OPINIÓN

Lo que va de Felipe González a Pedro Sánchez

40 años de la re­fun­da­ción del PSOE en el Congreso de Suresnes

Pedro Sánchez prefiere a González antes que a Zapatero
Pedro Sánchez, F. González y Zapatero

¿Es el mismo PSOE el ac­tual que di­rige Pedro Sánchez y el que surgió hace 40 años por estas fe­chas en el Congreso re­fun­da­cional ce­le­brado en el su­burbio pa­ri­sino de Suresnes que dio el li­de­razgo a Felipe González? Las si­tua­ciones son dis­tin­tas, no en vano han trans­cu­rrido cuatro dé­ca­das; los desafíos, por tanto, no se pa­recen en nada y además no hay dos per­sonas igua­les. Pero el joven González jamás dijo nin­guna fri­vo­lidad pa­re­cida a la de que había que su­primir el Ministerio de Defensa o ba­na­li­dades como la de hacer fu­ne­rales de es­tado a las víc­timas de la vio­lencia de gé­nero.

Comentarios populistas que de por sí servirían para desacreditar a alguien que quiere encabezar el principal partido de la oposición y alcanzar algún día La Moncloa.

Muy por el contrario, desde el momento que fue elegido líder del PSOE, desbancando a las viejas figuras del partido que lo dirigían desde la guerra civil, González adoptó unas posiciones moderadas, a tono con las de la socialdemocracia europea que gobernaba -o iba a gobernar- en muchos países de Europa.

La elección de González tuvo lugar en el congreso de Suresnes que tuvo lugar del 11 al 13 de octubre de 1974. El régimen franquista daba las últimas boqueadas a tono con la salud del anciano dictador. No obstante, tenía todavía capacidad para obstaculizar la transición política hacia un sistema democrático.

Desde la década de los sesenta, en plena guerra fría, las democracias occidentales veían con preocupación el futuro político español. Deseaban evitar que el país sufriera una desestabilización política y que la Unión Soviética sacara ventaja de ello. En esta situación, creyeron que lo más lógico sería aplicar la misma receta que se había utilizado en el viejo continente al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Ésta consistía en restablecer los sistemas democráticos en los que hubiese dos partidos en condiciones de gobernar, uno de centro derecha y otro de tendencia socialdemócrata. En el caso español se patrocinaba como forma de gobierno la monarquía parlamentaria en personalizada en el príncipe Juan Carlos de Borbón y que se manifestaba de forma discreta a favor de un sistema democrático.

El partido moderado habría que organizarlo a partir de los políticos de la oposición conservadora más los elementos aperturistas del régimen. En el caso de los socialdemócratas, la Internacional Socialista, con Willy Brandt a la cabeza, apostó entre los numerosos partidos y grupúsculos que estaban naciendo por una refundación del PSOE con militantes jóvenes del interior. A ellos habrían de sumarse a algunos veteranos militantes, dispuestos a secundar la operación, y que le darían al partido legitimidad histórica. Y esto es lo que ocurrió en Suresnes.

No fue un camino de rosas para González porque a partir de ahí tuvo que hacer frente a muchos desafíos que le llegaban desde fuera y dentro de su propio partido. Pero finalmente las urnas pusieron a cada cual en su sitio y en la tercera legislatura se hizo con el gobierno que le habría de durar más de una década. Fueron los mejores tiempos del PSOE.

En los últimos años, la socialdemocracia ha retrocedido en toda Europa y el PSOE, que no ha sido una excepción, ha visto como ha disminuido de forma alarmante el número de sus diputados. Para afrontar la crisis económica sólo existe una fórmula, que no casa con la ideología socialdemócrata tradicional, y que es la de reducir el gasto público con todas las consecuencias que esto implica. Zapatero no quiso hacerlo (pero sí se ha atrevido Manuel Valls en Francia) y así el PSOE perdió las elecciones.

Los partidos de gobierno de izquierda han visto como han brotado partidos y movimientos populistas, que proponen políticas utópicas e irresponsables, imposibles de llevar a cabo, y que además actúan con un gran desprecio hacia las instituciones vigentes, pero ganan votos en algunos sectores de la población.

Ante esta situación, Pedro Sánchez se ha visto en la contradicción de liderar con sentido del estado al principal partido de la oposición y de procurar que no se le vayan los votos, efectuando promesas y declaraciones insensatas para competir con los populistas en una carrera de despropósitos.

El PSOE ha sido uno de los pilares del sistema democrático instaurado en España y que se rige por la Constitución de 1978. Sería una tragedia política el que perdiera terreno. Para evitar el deterioro a sus dirigentes toca estar a la altura de las circunstancias, como lo estuvieron sus antecesores a partir de Suresnes; y también se necesita la madurez del electorado de centro izquierda para no caer en la trampa de los cantos de sirena del populismo.

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