Desde el nacimiento de Marenostrum, De Guindos fue consejero, miembro del Comité Ejecutivo y presidente de la comisión de auditoría de la entidad hasta su nombramiento como ministro de Economía, en diciembre de 2011. Eso significa que sería responsable, en primera persona y con todas las consecuencias, de las decisiones que se tomaron en una entidad que ahora va a recibir más de 700 millones de euros en ayudas después de que los responsables de Economía de la eurozona respaldaran el desembolso del segundo tramo del rescate bancario a España.
El propio Guindos declaró el pasado mes de diciembre que se iba a nacionalizar el banco, aunque de forma parcial. ¿Por qué en este caso no se toman medidas de cambio de gestores y en Bankia, de nuevo el ejemplo con mayúsculas, si se hizo?.
Curiosamente, Marenostrum ha sido una entidad que prácticamente ha desaparecido de los medios de comunicación desde que Guindos se convirtió en ministro. Nadie ha cuestionado su nivel de cumplimiento de los plazos que le marcaron para obtener capital a partir del Decreto del Gobierno socialista que, por ejemplo, obligó a Bankia a salir al mercado.
Nadie ha analizado en profundidad el proyecto de emitir convertibles que, en 2011, se suponía que iban cotizar en Luxemburgo para dotarlas de liquidez y que las gestoras pudieran tener un precio de mercado para valorarlas.
¡Ay el informe del FMI!
Hay incluso un rumor en los mentideros de Madrid, siempre tan dados a la fabulación, que habla de un borrador de informe del FMI de mayo de 2012, en cuya versión original, en inglés, habría una durísima y extensa referencia a Marenostrum y una supuesta práctica que convertía créditos a promotores -en cualquiera de sus calificaciones- en créditos a pymes o empresas. Práctica posible, dudosa en términos de ética y que seguro nunca habría realizado la entidad teniendo en su Consejo a un hombre como De Guindos.
Demasiados silencios para un banco que en opinión de muchos tendría que haberse achatarrado hace más de un año. ¿Casualidad? ¿O lógica de mercado?.
Como ven, la vida sonríe a Guindos. Triunfador, buen deportista, suertudo, atractivo por mor del poder, sin problemas económicos. De ahí está la fuerte inversión en un ático en la exclusiva urbanización madrileña La Moraleja.
Entonces, ¿por qué no está a gusto? ¿Por qué se quiere ir ya? ¿Tiene miedo a que España sea finalmente intervenida y le pille dentro como ministro, pasando a ser uno de los peores que ha tenido España en su ramo por no haber evitado tan terrible decisión?
Tras el espantoso ridículo que hizo en el proceso de decisión del presidente del Eurogrupo en que se postuló con toda su fuerza, utilizando en nuestro país su medio de comunicación favorito, más de un profesional del periodismo ha sido receptor de su malestar y de la liberación que sentiría al dejar el cargo tras haber evitado la tan malhadada intervención gracias a sus buenos oficios.
¿Liberación o una forma de autojustificación previa por si en algún momento su cabeza fuera puesta en bandeja de plata como la del Bautista ante Herodes? ¿Se pone la venda antes que la herida? Sólo él lo sabe. Tal vez todo sea un típico bulo de gatos, pero lo cierto es se empieza a oir cada vez más claramente. Y la forma de repicar el tam tam resulta familiar.
Quien mucho habla, mucho yerra, dicen en mi tierra norteña. A este ministro más le valdría ser muy prudente, no vaya a ser que los idus de marzo lleven hasta Moncloa algunos de sus comentarios hechos en petit comité -los referentes a Montoro ya no son novedad- y sus aparentes deseos se conviertan en una realidad que no creo haga mucha gracia al todavía brillante, eficaz y bienhallado ministro.