Una de ellas fue, sin duda, la adecuación de su obra al nuevo escenario surgido de la crisis financiera que, para bien o para mal, está terminando por cambiar los esquemas en los que el mundo se movió durante el siglo XX.
En el caso del Santander, este reto venía simbolizado por la moneda de 20 duros, las famosas 100 pesetas que el banquero estableció como símbolo inamovible del dividendo del banco, rentabilidad que, al día de hoy, no dejaba de ser una anacronía frente al sector, las rentabilidades medias y los tipos de interés al uso.
Los cambios generacionales es lo que tienen y frente a la potente obra heredada, Ana Botín se hizo cargo de la presidencia del mayor banco de la Eurozona por capitalización bursátil con el objetivo de incorporarlo al siglo XXI, desterrando definitivamente la peseta.
Y no ha necesitado muchos meses para ello; tanto es así que cuatro meses después de tomar posesión de su cargo no solo ha modificado la tecnoestructura del banco, impuesto una nueva estrategia financiera, sino que acaba de cerrar una ampliación de capital por la via rápida por la nada desdeñable cifra de 7.500 millones de euros, que acerca sus ratios de capital a los niveles de sus comparables europeos, lo que le permitirá afrontar procesos de crecimiento orgánico y reforzar la solvencia de la entidad.
La ampliación lleva aparejada un cambio en la política de dividendos mediante una normalización en línea con sus comparables, consistente, básicamente, en la sustitución gradual del scrip dividend por la retribución en efectivo y que aunque comporta una disminución de la rentabilidad del dividendo, esta caída se verá compensada por la evolución del ROE que pasaría de entornos del 6% a niveles objetivo a medio plazo del 12-14% de acuerdo con la evolución estimada de sus resultados.
Con la coherencia de que ha hecho gala desde que ocupa la presidencia del banco, Ana Botín, ha querido dejar claro la importancia que concede al estamento laboral como ya anunciara en varias ocasiones y ha hecho llegar a toda la plantilla una carta explicando la nueva operación en la que termina señalando que “nos enfrentamos a grandes retos pero estoy segura de que con el esfuerzo de todos vamos a construir juntos un banco aún mejor”.
La Bolsa recibía la operación con una caída del 14%, porcentaje que parece escandaloso, pero que se compone del descuento del 9,9% con que se realizó la ampliación más la caída del día, una mala sesión para todo el mercado. Su competidor BBVA cayó más de un 3,1% en la sesión del viernes, si el Santander hubiera hecho la misma sesión que el banco con sede en Bilbao la caída hubiera sido del 13%, de manera que el “premio” a la ampliación fue tan sólo de un punto.
Los analistas han valorado positivamente la operación, por cuanto supone colocar los ratios de solvencia entre las mejores posiciones del mercado, y establece una política de dividendo realista. Los pagos de dividendos mediante acciones tienen sus días contados.
Este esquema pudo tener sentido durante la crisis para que los bancos se capitalizaran de una manera sosegada y sin sobresaltos para los pequeños accionistas. Una vez que está clara la normativa de capital, la fórmula no tiene mayor sentido. Menos aún lo tiene que lo paguen empresas industriales que no tienen encima al BCE y Basilea con sus normas de capital.
En definitiva, el golpe de mano de Ana Botín mete presión a sus queridos competidores para que acaben cuanto antes con la formula de abonar el dividendo con “papelitos”. Caixabank y Popular pagan todos en este formato, y BBVA, tres cuartos de lo mismo. ¿Qué sentido tiene que Telefónica, Repsol, Iberdrola, ACS, Ferrovial y Abengoa paguen sus dividendos en acciones?, ninguno. Tarde o temprano van a tener que decir a sus accionistas que terminan con esta ficción y que bajan el dividendo.