La jornada de ayer fue una de lucha contra las medidas de austeridad, tanto en las ciudades griegas como en las españolas. De momento las protestas griegas van por delante en cuanto al grado de violencia. Las que se llevaron a cabo después del 13 de febrero, cuando el parlamento griego aprobó la primera oleada de cortes presupuestarios, fueron la ocasión para el incendio de cincuenta edificios en Atenas, así como el saqueo de 150 negocios. El sábado 18 se repitieron los actos de protesta masiva (unas 80.000 personas).
La jornada de lucha de ayer en Grecia siguió a la aprobación por el parlamento de medidas más drásticas aún de austeridad. El salario mínimo medio de 751 euros fue reducido un 22%. El de los jóvenes menores de veinticinco años se ve reducido un 32%. El salario mínimo se mantendrá en la nueva escala hasta que la tasa de desempleo, actualmente 21% de la fuerza laboral, se vea reducida a menos de 10% (esa perspectiva está muy lejos: el desempleo está desbocado; en octubre del 2011 era del 18%). Las pensiones de más de 1.300 euros mensuales serán reducidas en un 12%. Las medidas fueron aprobadas por 202 votos contra 80, y equivalen a un recorte de euros 3.200 millones. Atenas espera conseguir así el apoyo financiero necesario del fondo de rescate europeo para hacer frente al vencimiento de bonos griegos por valor de euros 14.500 millones en marzo.
El movimiento del electorado griego hacia la izquierda parece probado por las alternativas del apoyo popular a Nueva Democracia, que cuando se resistía a las medidas de austeridad gozaba de una aprobación del 30% del electorado, pero cuando votó a favor de las medidas del 12 de febrero cayó al 19%. Las mismas encuestas muestran que la suma de los apoyos dados a ND y al socialista PASOK es del 32%, mientras que el dado a los tres partidos de la izquierda radical alcanzó el 37%.
La crisis está conmocionando las complacientes estructuras de la sociedad griega. Crece el número de habitantes de las grandes ciudades que las abandonan para volver a sus pueblos. Treinta y ocho mil pequeños empresarios y empleados han cerrado sus negocios y marchado al campo. Las ganas de emigrar se han disparado. En 2010 un programa para la emigración a Australia atrajo 42 candidatos. Un año después atrajo 12.000, en su mayoría jóvenes.
Mientras la sociedad asume cambios tan drásticos como los descritos más arriba, hay dudas sobre la capacidad de las clases políticas para recuperar la vitalidad nacional después del nuevo tramo de rescate. Alexis Papachela, de Ekathimerini, piensa que "En gran medida, el estado está en estos momentos paralizado... Nuestro políticos parecen presa de un ataque de nervios". Y añade: se podría esperar que a estas alturas ya estarían preparados los equipos del PASOK para fijar "un plan operativo para 150 días", incluso antes de las elecciones. "No existe nada parecido a un programa, o eficacia, y colaboradores y gerentes capaces de tomar las posiciones clave". Y respecto de las otras fuerzas políticas: "sólo un par de banqueros y gentes de los mercados, todos pesos ligeros".
Del terreno financiero y económico al político
En nuestro país, la pre-campaña electoral andaluza progresa sin pena ni gloria, conducida por un líder socialista que anteayer, en el Día de Andalucía, aportaba como mayor éxito de sus gobiernos socialistas haber casi extinguido el 16% de analfabetismo y reducido la dependencia del campo de un 25% de la población, en los treinta años en que ha gobernado, y un líder del PP encanecido a lo largos de sucesivas derrotas electorales.
La herencia dejada por el gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero al del Sr. Rajoy es un incremento de más de dos puntos en la previsión del déficit público del 2011, hasta el 8,51% previsto ahora. Ello debería reforzar el argumento de prácticamente todas las fuerzas políticas y sociales de que España necesita que se afloje el compromiso exigido por las autoridades europeas, de reducción del déficit hasta un brutal 4,5%. Independientemente de la respuesta de Bruselas, España puede felicitarse de que hasta ahora no ha tenido que oír intimaciones para que se salga del euro, como viene sufriendo Grecia desde hace varios meses.
Grecia pasó los años 2010 y 2011 sin reducción de déficit, que en los dos años se mantuvo en torno al 10% del PIB. La incapacidad práctica de hacer frente a sus compromisos, tanto por falta de suficiente voluntad política como de impotencia financiera, hizo que el ministro alemán de Economía, Schäuble, dijera el 13 de febrero que Grecia, si no seguía recibiendo apoyo externo, tendría que salir del euro. El profesor de la New York University, Nouriel Roubini, lo sugirió con menos circunloquio en un seminario celebrado en Atenas el pasado 21: "Grecia debería declara la quiebra y salirse del euro". Sólo un retorno al dracma y una fuerte devaluación le permitirían recuperar el crecimiento y la competitividad.
La salida de Grecia del euro tendría seguramente consecuencias geopolíticas significativas. Su poder de neutralizar a Turquía en la cuestión de Chipre podría verse debilitada. Las fuerzas armadas, siempre deseosas de medirse en escaramuzas con las turcas en el Egeo, se verán debilitadas por una reducción presupuestaria de más de euros 400 millones. Rusia está dispuesta a echar una mano: Gazprom se ha interesado por la privatización de la Corporación Griega del Gas, así como en ocupar el hueco dejado por British Petroleum en el uso del proyectado gasoducto Turquía-Grecia-Italia, para dar salida al gas natural de Azerbayán.
La crisis griega de pagos ha puesto en peligro proyectos fundamentales de la Unión Europea, pero quizás sea la ocasión para que se produzca una fuerte sacudida del complaciente modo de vida de Grecia. Mucho depende, como en Andalucía, del resultado de unas elecciones. La dureza de los recortes y ajustes pueden empujar a ambos electorados a programas de izquierdas. En Grecia eso equivaldría a romper con los pasos dados hasta ahora, y perderle el miedo a la salida del euro. En Andalucía significaría la tentación de rehuir los cambios necesarios. Tanto en una como en otra las partidas decisivas se juegan ahora en terreno político, no necesariamente en el terreno económico o financiero.
Antonio Sánchez-Gijón es analista de asuntos internacionales.