GEOESTRATEGIA

Lo que está en juego en Ucrania

Para Rusia es vital que per­ma­nezca en su ór­bita de in­fluen­cia, lo más dis­tan­ciada de la UE

Protestas en Ucrania
Protestas en Ucrania

Una trein­tena de muertos entre ma­ni­fes­tantes y po­li­cías- es una enorme y do­lo­rosa señal de que los ma­ni­fes­tantes ucra­nianos prooc­ci­den­tales se han to­mado como asunto de vida o muerte las causas de su ac­titud reivin­di­ca­tiva: piden la di­mi­sión del pre­si­dente Yanukovich y la con­vo­ca­toria de nuevas elec­cio­nes. Todo para con­se­guir un acer­ca­miento a la Unión Europea, lo que sig­ni­fica au­mentar de ma­nera con­si­de­rable su nivel de vida y su desa­rrollo cul­tu­ral, así como re­chazar los altos ni­veles de co­rrup­ción del go­bierno. Difícil si­tua­ción para los 44.5 mi­llones de ucra­nia­nos, que están di­vi­didos a partes iguales entre los proeuro­peos y los pro­ru­sos.

Cabe afirmar con toda seguridad que hubiera ocurrido lo mismo en el caso puramente hipotético de que  la situación hubiera sido la inversa, es decir, si en Kiev gobernaran los proeuropeos y los manifestantes fueran prorusos.

En términos generales, los partidarios de un acercamiento a la UE viven mayoritariamente en el oeste de Ucrania y son católicos u ortodoxos de obediencia al patriarca de Kiev. Mientras que los patrocinadores de vivir en la órbita de Rusia están en el oriente del país, son fieles ortodoxos del patriarca de Moscú y algunos de ellos son rusos o hablan este idioma. En porcentaje, un 78% de toda la población es ucraniana y el 17% rusa con pequeñas minorías en las fronteras.

Por estas razones, las dos mitades tienen un empeño ardoroso en sostener sus posiciones. A esto hay que añadir que el actual estatus político de Ucrania, una república independiente desde la caída de la URSS en la órbita política de Moscú, pero sin lazos institucionales con el resto de Europa, es un asunto de excepcional importancia para la seguridad política, militar y económica del Kremlin. El politólogo norteamericano George Friedman afirma que Ucrania para Rusia es tan importante como Escocia para el Reino Unido o el estado de Texas para Estados Unidos. Nosotros podríamos añadir a esta comparación lo que supone Cataluña para el resto de España. En cambio no lo es tanto para la UE, aunque a ésta no le desagradaría tenerla como socio.

Esto se debe la posición geográfica de Ucrania, al estar situada entre Rusia y el resto de Europa. Con sus 600.000 kilómetros cuadrados de extensión, es un territorio montañoso  en sus fronteras occidental, los Cárpatos, y oriental, el Cáucaso. El resto es una llanura fértil que produce excelentes y abundantes productos agrícolas y alberga materias primas muy demandadas. Aparte de estas ventajas, desde el punto de vista de la defensa sería una zona fácil de atravesar hacia Rusia para cualquier invasor potencial. Moscú se encuentra a solo 480 kilómetros de la frontera con Ucrania.

El país tiene 1.576 kilómetros de frontera con Rusia; 891 con Bielorrusia; 428 con Polonia; 90 con Eslovaquia; 103 con Hungría; y 538 con Rumanía, en dos tramos separados por los 940 kilómetros con Moldavia.

Para cualquier gobierno que esté en el Kremlin -los zares, los soviets, Putin o quien le suceda- es clave la península de Crimea en el Mar Negro de Ucrania, donde se abren los puertos de Sebastopol y Odesa, vitales para la economía y la defensa de Rusia. Sobre todo, si se tiene en cuenta que se trata de su único acceso al Mediterráneo y que en el invierno los mares del norte y el Báltico se hielan. Al disolverse la URSS e independizarse Ucrania en 1991, Moscú tuvo buen cuidado de cerrar un acuerdo para la utilización militar y comercial de estos puertos.

Con esta geografía, Rusia desea que Ucrania permanezca discretamente en su órbita, actuando para Moscú como estado tapón -buffer state en inglés-, de manera que los países de la UE y de la OTAN se encuentren cuánto más alejados mejor. (Algo parecido, en términos generales, salvadas las distancias y diferencias, de lo que ha significado Uruguay para Brasil y Argentina).

Tanto Ucrania como Georgia flirtearon hace unos años con su ingreso en la Unión Europea y en la OTAN, lo que provocó, entre otras razones, la respuesta militar de Moscú contra los georgianos en 2008. Era también un aviso directo a Kiev, en donde entonces gobernaba el moderado proeuropeísta Viktor Yuvchensko y su primera ministra Julia Timoshenko, vencedores en la pacífica revolución naranja, malograda poco después.

La Rusia de Putin se sintió amenazada porque no podía permitir el acercamiento de Kiev a Europa y, mucho menos, que la revolución naranja pudiera ser el preludio potencial de un movimiento político análogo en la propia Rusia.

Para conseguir su objetivo, Rusia dispone de un arma económica y política de primera magnitud, que ya ha utilizado en un par de ocasiones contra Occidente, en 2006 y 2009, al cortar con discreción el suministro de gas natural con destino a Europa.

En Europa los que más temen el poderío ruso son, lógicamente, los siete países fronterizos, en especial Polonia que lleva el miedo en lo genes de su historia. Alemania había iniciado recientemente una aproximación política y económica a Rusia, que podría calificarse de histórica. Sin embargo, en este último año ha puesto en riesgo esa naciente relación especial al patrocinar el movimiento paneuropeo de Ucrania. Con todo esto, Berlín está mandando el mensaje de que quiere ocupar de nuevo un puesto relevante en el mundo, pero sin desempolvar las viejas botas del paso de la oca, arrumbadas en el olvido y que tan caras le costaron en la primera mitad del siglo XX.

En cuanto a Estados Unidos, no tiene intereses cruciales de primera magnitud en este asunto. Desde luego todo lo que sea debilitar a Rusia le conviene, pero en lo que se refiere a Ucrania, Washington se regodea con que los Juegos Olímpìcos de Sochi se le hayan amargado a Putin por culpa de estas manifestaciones sangrientas. Una venganza por el papel jugado por Putin en el escándalo de espionaje protagonizado por Edward Snowden, asilado en Rusia tras su filtración de documentos que demostraban el espionaje realizado por EEUU a diversos líderes europeos.

 

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