Por lo menos, no le molan a los expertos analistas de Standard & Poor’s. Y tal vez, pero no del todo, tampoco le entusiasman a S&P las recetas del PSOE de Pedro Sánchez, que también ha prometido revocar algunas de las medidas de austeridad del Gobierno Rajoy. En cualquier caso, el comunicado perpetrado justo al inicio del fin de semana ha pillado un poco a contrapié a los mercados y a la prensa internacional especializada.
Pero no a todos. Titula el alemán Handelszeitung, por ejemplo: ‘España se aleja más del bono basura: Standard & Poor’s sube la nota a BBB+ y certifica así una calidad media’. En efecto, España ha subido a BBB+ en la deuda a largo plazo, y con perspectiva estable. Es un dato que significa algo más: no sólo se aleja de la calificación de bono basura, a la que casi llegó en los peores momentos de la crisis bancaria de 2012, sino que pasa del grado bajo al alto entre las notas medias.
Si hubiera otra subida de un solo peldaño más, pasaría al nivel A, que es ya una nota alta, un lugar más cómodo y reconfortante. De todas formas, hasta recuperar la soñada triple AAA todavía falta un larguísimo trecho: siete escalones. En ese confortable primer tramo, con una nota A-2, está la solvencia de España en su deuda a corto plazo.
Más reacciones mediáticas. La Tribune titula: ‘S&P sube la nota de España a menos de tres meses de las elecciones legislativas, con elogios a las reformas del mercado de trabajo’. Es un título con bala, pero es que la medida anunciada por la agencia de calificación tiene todos los ingredientes para considerar que, efectivamente, tiene las elecciones del 20-D en el punto de mira.
La cadena norteamericana CNBC, especializada en información financiera y económica, parece coincidir con la opinión de S&P y aplaudir la subida: ‘S&P mejora un peldaño la nota de España por el fortalecimiento de la economía’. Destaca que la anterior subida fue en mayo de 2014 y que la agencia se apoya en ‘el poderoso y equilibrado comportamiento de la economía española en los últimos cuatro años, que está beneficiando gradualmente las cuentas públicas’.
Y la agencia Bloomberg, otro gran gurú de la información financiera mundial, titula en su propio canal de TV: ‘S&P proyecta un crecimiento nominal del 4% para España durante los próximos años’. Es más o menos así. Lo que prevé S&P es un crecimiento nominal del 3,8% este año y un 4% para el trienio 2016-2018.
En crecimiento real, la agencia sube del 2,2% al 2,7% la proyección para 2015 y los dos próximos años. Por escrito y para sus suscriptores, Bloomberg subraya también que la nueva nota BBB+ es tres escalones por encima del bono basura, aunque no precisa que es sólo un peldaño por debajo de la cálida categoría A.
Todos estos medios y otros que recogen la mejora crediticia hacen hincapié en el contenido de dos párrafos clave del comunicado. Uno de ellos de ellos se refiere a las reformas, especialmente las laborales, y puntualiza una vez más la inconveniencia de mantener un mercado de trabajo de dos niveles, el de los fijos con privilegios y el de los eventuales a merced de todo. Por eso, S&P dice: ‘Una incertidumbre significativa que vemos es si los Gobiernos que vengan serán capaces de conservar o incluso ampliar el sólido rumbo récord de reformas para fortalecer la competitividad. No está claro lo que podría significar un posible cambio político futuro para la principal debilidad económica de España: la tasa de paro’.
El segundo párrafo clave incorpora el elemento catalán y el de la posibilidad de un giro político, aunque sin mencionar a los partidos, evidentemente. Pero no hace falta: ‘La posibilidad de un entorno político fragmentado después de las elecciones de este año puede llevar a desviaciones de política fiscal y estructural, que podría poner en peligro los objetivos de déficit y de crecimiento económico del Gobierno. Dicho eso, una de nuestras suposiciones clave es que las tensiones entre el Gobierno central y las autoridades autonómicas de Cataluña remitirán poco a poco y que Cataluña seguirá siendo parte de España. Si Cataluña dejara de ser parte e España, creemos que algunos elementos para la medición crediticia de España, incluyendo la renta media per cápita, la cuenta corriente externa y las finanzas del Gobierno se debilitarían, así como la calidad crediticia’.