El Patrimonio Íntimo, en cambio, no es tan intangible como pueda parecer: es vulnerable a las fuerzas de globalización, a las transformaciones sociales, a la intolerancia, a la falta de respeto por la diversidad cultural y a otros factores de ese tipo. Por ejemplo, la memoria está atacada directamente por la informática y las nuevas tecnologías. Es muy real aquel proverbio árabe: "vale más una mala pluma que una buena memoria".
Del Patrimonio Nacional ya se encargó Berlanga con la colaboración de Luís Escobar, marqués de las Marismas del Guadalquivir, José Luís López Vázquez, Agustín González y otros muchos de ese talante. El Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, por su parte, está constituido por el tango, el flamenco, numerosos coros, músicas y danzas de todo el mundo.
Sobre el Patrimonio Íntimo, Kant ha puesto los puntos sobre las íes: "Si el hombre fuera solo sensibilidad, sus acciones estarían determinadas por impulsos; si fuera únicamente racionalidad, serían determinadas por la razón. Pero el hombre es al mismo tiempo sensibilidad y razón. Y en esta posibilidad de elección consiste la libertad que hacer de él un ser moral". En cuanto a la inteligencia emocional, cientos de millones de dólares, euros y monedas de todo tipo se gastan los managers y directivos al año en la formación de sus ejecutivos. No puedo omitir una cita certera de Stephen Rosen respecto a técnicos y científicos: "Cuantos más inteligentes son, mayor es también su incompetencia emocional y social".
La sensibilidad emocional también tiene sus puntos ciegos, según Robert E. Kaplan: jactancia, objetivos poco realistas, esfuerzo desmedido, intromisión, sed de poder, necesidad insaciable de reconocimiento, preocupación por las apariencias y necesidad de parecer perfecto.
Quien lo tiene claro sobre todas estas materias es el marxismo (sección Groucho), que hace un balance general, un inventario del Patrimonio Bruto: "En realidad consiste en pequeñas cosas, como una pequeña fortuna, una pequeña mansión, un pequeño yate y cosas así de simples". Eso es lo que debiéramos tener todos en un Estado de Bienestar. Lo demás es pura demagogia.
Ricardo Cantalapiedra, escritor y periodista, es Premio Don Quijote 2011 de Periodismo