginar. En su deplorable currículum brilla con luz propia la factura del tranvía de Parla, el plan estrella de su mandato al frente del municipio, que casi ha cuadruplicado lo presupuestado inicialmente.

Muy probablemente, en el futuro este infame proyecto será recordado como uno de los máximos exponentes del despilfarro y el pasteleo en las infraestructuras durante los años de crecimiento.

Está claro que el carísimo tranvía ha dejado a Gómez a una parada del cadalso, pero no es el único motivo de su destierro. De hecho, ni siquiera está imputado por estos hechos, ni está claro que lo vaya a estar. Son muchas las piedras que tiene atadas al tobillo, y que le han acabado arrastrando a la sima donde se amontonan los cadáveres políticos. Y la más pesada de ellas es su propio perfil.

Gómez es uno de esos dirigentes de los que es difícil explicar su meteórico ascenso. Se trata de un perfecto ejemplo de la 'paradoja Rajoy': individuo mediocre, bobalicón y sin cultura que ocupa una posición cuya relevancia es inversamente proporcional a sus dotes personales. Nos referimos, claro, a las dotes visibles. Las que mostró cuando en una entrevista admitió desconocer cuál es la capital de Bulgaria. Las otras, las invisibles -saber mover los hilos en la sombra y reírle las gracias a quien conviene- seguro que han jugado un papel importante en su envidiable carrera.

Gómez es, por tanto, la quintaesencia del político de oficio, un gremio que ha hecho de España su fortín. Pero a este tipo de especímenes, aunque durante algún tiempo les sonrían los hados, los hechos y las cifras les acaban dando la espalda, tarde o temprano. Su gestión al frente del PSM, al que llegó catapultado por sus buenos resultados electorales en Parla, no ha dejado sino ceniza y pavesas: la militancia se ha reducido a la mitad y en las europeas del pasado mayo el PSOE cosechó menos del 20% de los votos en Madrid.

Sánchez sabía muy bien lo que iba a hacer antes de untarse el linimento y calzarse los guantes. Con estos antecedentes ¿quién puede reprocharle haber enterrado el 'tomasismo'? El líder de la oposición, que jura y perjura que no le temblará la mano a la hora de dejar caer los lastres, ha encontrado en Gómez el perfecto 'sparring' para sostener con hechos su discurso.

En un momento en que su futuro pende de un hilo, ha sabido picar como una abeja sin dejar ni un hueco en su guardia. Algo que le servirá, y mucho, para volar como una mariposa en las primarias de julio.

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