CON ACENTO EN LA CRISIS

Una prima de riesgo

Mito de Ofelia
Mito de Ofelia

Un amigo, co­rredor de bolsa por tra­di­ción fa­mi­liar, me contó el otro día la triste his­toria de la si­nuosa Ofelia, su prima des­al­mada. Me in­teresó el re­lato, pero me quedé sin en­tender mu­chas co­sas. Le pedí que me lo re­su­miera. Al día si­guiente me envió este e-­mail : "Ofelia, más que prima de riesgo, era un pe­ligro in­mi­nente. Desde muy niña ya se le em­pe­zaron a notar asomos de des­pil­fa­rro. Con de­ma­siada fre­cuencia se en­fan­gaba en des­fases es­co­lares y re­co­rría con sus amigas los bancos del parque del Retiro. A los 17 años solía so­la­zarse con tipos de in­terés sos­pe­chosos e in­di­vi­duos de los am­bientes bur­sá­tiles y se in­tro­dujo en los bajos fondos de in­ver­sión. Enseguida sus gastos se dis­pa­raron por tratar de­ma­siado con el Ibex, el Dow Jones y, sobre todo, con el ro­lex. Con las joyas de su madre or­ga­ni­zaba mer­chan­dai­sings se­ma­nales entre sus co­le­gas, que siempre co­ti­zaban a largo plazo, es de­cir, casi nunca. Su cuenta co­rriente se con­virtió en cuenta, más que vul­gar, de­fi­ci­ta­ria. Sus pa­dres tu­vieron que sol­ventar los pro­blemas con fondos de res­cate es­can­da­lo­sos.

Pero Ofelia seguía endeudándose. Para más osadía, intentó, para lograr el superavit, convencer a su familia de una dación, es decir, pagando el deudor de una hipoteca inmobiliaria con la entrega del inmueble, en vez de dinero, para liberarse de la deuda. Esto fue el colmo de la desfachatez de Ofelia, que fue desheredada y expulsada de la casa familiar sin contemplaciones por sus propios padres.

De ahí en adelante, la prima tuvo que valerse por sí sola. Puso una casa de citas en la calle de Alfonso XIII. A base de trapicheos sostenibles, logró fusionarse con otros establecimientos similares de toda España, formando un _holding _escabroso implicado en el tráfico de cocaína, de armas y de personas. La burbuja puteril fue exitosa dos años a base del producto interior más que bruto, pero atrajo la suspicacia de la Agencia Tributaria y de la policía. Sus empresas entraron en recesión y el negocio se fue al garete. La oferta superaba de forma ostentosa a la demanda de la clientela. Ofelia se exculpó acusando de todo a sus socios. Cambió de domicilio, de identidad y de look.

En esta coyuntura, tuvo que realizar deprisa y corriendo ajustes presupuestarios. Se enfangó en negocios globales con tipos de interés insostenibles en el mercado inmobiliario, en el energético, en compañías aéreas de low cost y otras de similar talante. Sus acciones eran detestables; sus obligaciones, inconfesables. Total, que tuvo que largarse a un paraíso fiscal donde descansa en paz. Que Dios la tenga en su gloria".

**Ricardo Cantalapiedra, periodista y escritor, es Premio Don Quijote de Periodismo 2011 **

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